Las mesas siguen operando y ni el Covid-19 las detiene. Aunque ahora todos parecen más expertos epidemiológicos, los operadores e inversores reparten su tiempo en las innumerables videoconferencias con clientes y analistas. ¿Salud o economía?, parece ser el leitmotiv de la mayorías de los encuentros virtuales. Obvio que el tema de la deuda sobrevuela todas las charlas pero el nivel de incertidumbre sobre lo que viene, una vez superado este trance, abate todos los ánimos. Nadie imagina cómo será el día después. Decenas de escenarios proyectados, todos bajo la hipótesis de que se vence a la pandemia, pero ninguno muestra ni una salida rápida ni un horizonte despejado.
Lo que se dice en las mesas
El Covid-19 alienta furor por videoconferencias, donde a nivel local la vedette es Carlitos. ¿Bonos de guerra o patria? Encierro genera mayor dosis de rumores y especulaciones. Diagnósticos para el olvido. "Espía" australiano da pistas sobre salida china. Fondos activan "swing pricing". Bill, el cuarentenador, se llenó los bolsillos. Wimbledon la vio, BNP no. Misterioso fondo londinense, que no es rapero, hace fortunas con el VIX.
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Lo que se debate es el tránsito, es decir, cómo harán los distintos gobiernos para llegar a la otra orilla y en qué condiciones lo harán y quedarán. Argentina, es sin duda, una de las economías que más va a sufrir porque ya viene con su propia neumonía mal curada.
Al respecto en una de las videoconferencias un analista local aportó un dato: el ministerio de Salud ya distribuirá un protocolo de bioética para evitar el colapso de Cromañón, así los médicos tendrán una guía moral en todo el país de cómo proceder si hay colapso, a quién le dan respirador, a quién le abren la puerta, a quién salvan, y cómo tratar los fallecidos. Un tema muy delicado y sensible que enmudece al más avieso de los traders.
También se habla del “fideo gate” y cómo el Gobierno intenta ganar tiempo extendiendo la cuarentena “light”. “Alberto es consiente del colapso económico pero lo angustia un colapso sanitario por eso mira el 23 de abril y cómo hacer la fase 3 de la cuarentena”, contaba un analista con llegada a Olivos. El principal temor es el día que se permita salir porque nadie sabe cómo se comportará la gente en su conjunto. Los argentinos no son alemanes.
Una de las vedettes de las videoconferencias es (Carlitos) Melconian a quien no para de atender desde el garaje-gimnasio de su casa a clientes, amigos y colegas. En otro encuentro se habló mucho del “Alcatraz” bancario, donde es imposible esperar que las entidades bajo cuarentena puedan satisfacer la demanda de crédito. Además muchas perdieron el músculo de ir a buscar clientes porque las Leliqs los cooptaron.
La mayoría de los economistas se la pasan calculando cuánto va a tener que emitir el BCRA para cruzar el Rubicón. Pero ninguno se anima, por ahora, a anticipar una hiper. Mientras tanto, en EE.UU. hablan de “bonos de guerra” y acá del “bono-impuesto Patria”. ¿Volverán las arengas belicistas al estilo ¡Buy war bonds!, o irán por lo más burdo cobrarle otro impuesto a los que blanquearon (y después no quieren que haya fuga de capitales, se escuchaba en las videos)? Quizás en EE.UU. aparezca Donald como el Tío Sam mangueando al estilo JFK “¿qué puedes hacer por tu país?” pero en Argentina quién pondrá la “face”, más allá de los oportunistas de siempre, para cobrar impuesto del impuesto. Una cosa es querer cobrarle a los Rocca, Bulgueroni o los Galperín y otra es a los de la clase media que ahorraron fuera del sistema porque no quisieron ser víctimas de devaluaciones, confiscaciones y demás pandemias criollas y encima blanquearon creyendo en Mauri. ¿No sería mejor proponerles un bono patriótico, medio coercitivo, que lo cancele el próximo gobierno, con un cupón similar a la propuesta del canje?
