En cuanto aumentaron en un par de días las famosas tasas de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, los muchachos que viven del pronóstico fácil (y las enmiendas todavía más fáciles) se alborotaron como si le hubieran puesto un pie en el hormiguero. Se ganaron, con creces, el espacio de la semana y ya por el día miércoles, Ambito recogía las opiniones divididas con un título directo: "¿Comprar o vender? Los bancos discrepan". Y en la nota desfilaban las distintas ponencias, según entidades y "estrategas" de las mismas, que sería lo mismo que decir: según en qué lado de la mesa los tomó la novedad. Nombres famosos y con diagnósticos totalmente opuestos se agruparon a lo largo de los renglones. Vaya novedad, dirá el inversor sensato: esto es lo mismo que sé yo, sin tanto misterio, ni logística costosa. Ese miércoles, ya por la tarde, los mercados cabalgaban hacia una pendiente cuando se informaba del nuevo nivel de las tasas. Pero, acudió presto el arsenal de datos de la Fed, como para querer demostrar que ciertos índices estaban mejor que lo esperado. La tabla de donde asirse, a los que ya nadaban en medio de los tiburones de la baja. Y el día se enderezó una vez más, dejando soberbios repuntes donde antes estaba la sombra del descenso.
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Es la actualidad de los mercados, el vivir plenos de adrenalina y ser tan volubles, según aparezca una u otra señal. Mientras tanto, daba pena volver a leer datos sobre el paquidermo bursátil chino. Saber que los bancos están decayendo en depósitos día tras día: porque la gente los retira para ir a apostar a la suba vertical de las acciones. En ese miércoles, la madrugada traía consigo el nuevo incremento de la Bolsa china: más de 2,5%. Que se sumaba a 2,5% del martes, a 2% del lunes, y así...
Faltaba la aparición del "viejo zorro", y apareció Alan Greenspan para decir que "mejor que disfruten de este momento" (porque se acaba). Y en este caso iba sobre la economía de China y de los del "tercer mundo", no sobre lo bursátil, en función de lo que también cualquiera puede inferir: es imposible sostener una tasa de crecimiento acumulativa (como la nuestra también, por caso).
Y se conformó un mecanismo a la inversa: en vez de pensar qué puede afectar la caída de un mercado a la economía real. Hay que establecer también qué sucedería si las pomposas ganancias que se proyectan sobre las empresas, base del precio de sus acciones, comienzan a resultar más flacas. Y con el mercado en la cúspide de precios. De todo esto, lo que más no agradó es el choque de opiniones sobre un mismo tema, de los que viven del análisis y el pronóstico en entidades bancarias, o en casas bursátiles. Difícil de creer que existan escuelas tan distintas, lo único que puede destacarse es que sí hay intereses distintos puestos en el mercado. Y que, en función de ellos, se redactan "las opiniones".
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