8 de septiembre 2025 - 08:50

La proteína animal redefine el uso del maíz y abre tensiones hacia la próxima campaña

El consumo interno de maíz en Argentina trepará a 12,3 Mt en 2024/25, liderado por la producción de proteína animal. Feedlots, avicultura y lácteos marcan tendencia y anticipan tensiones hacia la próxima campaña.

Cada vez más maíz queda en corrales, tambos y granjas del país.

Cada vez más maíz queda en corrales, tambos y granjas del país.

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Argentina vive un cambio estructural en el destino de su maíz. Lo que durante décadas se pensó como un grano principalmente exportador, hoy encuentra en el mercado interno una demanda creciente vinculada a la producción de proteína animal. De acuerdo con la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el uso forrajero del cereal durante la campaña 2024/25 alcanzará 12,3 millones de toneladas, un leve aumento frente a las 12 millones del ciclo anterior, pero suficiente para consolidar una tendencia de absorción doméstica que no se detiene.

La cifra refleja un fenómeno de fondo: cada vez más maíz queda en corrales, tambos y granjas del país. Según la BCR, alrededor de un tercio de ese total lo absorbe la avicultura, tanto en carne como en huevos; otro tercio corresponde a la producción bovina, donde los feedlots son protagonistas; la lechería concentra cerca de una quinta parte; los porcinos suman un 13%; y el resto se destina a alimentos balanceados para mascotas, un rubro que crece de la mano de la tenencia animal en los hogares argentinos.

El peso creciente del consumo doméstico

El caso de la ganadería bovina es ilustrativo. La expansión del engorde a corral ha cambiado la ecuación de consumo de granos. En 2024, SENASA registró 5,5 millones de cabezas en feedlots, el 36% de la faena nacional. No obstante, la propia BCR advierte que este número subestima la realidad y que la participación de los corrales se acerca al 50%. Con una faena proyectada de 14 millones de cabezas para esta campaña, la demanda de maíz desde este sector rondará los 3,9 millones de toneladas.

La avicultura, tanto en carne como en huevos, se consolida como uno de los pilares de la absorción interna. El stock de gallinas en postura pasará de 57,7 millones en 2024 a 60 millones en 2025, lo que permitirá producir cerca de 18.000 millones de huevos. Este salto se traduce en una mayor demanda de maíz, que ya ronda 1,7 millones de toneladas, a lo que se suman otras 2,7 millones destinadas a la faena aviar, con 746 millones de pollos previstos para la campaña.

En paralelo, la lechería muestra signos de recuperación tras un año de caída. La BCR proyecta que la producción alcance 11.150 millones de litros en 2024/25, lo que equivale a un consumo forrajero cercano a 1,9 millones de toneladas. Se trata de un sector donde la relación entre ingresos domésticos, precios internacionales y costos de alimentación define la rentabilidad, y el maíz vuelve a aparecer como factor determinante.

El sector porcino también se posiciona como un actor dinámico. La faena crecería hasta 8,45 millones de cabezas, frente a los 8,38 millones del ciclo anterior, impulsada por un cambio en la dieta de los argentinos y la ampliación de granjas en escala. Esta actividad demandará unas 1,6 millones de toneladas de maíz. Incluso el mercado de petfood, antes marginal, se incorpora con fuerza: la BCR estima un consumo de 425.000 toneladas en el ciclo actual, en un contexto donde el 80% de los hogares del país posee al menos una mascota.

Un empalme que genera dudas

El creciente protagonismo del consumo interno no está exento de tensiones. En declaraciones recientes a Ámbito Financiero, Federico Zerboni, presidente de Maizar, advirtió que “el consumo interno está muy fuerte; sostiene el precio incluso por encima de la paridad de exportación. Si esta tendencia continúa, el empalme de las cosechas va a ser muy justo porque la exportación tiene anotadas muchas toneladas de venta con compromisos”.

El planteo de Zerboni refleja una preocupación concreta: el empalme entre la campaña 2024/25 y la 2025/26 podría dejar un margen reducido de disponibilidad de maíz, en un momento en que la exportación ya tiene compromisos asumidos. En otras palabras, la demanda doméstica crece a tal ritmo que empieza a competir con la necesidad de abastecer los mercados externos, tensionando la balanza entre consumo interno y exportación.

Este escenario coloca al maíz en el centro de la agenda agroindustrial argentina. Ya no solo por su peso en los puertos, sino porque su presencia en corrales, tambos, granjas y hasta en la industria del petfood sostiene precios internos, condiciona la logística y obliga a repensar la estrategia de abastecimiento de cara a la próxima campaña.

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