Una parte de la agroindustria y el Gobierno concretaron un acuerdo de precios para volcar al mercado interno aceites envasados de girasol y mezcla a precios razonables. Esto dejaría resuelto el problema en cuanto a la soja, pero quedan pendientes los mecanismos para maíz y trigo de los cuales dependen una decena de alimentos de la canasta básica. Si bien las mesas de negociación de ambos cultivos siguen trabajando activamente, no se pudo lograr un consenso entre todos los actores de la cadena, integrada por productores, industriales y exportadores. El Ejecutivo apura las negociaciones y sube el tono al poner sobre la mesa otras medidas posibles, como un aumento de retenciones o la implementación de cupos de exportación.
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El Gobierno enfrenta dos dilemas. Por un lado encontrar las herramientas para que los alimentos que tienen una referencia de precio internacional no sigan esa lógica en el mercado interno; y por otra parte, aprovechar la capacidad exportadora de la Argentina que oxigenaría de dólares a la economía. Tras el desastre provocado por el covid-19, el mundo entero proyecta una recuperación de la economía -muy concreta gracias a la efectividad de las vacunas- con la consecuente demanda de materias primas y alimentos de calidad.
Según Enrique Erize, presidente de la consultora Novitas, el futuro es promisorio en cuanto al precio de los granos y aunque la soja se tomó un respiro, va a seguir subiendo”.
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) publicará hoy un informe en el que se confirmarían ajustados stocks de granos. En cuanto a la soja, hasta el jueves pasado las ventas de EE.UU. al exterior llegaron al 97% del saldo exportable cuando sólo van 5 meses del ciclo comercial. En el maíz la demanda de China es cada vez más fuerte sobre el cereal: sólo en la última semana los asiáticos importaron 7 millones de toneladas. En este sentido, Erize precisó que si bien el USDA ya advirtió que China podría importar este año 16 millones de toneladas, Goldman Sachs y otros bancos de inversión duplican la cifra y la llevan a 55 millones en 2023. Para abastecer a China, nada parece ser suficiente y los asiáticos podrían tener un grave problema a futuro por la falta de soja y de maíz, a pesar de ser grandes estrategas a la hora de administrar sus compras.
Pero lo cierto es que en EE.UU. ya queda poca soja. Para Erize, “antes del final de septiembre EE.UU. va a tener que importar. No lo hará desde Argentina, tampoco desde Brasil -que ya tiene el 70% de la cosecha vendida- por lo tanto es probable que comience a racionar la demanda y eso llevaría a una suba de precios”.
Hoy los mercados perciben un escenario similar al del 2012 cuando la soja superó los u$s600 por una fuerte sequía en EE.UU. Esto no quiere decir que vaya a superar ese precio en los próximos días, pero la situación a futuro es más compleja porque se llega a este momento luego de una buena cosecha en el norte y aún así la soja no alcanza, por lo tanto para administrar los stocks se espera que Chicago ajuste por precio. Ese importe estaría vinculado a lo que se llama “paridad de importación”, es decir el valor que le sirve de indicador a un importador para que tras sumar gastos financieros, de almacenaje, impuestos y venta, tenga una ganancia.
Erize está convencido: “Vamos a un esquema de suba de precios en soja y maíz, más aún cuando China fortalece sus lazos con más de una docena de países en la región de Asia Pacífico -2.200 millones de personas- entre los cuales figuran Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Australia y varios del sudeste asiático. En todos ellos se esperan mejoras del PBI y por lo tanto mayor demanda de alimentos de calidad.
El panorama puede ser promisorio para la Argentina, no por varios meses sino por años. La clave será estar preparados para aprovechar esta oportunidad de desarrollo y crecimiento a partir de la exportación e industrialización de productos agroalimentarios, pero para eso habrá que ser muy hábil en el manejo del comercio interior y exterior ante las tensiones que se puedan suscitar.
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