Al ingresar a la sala de la galería Del Infinito se divisan las esculturas de la rosarina Fabiana Imola (1967), artista perteneciente desde hace años al staff. Junto a ellas, se exhibe por primera vez en Buenos Aires una extensa serie de dibujos sobre papel de Aníbal Brizuela (1935-2019). Imola tuvo a su cargo durante más de 20 años, el Taller de Arte de la Colonia Psiquiátrica Oliveros. Brizuela vivió gran parte de su vida en el Hospital Psiquiátrico Dr. Abelardo Irigoyen Freyre de la localidad de Oliveros.
Fabiana Imola: asomarse al arte más allá del límite de la cordura
La artista rosarina presentó obras suyas y de Aníbal Brizuela, enfermo psiquiátrico a quien tuvo a su cargo.
-
Prime Video: la electrizante película de Jason Statham que te tendrá atado durante 115 minutos
-
La imperdible película de acción que trabajan Matt Damon y Pedro Pascal que es de las más vistas en Max
“Nací en el hospital Durán”, cuenta en su autobiografía y, así describe su proceso creativo: “Empecé a escribir cuando llegué al Pabellón. Siempre escribo con birome. Yo sé descifrar las formas pero tienen miedo. Me concentro en alguna forma y me viene a la mente un hermano, una tronera, una placa base, un arca, un cáliz, un ornamento de oro. Al concentrar la mente, al hacer fuerza mental, comienzo a ver y escribo”. Y tal como los describe Brizuela, sus escritos, “dibujos en realidad” según Fabiana Imola, ostentan palabras, cruces, estrellas y corazones, entre titulares referidos a los ángeles y demonios, al cielo y el infierno.
Se sabe, el trato afectuoso y la práctica del arte tienen un poder balsámico sobre los enfermos mentales mientras, las imágenes, facilitan el acceso al inconsciente. Ellos comunican con sus dibujos, objetos y pinturas lo que no pueden formular con palabras. Desde el año 2007 los trabajos surgidos desde los abismos de la psiquis de Brizuela, fascinaron a los críticos de arte.
La rosarina Beatriz Vignoli observó entonces: “Una de las obras más impactantes de la Semana del Arte fue la de Aníbal Brizuela”. Agregó además que Imola se interesó por el interno del psiquiátrico que dibujaba casi constantemente, reconoció el estatus artístico de su producción y se tomó el trabajo de recuperar sus dibujos como obras de arte. “Él ahora lo sabe, se posiciona como productor. Antes no quería salir y ahora sale, va a las inauguraciones de sus propias exposiciones y de las de otros artistas. A partir de su arte ha podido entablar un lazo social”, contaba Imola con admiración genuina.
En 2014 presentamos en estas páginas la exhibición “Enciclopedia Oliveros” del Museo MACRO, con trabajos de 50 internos que pasaron por el taller de Fabiana Imola, curadora de la muestra. Allí se propiciaba el debate acerca de la salud mental y la inclusión social. El Museo fue el espacio de encuentro ideal entre las mejores piezas de la producción artística y la sociedad rosarina. “Con esta muestra se inaugura una etapa nueva. El cuadro enmarcado y colgado, una curaduría que ordena y potencia el discurso de cada uno de los artistas, cierra el proceso de la creación que, de este modo, cobra otro sentido. Por primera vez, las obras ingresan a un circuito de arte inclusivo”, señalaba Imola. En el catálogo figuran los dibujos de Brizuela con biromes de colores, el mismo estilo de los últimos grafismos y, por momentos, la misma obsesión que exhibe en Del Infinito.
Frente a la marea de palabras y signos y objetos de Brizuela, sobre las paredes blancas de la galería y en abierto contraste, se recortan las formas oscuras, onduladas, sueltas y absolutamente liberadas de Imola. Es otro mundo. Los antecedentes de la escultora se pueden rastrear en las sinuosas curvas y contracurvas del art nouveau y, en el territorio local, influyen los barroquismos de Jorge Gumier Maier, con sus “inspiradas cosas bellas que están para embellecer la vida”.
Sobre la enfermedad de Brizuela e incluso sobre su muerte (aunque se filmó una película que narra su vida) no hay mayor información. Fabiana Imola cuenta que no concurría al taller, aunque vivía en la Colonia Psiquiátrica. Acaso, por propia decisión, como la famosísima artista de los lunares, Yayoi Kusama.
El arte y la locura es un tema tan intenso como extenso. Antes de que Dubufett fundara el Museo Art Brut en Lausanne, que reúne expresiones de artistas autodidactas, marginales y enfermos mentales, alejadas de los códigos convencionales, se creó en Río de Janeiro el Museo del Inconsciente. En franca oposición a tratamientos como la lobotomía o el coma insulínico, en Brasil se fundó el Servicio de Terapéutica Ocupacional. Allí consideraron que las obras de los enfermos mentales podían integrar el patrimonio cultural. En el año 1957, el perceptivo Carl Jung observó algunas pinturas de esquizofrénicos de Brasil que llegaron al Congreso de Psiquiatría de Zurich, y preguntó: “¿Cómo es el ambiente en el que pintan estos pacientes? Supongo que trabajan rodeados de simpatías y de personas que no le temen al inconsciente”.
Por su parte, Imola explicaba su tarea: “El camino empieza con el reconocimiento, el aval de la obra de Brizuela proviene de otros artistas. Yo me iba a Buenos Aires por mi obra y mostraba la de él, a León Ferrari, por ejemplo. A partir de ese momento empezó a ingresar al circuito, después encontré un galerista de art brut en Francia interesado en su obra”. Hoy, Brizuela ya no está, pero Imola comparte con él, la sala de la calle Quintana.
Dejá tu comentario