14 de diciembre 2020 - 00:00

2021 es el año para encaminar al país hacia el desarrollo

El mundo pospandemia que llegará tarde o temprano abre para nuestro país una oportunidad para buscar un horizonte en la economía global que nos permita desarrollarnos.

foto satelital de la Argentina
CONAE

El mundo termina un año difícil. Argentina no es la excepción. Por el contrario, nuestro año se suma a los años difíciles que lo precedieron. Este año estuvo signado por la pandemia. Aquellos años previos, en cambio, estuvieron marcados por un modelo económico que dejó de lado a la producción y favoreció a la especulación.

Encaramos la pandemia con otra lógica de políticas públicas. El Gobierno del presidente Alberto Fernández puso en marcha a un Estado que estaba muy desarticulado y lo puso al servicio de ayudar a las empresas y a los individuos a sortear la pandemia. No hay resultados perfectos en un contexto inédito, en el que todos los países ensayan respuestas con las herramientas que tienen a mano y sin garantía de éxito. Como nos pasó hace 20 años, cuando el país entró en la crisis que generó el fin desordenado de la convertibilidad, no existen manuales ni hojas de ruta del todo eficaces.

Pero hay algo que tenemos que tener claro: el mundo pospandemia que llegará tarde o temprano abre para nuestro país una oportunidad para buscar un horizonte en la economía global que nos permita desarrollarnos. No es menor que en el timón haya una gestión que tomó la decisión política, aún desde antes de asumir, de fijar sus metas sobre la base de una alianza con la producción y el trabajo.

El resultado de esa decisión se vio en los hechos: el paquete de asistencia por la pandemia fue el más grande de nuestra historia: 1,8 billones de pesos o 6,7% del PBI; se otorgaron créditos al 24% para el pago de salarios por $478.000 millones; $233.000 millones se destinaron al pago de salarios o créditos subsidiados como parte del programa ATP; el Fondo de Garantías Argentino (FOGAR) entregó garantías por $92.000 millones, entre otras medidas.

De acá en más, el objetivo es simple: primero salir de la recesión, que llevaba dos años antes de la pandemia y está llegando al tercer año a causa la pandemia. Segundo, terminar de instaurar un proceso de crecimiento sostenido sobre la base de nuestras fortalezas, que son muchas, y encaminar al país al desarrollo sustentable. Argentina tiene recursos naturales, pero no somos ricos sólo por tenerlos. Por tamaño y población, sólo seremos capaces de incluir a partir de empleo de calidad y bajar la pobreza, el gran saldo pendiente de la democracia, si transformamos esos recursos y les agregamos valor, tanto para el mercado interno como el externo.

La buena noticia es que tenemos los recursos humanos y financieros para hacerlo. La sociedad argentina tiene una capacidad de innovación insoslayable y contamos con el ahorro nacional para encarar la tarea. Sólo necesitamos convencernos de que no hay otro lugar mejor para que los argentinos inviertan que Argentina. Nuestro desarrollo será posible a partir de acuerdos de fondo sobre metas concretas y realizables, que nos pongan un horizonte hacia el cual movernos si terminamos, de una vez y para siempre, con las falsas dicotomías que bloquearon históricamente nuestro crecimiento: campo vs. industria; capital vs. trabajo; consumo interno vs. exportación; etc. La historia de nuestro país está plagada de grietas que impidieron que avancemos en una dirección mutuamente beneficiosa.

La discusión que viene y que tenemos que dar es cómo vamos a orientar todos los recursos que tenemos al objetivo común. La discusión no es sólo nuestra: en el año que termina se llevó a cabo en París la Primera Cumbre Mundial de Bancos de Desarrollo, llamada Finanzas en Común, en el marco del Foro por la Paz convocado por Naciones Unidas. Allí se lanzó una alianza inédita de 450 instituciones financieras de todo el mundo, en la que el BICE que presido forma parte. En conjunto, estas instituciones dan cuenta del 10% de las inversiones mundiales, más de u$s2 billones al año. Además, tienen en sus mandatos el objetivo de ser anticíclicos y de asistir a los sectores estratégicos de las economías. Contraria a la “mano invisible” del mercado, los bancos de desarrollo son muchas “manos visibles” con las que nuestras sociedades pueden movilizar hoy los recursos que construyan el mundo que queremos tener mañana.

En este contexto, el presidente Fernández anunció el compromiso del BICE de financiar un mínimo de u$s500 millones hasta 2023 en proyectos que impactarán positivamente en al menos 11 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de Naciones Unidas, incluyendo: Trabajo Decente y Crecimiento Económico; Industria, Innovación e Infraestructura; Reducción de la Desigualdad e Igualdad de Género; Agua y Saneamiento; y Combate a la Pobreza.

Tenemos que estar convencidos: Argentina puede jugar un papel importante en la nueva fase de la globalización que se inicia y que seguramente reconfigure las relaciones de fuerza y el papel que va a jugar cada país en el concierto geopolítico y geoeconómico por los próximos 100 años. La economía mundial empieza a enviar algunas señales que muestran que posiblemente tengamos una nueva oportunidad en los próximos años. Con el acuerdo con los acreedores privados y el entendimiento en curso con el FMI podremos tener un camino más liberado para aprovecharla. La economía de nuestro país está montada sobre sectores que son y serán fundamentales para la agenda que viene, como la agroindustria, la salud, la energía, la minería y la economía del conocimiento, entre otros.

En esa cancha define el partido que viene. De nuestro lado tenemos que asegurarnos de hacer bien las cosas que dependen de nosotros para estar bien preparados para jugarlo. La historia muestra que los procesos de desarrollo son endógenos, no se pueden importar ni tercerizar. Es hora de que hagamos el nuestro y lo llevemos a la práctica. En 2021 hay que dar ese primer paso.

Empresario industrial. Presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE).

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