Veremos en EE.UU. por lo pronto ya se habla de esto en Washington. Y a la hora del encierro, todo tipo de rumores. Uno de los más escuchados antes del Jueves Santo fue que les obligarían a las empresas con depósitos bancarios a usar esos fondos solo para el pago de sueldos, proveedores e impuestos. Sobre lo que viene, nada alentador. Nadie habla de una caída no menor al 4% del PBI este año. El escenario base es -5%. Y el tiempo de cuarentena supuesto máximo de 2 a 3 meses. Respecto al “fideo gate” se dice que terminó siendo una oportunidad para que los albertistas tomen el control del ministerio más loteado del gabinete. Sobre la pandemia también se escucharon dos datos reveladores: en Buenos Aires consideran el número clave 1.000 contagios diarios, ese es el nivel crítico para la provincia, ahí el sistema colapsaría. Y como ejemplo del deterioro, un médico de un enorme hospital bonaerense contó que el año pasado en el brote de bronquiolitis no tenía ni oxígeno. Por último en otro encuentro virtual un economista alertó sobre el tsunami de cheques rechazados que hubo tras la apertura del clearing, se multiplicaron por ocho el promedio diario. Sobre la inflación de marzo, las mediciones privadas, que logran seguir relevando, marcan más de un 3,5%.
Pero las videoconferencias no fueron solo autóctonas muchos gestores compartieron con clientes y colegas del exterior varios encuentros. En uno de ellos fue muy comentada la nota del australiano Dale Nicholls, gestor de Fidelity con base en Hong Kong, quien dio pistas sobre la recuperación china, tan rápida y fuerte. Una de ellas es que, probablemente, se eleve el gasto en infraestructuras y, en este sentido, las administraciones locales de China ya están recaudando un “considerable” volumen de fondos en forma de bonos (un tema que divide a la UE, los coronabonos, o sea, la posibilidad de mutualizar la deuda europea ante una situación tan extraordinaria como la actual). Si bien la recuperación del consumo es algo más difícil de calibrar los nuevos estímulos deberían ayudar como por ejemplo la distribución de vales de compra para los ciudadanos.
Según un fabricante local cuyo testimonio recoge el gestor de Fidelity, las empresas chinas ya han vuelto a trabajar a un 80% de su capacidad y su objetivo es llegar al 100% en los primeros días de abril. Los principales directivos chinos están centrados en recuperar el pulso. En una reciente encuesta de la gestora americana entre más de sus 150 analistas de renta variable y renta fija repartidos por todo el mundo se extraía la conclusión de que, aunque el coronavirus empezó en China, el mayor impacto económico se registrará en las empresas europeas, que serán las que más tarde salgan de la crisis generada por el Covid-19.
Hablando de Europa, varios fondos, entre ellos Schroders, Groupama, Edmond de Rothschild, Degroof Petercam o Lazard son algunos de los varios gestores internacionales que han activado en estas semanas sus protocolos de swing pricing para proteger a los inversores que mantienen sus fondos ante el riesgo de dilución. Este mecanismo se pone en funcionamiento a causa de la alta volatilidad en los mercados provocada por la crisis del Covid-19. Pero, ¿en qué consiste realmente? La dilución es el impacto que las suscripciones o los reembolsos pueden tener cuando se valora un fondo, esto es, la diferencia entre el valor liquidativo al que se contrata o desinvierte un fondo por parte del inversor y el precio de mercado al que el gestor tiene que comprar o vender los activos subyacentes del fondo para poder atender el rescate del inversores. La diferencia a veces puede ser elevada dependiendo de la liquidez del mercado y el estrés o volatilidad al que esté sometido, y es asumida por todos los inversores que están dentro del fondo. La consecuencia directa es que la rentabilidad neta del fondo cae.
Para solventar esta problemática, existe la técnica del swing pricing, que tiene como fin reducir para los inversores del fondo el costo de reorganizar la cartera cuando hay entradas o salidas de dinero. Así, el valor liquidativo se ajusta al alza o a la baja en función de si la variación de pasivos es positiva o negativa. Por ejemplo, el supervisor financiero de Reino Unido aprobó este mecanismo en 2001, en Luxemburgo existe desde 2006 y a Francia llegó en 2014 (el próximo España).
