El desarme del cepo cambiario marcó un antes y un después en la estrategia inversora: de pronto, el mercado empezó a moverse con un nuevo pulso. Abril, fue un mes de certezas cambiantes. En Wall Street, los flujos internacionales reflotaron tensiones entre aversión y apetito por el riesgo y en Buenos Aires, el furor por el “carry trade ” llegó al "prime time". El resultado es un tablero de incentivos complejo, donde la ansiedad por retornos jugosos coquetea con la inestabilidad que domina el escenario global: en el medio, el ahorrista.
Del dólar a Warren Buffett: cómo se reconfigura el ADN del inversor argentino en el nuevo mapa financiero
En un escenario marcado por la inestabilidad y la búsqueda de sentido, el mercado argentino comienza a abrazar una nueva cultura financiera, donde invertir ya no es solo una cuestión de rentabilidad.
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En este contexto de incertidumbre renovada, los inversores parecen descubrir que aferrarse al tradicional ahorro en dólares ya no alcanza. Así emergen con fuerza entre los locales dos nuevas tendencias: el social investing, que prioriza impactos sociales y ambientales junto al rendimiento financiero, y la inversión basada en objetivos (Goal-Based Investing, en inglés), que transforma cada inversión en un hito concreto —sea comprar la casa, financiar estudios o ejecutar ese viaje tan esperado— paso a paso.
Dos corrientes que, lejos de ser un experimento importado, empiezan a arraigarse en el territorio argentino, lo que marca el inicio de una nueva etapa inversora. Ámbito conversó con dos referentes del mercado y especialistas en cada una de estas nuevas tendencias.
Sobre las inversiones basadas en objetivos
Tomás Camussi, CEO de BeeWe, una startup cordobesa de finanzas, plantea que en América Latina, millones de personas no invierten “no porque no quieran, sino porque no pueden, no saben o desconfían”. Y es que en contextos de inflación crónica, crisis recurrentes, alta informalidad laboral y sistemas financieros percibidos como complejos o elitistas, hablar de "inversión" suena ajeno, distante o directamente riesgoso, desliza Camussi.
Así surge la inversión basada en objetivos, pues plantea una transformación profunda en cómo las personas “entienden, abordan y se vinculan emocionalmente con el acto de invertir”, en particular en contextos desafiantes como el doméstico o el de la región en general.
Camussi sostiene que esta estrategia, en lugar de centrarse en "maximizar retornos o ganarle al mercado", pone el foco en “cumplir metas personales concretas”, lo que permite que incluso personas con ingresos bajos o sin conocimientos financieros previos puedan arranquen a invertir “con propósito”.
“Es una estrategia que prioriza la confianza, continuidad y sentido, más allá de la rentabilidad”, desliza el estratega en declaraciones a este medio. Sucede que este enfoque no solo responde a barreras estructurales —como la informalidad laboral o la falta de educación financiera—, sino también a obstáculos emocionales, como el miedo, la desconfianza y el desconocimiento.
El GBI propone una hoja de ruta gradual:
- Seguridad (corto plazo): construcción de un fondo de emergencia que brinde tranquilidad frente a imprevistos.
- Crecimiento (mediano plazo): ahorros para objetivos aspiracionales, como un viaje o la compra de herramientas laborales.
- Libertad financiera (largo plazo): proyección a futuro con un portafolio diversificado para retiro o independencia económica.
“Este esquema permite que las personas se descubran inversoras al ver que sus pequeñas acciones dan resultados visibles y tangibles, lo que genera motivación, reduce el estrés y fortalece el vínculo con el mundo financiero desde un lugar emocionalmente positivo y racionalmente claro”, asegura Camussi.
A cerca del social investing
En un contexto económico desafiante como el actual y donde quienes más necesitan invertir o potenciar sus ahorros “son quienes menos conocimientos tienen para hacerlo, surge una tendencia global que impulsa el acceso al mundo de las inversiones simples a todo tipo de usuarios: el social investing”, explican desde Front Inversiones, la plataforma digital que ayuda a los usuarios a alcanzar objetivos de ahorro.
Básicamente, el social investing es un modelo colaborativo que fusiona la lógica de las redes sociales con las plataformas tradicionales de inversión, al crear comunidades donde usuarios de todos los niveles comparten estrategias, análisis y decisiones financieras en tiempo real.
El resultado: un espacio donde se aprende de manera horizontal, se replica lo que hacen los más experimentados y “se reducen las barreras de entrada para quienes hasta ahora estaban fuera del sistema financiero”, explica su CEO, Alan Mac Carthy.
De fenómeno global a solución local
Según el estratega, a nivel internacional, el social investing tomó fuerza en los últimos años. Plataformas como eToro y Binance incorporaron funcionalidades de comunidad para facilitar la interacción entre inversores. Por ejemplo, eToro, pionera en el modelo, reportó un aumento del 300% en su base de usuarios durante la pandemia, un período marcado por la volatilidad y la necesidad de contar con referencias confiables.
En Argentina, la lógica detrás de este modelo adquiere una urgencia particular. "Un argentino que dejó sus ahorros en pesos bajo el colchón durante 2023 perdió más del 200% de su poder adquisitivo", desliza Mac Carthy. "La necesidad de invertir no es una opción, es una obligación de supervivencia financiera. Pero paradójicamente, quienes más necesitan invertir son quienes menos conocimientos tienen para hacerlo”, lamenta el experto.
Cómo funciona y para quién es:
El impacto del social investing varía según el perfil del usuario:
- Para principiantes, representa una curva de aprendizaje más corta y segura. En lugar de iniciar solos, pueden observar, copiar y adaptar las estrategias de otros inversores más experimentados.
- Para los intermedios, es un espacio de validación y descubrimiento. Las ideas se contrastan con la comunidad, se reciben comentarios y se afinan decisiones.
- Para los expertos, la plataforma se convierte en un canal para monetizar su experiencia: cada vez que un usuario replica su cartera, reciben una compensación proporcional de las comisiones.
Inteligencia artificial aplicada a las inversiones: el futuro llegó hace rato
La innovación no termina ahí. En abril, la plataforma financiera lanzó el primer chat con inteligencia artificial aplicado al mundo financiero. Un sistema, disponible en Argentina y Chile, y que responde consultas personalizadas, analiza el historial del usuario y hasta permite interactuar con identidades virtuales basadas en inversores legendarios como Warren Buffett o Jeff Bezos.
“La Inteligencia Artificial de Warren Buffett, por ejemplo, evalúa tu cartera y te sugiere cambios basados en su filosofía de inversión”, explica Mac Carthy. Cabe destacar que esta tecnología fue desarrollada internamente por Front y se suma a otras funcionalidades con IA, como un sistema de predicción de precios desarrollado en conjunto con Amazon Web Services (AWS). La meta es clara: transformar cada decisión de inversión en una experiencia guiada, inteligente y accesible.
En definitiva, la transformación del ecosistema inversor argentino no solo refleja un cambio en las condiciones macroeconómicas, sino también en la mentalidad de los actores del mercado. Lejos de ser una moda pasajera, el auge del social investing y la inversión basada en objetivos sugiere que, en tiempos de cambio, lo más valioso no es solo cuánto se gana, sino cómo y para qué se invierte.
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