14 de diciembre 2018 - 00:04

Argentina, nuevamente víctima del síndrome del "tasa-dólar"

Es el esquema por el cual se intenta que capitales golondrina mantengan todo lo posible al dólar en caja. Una experiencia que nunca terminó bien.

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Las autoridades económicas sacaron el “piso” del 60% anual a las tasas de interés, pero resulta que ya va una semana de tasa superior al 59% anual. Estos rendimientos en torno del 5% mensual son superiores, en realidad muy superiores al relevamiento de expectativas de inflación que realiza el propio Banco Central, que se ubica bien por debajo del 30% para los próximos doce meses. Como la tasa de interés hay que compararla con las expectativas de inflación y nunca con la inflación pasada, resulta que hoy tenemos una tasa de interés real gigantesca. Estratosférica. De alrededor del 35 % anual nominal. O sea más del 42% anual acumulado. Esa es la tasa real de interés interbancaria hoy en Argentina. Las tasas a las cuales acceden empresas y particulares son muy superiores. Llama la atención entonces que el Banco Central no haya seguido con ímpetu bajando las tasas de interés. ¿Por qué? Porque desea comprar dólares, lo cual es lógico, y no lo consigue. No lo consigue porque se equivocó en el lanzamiento de este dispositivo de bandas flotantes con “zona de no intervención” y puso la banda mínima en niveles excesivamente bajos. Por lo tanto, a pesar de que estamos en el mes más ilíquido del año, no le venden dólares. Como no le venden dólares intenta forzar al mercado a que lo haga manteniendo los rendimientos por las nubes. ¿Por qué desea el Banco Central comprar dólares? Muy sencillo: porque los dólares del FMI a duras penas alcanzan para pagar los vencimientos de 2019 suponiendo que se renuevan las letras en dólares y en pesos del Tesoro sin problemas durante todo 2019. De otra manera, esos dólares del Fondo Monetario no van a alcanzar ni siquiera para todo 2019 y estaríamos a solo meses de enfrentar tropiezos con los pagos. Y es que el mercado financiero no se ha percatado de que en ausencia de financiamiento externo la única alternativa para no caer en default es que el Tesoro compre agresivamente dólares en el mercado de cambios. No hay otra salida. Y para que ello no impacte en el precio del dólar haciendo que este suba en estampida es necesario un suculento superávit de balanza comercial que abastezca adecuadamente el mercado de cambios. Claro que con esta cotización del dólar a duras penas se elimina una parte aún indeterminada del abultado déficit de cuenta corriente que todavía tiene Argentina. Pero no se logra ningún superávit. Ni siquiera exiguo. El hilo del razonamiento sigue fácil entonces: las cuentas no cierran. El Banco Central debería comprar dólares pero se equivocó con las bandas de flotación y no compra. Tampoco deja ir al dólar a un nivel más confortable para las cuentas externas del país porque quiere controlar artificialmente la tasa de inflación y desea que el dólar se mantenga por debajo de los $40 todo el tiempo posible. Para eso paga una tasa de interés real desorbitante. Parece mentira, pero venimos de años de retraso cambiario y apenas empezamos a salir se intenta forzar volver al retraso cambiario como arma electoral para 2019. Esta no es una actitud negligente. Es una decisión fríamente calculada que en otro gesto de mala praxis por parte de las autoridades se han decidido a volver a confiar en capitales golondrina para que financien un “veranito” de baja inflación a ver si el Presidente logra la reelección después de dejar la economía en estado totalmente calamitoso a fines de 2018.

Por eso el bautismo de “Plan Primavera II” a este diabólico mecanismo de bandas de flotación. Porque lo único que se intenta es aguantar como se pueda la bola de nieve de inflación presente que se frena al costo de una bola de nieve de inflación futura más alta. Mucho más alta, porque cuando los capitales golondrina invertidos en plazos fijos y en Lecap intenten salir, o incluso, sin necesidad de que ello ocurra cuando los dólares del Fondo Monetario no alcancen ya para pagar hacia fines de 2019 la consecuencia, sin default o con él, será tener que soportar una tasa de inflación mucho más alta que la que se intenta contener de manera artificial.

Mecanismo

Sintetizando, puede decirse que el Gobierno se ha enredado en el viejo juego del “tasa-dólar”. O sea en el esquema por el cual se intenta que capitales golondrina mantengan todo lo posible al dólar en caja. Durante 2016 y 2017 esos capitales se conformaban con tasas reales de interés del orden del 7% u 8% anual con respecto a las frustradas expectativas de inflación que en aquella época había. Ahora los rendimientos que debe pagar el Banco Central son en términos reales el 42 % anual tan solo para mantener al dólar cerca de la banda mínima de flotación, por debajo de los $40 como único argumento económico para lograr conseguir votos, aunque ello sea altamente perjudicial para el país. El tamaño exorbitante de esos rendimientos reales también influye negativamente en la tasa de riesgo país, que necesariamente debe ser muy alto porque los bonos argentinos compiten en desventaja con rendimientos en pesos pantagruélicos. Como se ve, es la combinación de las viejas historias del perro que se muerde la cola y del síndrome de la frazada corta. Sobre llovido, mojado. La realidad es sencilla de describir. Lo que cuesta pensar es que haya funcionarios tan peligrosos como para llevar a la práctica esquemas así, defectuosos desde el vamos y políticos tan pero tan ambiciosos que para perpetuarse en el poder meten a toda la Argentina en este síndrome del “tasa-dólar” que nunca, pero nunca, terminó bien. ¿Por qué va a ser esta la excepción?

Walter Graziano y Asociados

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