9 de septiembre 2002 - 00:00

Argentina logró arañar el título

Nunca un equipo argentino estuvo tan cerca de la gloria, nadie llegó, trepó tanto en la historia grande de un campeonato mundial de basquetbol -después de aquél recordado campeonato del '50- como lo hizo este conjunto que se llevó todos los elogios, ganó todos los aplausos y tuvo como centro Indianápolis, para desde allí despertar los elogios de la prensa internacional.

No podemos decir que no duele haberse quedado en ese suplementario tramposo en la final con Yugoslavia (84-77 luego de un empate en 71 donde cometieron un evidente foul a Sconochini que le restó posibilidades)
, pero este equipo de «notables» también les había ganado a las estadísticas hace ya dos partidos. Habrá que señalar los objetivos: primero, entrar entre los 6 primeros, el único puesto de vanguardia logrado en el '67 después del Mundial del '50; luego, escalar en busca de una medalla (por lo que había que entrar entre los cuatro primeros), más tarde, había que dar otro envión para entrar en la final y para eso había que ganarle al duro equipo de Alemania (3º).

Se llegó superando a Venezuela (107-72), Rusia (100-81), Nueva Zelanda (112-85) en la zona de clasificación y a la misma Alemania (86-77), China (95-71), Brasil (78-77) y antes de eso dar un golpe de nocaut a los Estados Unidos (87-80) en su propia casa, quitándole el invicto que ostentaba un «dream team» desde el '92.

Se sabía que Yugoslavia era uno de los más serios candidatos a pesar de haber perdido dos encuentros: con Brasil y España. Sin embargo, es un equipo que también tiene historia y mucha, posee una escuela como pocos, tienen hombres que se tutearon siempre con los mejores y cosecharon medallas en lo más alto del podio. De eso dan cuenta los mundiales de 1970, '78, '90 y el último del '98.

A ese equipo, Argentina -esta vez-lo tuvo al borde del nocaut. Primero cuando no pudo sustentar los cinco puntos de ventaja que llevaba faltando tres minutos y ese final donde a 10 décimas de segundos, los árbitros «se hicieron los distraídos» no cobrando una falta que hubiese -seguramente-provocado que el título ecuménico cambie a manos de Argentina. Es decir, que este equipo que dirige Rubén Magnano estuvo a sólo un paso de marcar el hito más grande de ese deporte a nivel mundial.

No se puede cerrar la nota sin hacer mención a estos jugadores de altísimo nivel que dieron todo (más allá de su gran jerarquía internacional) por traer siempre algo más. Tal vez, el abanderado sea Emanuel Ginóbili, que jugó parte de la final en una pierna tras el esguince sufrido ante Alemania, luego de volar alto como sin duda lo hará en la NBA, pero no se podrá soslayar la importancia que tuvieron Pepe Sánchez en la precisión de su juego de armado, la potencia de Montecchia para ponerse el equipo al hombro cuando las cosas no salían, y otra forma de juego y la misma potencia con Lucas Victoriano, cuando había que salir con una base sólida y eficaz.

No hay equipo si esa defensa no es complementada con otras acciones en el juego medio, sea para abrir caminos por la llave o por el lanzamiento a distancia. Argentina encontró en Sconochini a un jugador de excepción con su habilidad y precisión para trabajar bajo el aro, en Palladino al hombre que simplificó situaciones complicadas con sus remates de tres puntos y en Nocioni el tempera-mento y juego que faltaba cuando el equipo mostraba el menor signo de flaqueza.

Debajo del tablero ofensivo realizaron -a su vezun gran trabajo Fabricio Oberto, Rubén Wolkowiski y Luis Scola. Complementando o dando forma en el marcador a un trabajo que salía desde la línea de base hacia adelante. Para completar habría que hacer una mención a Leo Gutiérrez y Gabriel Fernández, dos jugadores que esperaron pacientemente turno en el banco y tal vez por desconocido, cuando ingresaron, no sólo no desentonaron sino que aportaron algo de lo que saben y pueden.

Sería impropio no señalar el trabajo que provino desde la base técnica. La cabeza visible fue Rubén Magnano, pero detrás Tolcachier y Duró fueron pilares de este gigantesco equipo que llegó a cumbres (a priori) tal vez impensadas, pero que sin dudas le darán un nuevo impulso a este basquetbol que de la mano de León Najnudel tomó cuerpo y forma y hoy se puso el frac de subcampeón con el rótulo de «dream team», porque el sueño fue cumplido y con creces.

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