En Wall Street, mientras tanto, uno de los que más instó al Gobierno de Trump a aplicar la cuarentena fue el reconocido inversor “Bill” Ackman, del hedge fund Pershing Square Capital Management. A principios de marzo, cuando la crisis del coronavirus acechaba con fuerza pero aún no había tocado su pico, “Bill” se debatía entre liquidar al completo la cartera del fondo para protegerse del Covid-19 o hacer una serie de coberturas sobre activos de crédito corporativo para así ganar con posibles caídas del mercado.
Optó por la segunda y su fondo se disparó. Así se lo reconoció a Bloomberg. Es que el 23 de marzo pasado Pershing Square subió fuerte, ese día se completó la salida de las coberturas que tenía el fondo, generándole ganancias de u$s2.600 millones en comparación con las primas pagadas por ellas y las comisiones, que habían sido de u$s27 millones. Así “Bill” compensó las fuertes pérdidas de su cartera por el hundimiento de los mercados y, además, se llevó un buen premio. Dicen que Bill uso esas ganancias para incrementar sus posiciones en Agilent, Berkshire Hathaway, Hilton, Lowe’s y Restaurant Brands. Asimismo, puso un pie en Starbucks. Ahora además está más líquido, pasó de un 14% a un 18%, según Bloomberg.
Otro colega de Bill aportó un dato del mercado: muchos fondos están mirando con cariño, pero con precaución, a los bonos corporativos que han sido muy castigados y que hoy con la ayuda de la banca central, prometen. El tema es que el 50% del mercado de estos bonos son considerados “basura”. Incluso se estima que este año habrá más de u$s200.000 millones en “fallen angels” (bonos basura). Del otro lado del Atlántico destacaban el certero golpe de Wimbledon y el yerro del BNP.
Por un lado la organización del tradicional evento tenístico inglés, que por primera vez desde la II Guerra Mundial se suspende, fue un visionario. Es que desde hace más de 15 años está pagando un seguro, u$s2 millones por año, como cobertura ante pandemia. Lo que para algunos de la Junta de Wimbledon fue una locura hoy rinde sus frutos porque gastó más de u$s30 millones y ahora la aseguradora le pagará más de u$s140 millones, según medios norteamericanos. Vale señalar que la organización estima una pérdida de ingresos este año de más de u$s300 millones.
En la otra vereda, el mayor banco francés, el BNP Paribas, parece haber perdido más de u$s200 millones en complejas operaciones bursátiles (derivados de acciones, futuros de dividendos y productos estructurados) cuando los mercados colapsaron en marzo. Otro que festeja la debacle financiera, o más bien, la aprovechó fue “50 cent”. Pero no se trata del famoso rapero Curtis James Jackson III sino de un misterioso fondo con base en la City londinense que ganó u$s2.600 millones apostando al índice del miedo, VIX. A esta “ballena”, como le dicen en la jerga a los manipuladores de mercado, la apodan “50 Cent” (por su hábito de recoger VIX calls muy baratos a un precio de alrededor de 50 centavos). Este misterioso inversor venía apostando sistemáticamente a un pico del VIX.
Según hombres de la City fue el Financial Times quién le sacó el velo de misterio al afirmar que el inversor era el gestor británico Jonathan Ruffer, de Ruffer Investment, conocido como el Warren Buffett del Reino Unido, que administra una cartera de u$s23.000 millones. Por un lado, se dice que ganó u$s2.600 millones en una serie de operaciones en marzo, compensando las pérdidas derivadas de la venta global provocada por Covi-19 y la guerra de precios del petróleo. El fondo explicó que ganó más de u$s800 millones con una compra de u$s22 millones de derivados relacionados con VIX, y una ganancia adicional de u$s1.800 millones provino de otros derivados de capital, oro y crédito que aislaron contra las pérdidas del administrador. De las ganancias de cobertura, el fondo obtuvo u$s1.300 millones de CDS, protegiéndose contra la debilidad crediticia. Por lo visto no todos han perdido con el Covid-19.
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