13 de septiembre 2007 - 00:00

Sigue la polémica por los arbitrajes

Horacio Elizondo
Horacio Elizondo
Desde la aparición de Angel Norberto Coerezza (1957) hasta el retiro de Horacio Elizondo (2006), el referato argentino se podía jactar de que el nivel de sus jueces estaba un escalón por encima de toda Sudamérica y en el primer plano mundial.

En los últimos tres campeonatos permanentes errores colocaron a los árbitros en la mira no sólo de los simpatizantes, sino de los propios protagonistas: jugadores, técnicos y hasta los dirigentes.

El mismo Elizondo fue contundente cuando dijo que el nivel del arbitraje argentino está en una franca decadencia en los últimos 15 años. «Parar árbitros no es una solución. Hay que fijarse cuál es el nivel que se tiene en la actualidad y trabajar sobre él. Además hay que ver en otras categorías qué recursos humanos y qué material hay para poder tener un mejor arbitraje.»

Para otro ex árbitro de Primera División, Aníbal Hay, «los problemas gremiales de los últimos tiempos provocaron que muchos jóvenes con poca experiencia y sin una buena preparación saltaran a dirigir en Primera».

Remontándose al campeonato pasado surgen como errores groseros el gol con la mano que Ariel Ortega le marcó a Quilmes y fue convalidado por Daniel Giménez, o el penal que Rafael Furchi marcó en favor de River contra Nueva Chicago cuando la infracción había sido por lo menos un metro afuera del área.

En el actual Apertura, se producen errores y horrores arbitrales en dos o tres partidos por fecha.

Basta mencionar las fallas de Juan Pablo Pompei que perjudicaron a San Lorenzo en tres de los cuatro tantos marcados por Arsenal; en los errores de Federico Beligoy, que en Santa Fe no cobró dos penales -uno para Boca y otro para Colón- y no expulsó a Freddy Grisales, finalmente autor del agónico gol para el triunfo santafesino. También quedó como mancha el claro penal que Saúl Laverni no le cobró a Independiente ante San Martín de San Juan. En los tres casos fueron decisivos en el resultado.

Desde hace varias fechas, el técnico de San Lorenzo, Ramón Díaz, se venía quejando de los arbitrajes al señalar que le gusta que le ganen los partidos en la cancha. Y tras la derrota del último domingo ante Arsenal dijo que iba a hablar con los dirigentes en relación con los arbitrajes.

Eso motivó que la Comisión Directiva de San Lorenzo emitiera un comunicado en el que exteriorizó su «profundo malestar» por la labor de los jueces.

También el director de la Escuela de Arbitros de la AFA, Abel Gnecco, criticó a Pompei. «El partido yo lo vi por televisión y en base a lo que me muestran las cámaras», y agregó que «los errores en este partido fueron clave porque son jugadas que definen el encuentro. Hay que tener certeza en las decisiones. El árbitro tiene que ser justo porque para eso fue formado», insistió.

Pero advirtió que no está de acuerdo con la incorporación de la tecnología al arbitraje: «Si para los partidos hay que preguntarle a la televisión si fue penal o no, posición adelantada o no, el fútbol ya no sería lo mismo. No se puede parar a cada rato. Todos protestarían, no se puede».

También un referente de San Lorenzo y muy allegado a la institución, como Marcelo Tinelli, y el presidente de Independiente, Julio Comparada, se quejaron.

Como consecuencia de las presiones, el presidente de Lanús, Nicolás Russo, advirtió que el fútbol «es un juego de vivos en el que todos quieren sacar ventajas». «Cuando al equipo de mi institución lo dirigen mal yo puedo llegar a hablar del tema con el árbitro, pero todo queda ahí», señaló.

Dijo que de la manera en que criticaron Díaz y Tinelli, a través de los medios, condicionan al referí que tendrá que dirigir a Lanús con San Lorenzo, en el próximo partido.

También desaprobó las quejas del titular de Independiente, Julio Comparada, quien vinculó a su salida de la Secretaría de Finanzas de la AFA y su pelea con Julio Grondona, los arbitrajes negativos para Independiente. «Cuando jugaron Independiente y Lanús, el equipo de Comparada fue favorecido y ahí no se quejó», disparó Russo.

A favor de los jueces está el hecho de que el fútbol argentino es el más difícil de dirigir, porque se busca sacar ventajas de todo tipo.

Acaso algunos no están preparados para soportar la presión de los poderosos y de los sectores que « manejan» el fútbol.

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