Periodista: Hay acuerdo, pero hay que aprobarlo. ¿Se nos vendrá encima el techo de la deuda por la oposición de los legisladores? ¿O será una mera formalidad, un procedimiento de rutina?
Diálogos de Wall Street
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Wall Street cerró con mayoría de subas, pese al desplome de energéticas y bancos
Gordon Gekko: No dé nada por hecho hasta que lo sancione el Congreso. Hay tiempo hasta el 5 de junio, y todos suponen que Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, podrá estirarse un poco más. Nunca falta quien quiera ganar exposición en los medios planteando alguna objeción ruidosa de último minuto. Eso es parte, podría decirse, de la ceremonia.
P.: ¿Qué posibilidades hay que los republicanos desplacen a su negociador -Kevin Mc Carthy- y le quiten la presidencia de la Cámara de Representantes?
G.G.: Bastaría un único disconforme para someter el tema a votación.
P.: Y ya hay dos.
G.G.: Así es. La cuestión, de plantearse formalmente, lo que no sucedió aun, se resolverá por mayoría simple. Mc Carthy sabe bien lo que es estar en la cuerda floja. Su nombramiento requirió 15 votaciones.
P.: ¿Y se caería el acuerdo por el techo de la deuda si lo reemplazan?
G.G.: No, necesariamente. La iniciativa podría requerir algún retoque para volver al ruedo. Pero lo mismo si permanece en su puesto. No se olvide que después tiene que ser bendecido también por el Senado.
P.: Se avanza como quien patina sobre una delgada capa de hielo.
G.G.: En apariencia. Pero siempre llegamos a destino sin caer en el default de la deuda. Debajo del hielo resbaladizo, hay un piso sólido. Por suerte.
P.: ¿Qué se gana con el acuerdo si prospera y es aprobado como es debido?
G.G.: Damos vuelta una página incierta que podía resultar una trampa para los activos de riesgo. El arreglo es interesante porque suspende el techo por dos años. No fija un límite nominal que pueda volver a ser amenazado pronto. Se volverá a discutir, en todo caso, con la nueva Administración en enero de 2025.
P.: ¿Qué cambia desde el punto de vista estrictamente fiscal?
G.G.: El acuerdo (paralelo) sobre gasto público congela el gasto ex defensa en 2024, y permite un aumento de 1% en 2025. Limita la vigencia de ciertos programas y acrecienta los requerimientos de horas de trabajo para poder acceder a determinados beneficios. La Casa Blanca dice que proveerá ahorros en torno a un billón de dólares, pero el diablo está en los detalles y se exagera. Lo sensato será esperar la estimación de la Oficina de Presupuesto del Congreso, una vez aprobado en su formato definitivo.
P.: No cambia la visión esencial sobre la trayectoria de las cuentas públicas.
G.G.: Nadie virará al optimismo. Esa opción no estuvo nunca en danza.
P.: Donde el optimismo es más que notorio es con la inteligencia artificial (IA). La acción de Nvidia, que pasó a ser el estandarte de esta, ¿revolución?, ¿moda?, ¿manía?, alcanzó una valuación de un billón de dólares después de un avance rotundo, fulgurante. ¿Tiene techo esta fiebre?
G.G.: Como todo. Aunque también se lo suspenda temporalmente.
P.: Cualquiera puede ser un programador con la IA generativa, dice el presidente de la firma. Y el entusiasmo se desborda con solo escucharlo. ¿Será el boom de la IA el atajo de la economía para eludir la recesión?
G.G.: ¿Y nos quedaremos todos sin trabajo? Son dos visiones contrapuestas. Está claro que hoy Wall Street se dispone a pagar más por las oportunidades que surgen y no a castigar la destrucción creativa, a recortar la valuación de los negocios que se verían perjudicados. En ese sentido, es una inyección muy potente de moral y valor económico contante y sonante en un momento en que resulta muy oportuno. Pero es una mirada parcial, sesgada favorablemente, a revisar más adelante.
P.: ¿A qué se refiere? Se ha dicho que la IA es una amenaza para la civilización que hay que detener, al menos, hasta que la entendamos mejor. ¿Piensa que es así?
G.G.: Está claro que será imposible de detener. Lo que vemos es una explosión de financiamiento. Nvidia es la punta de lanza. Siete acciones concentran la parte del león de la suba del Nasdaq 100, más del 31% en el año. Algunas de ellas -Google (Alphabet), por caso- hasta podrían resultar víctimas de la IA, pero esa sutileza todavía no cotiza plenamente. Y mucho menos la posible amenaza existencial de la IA. De momento, lo que irrumpe es un “revival” de la fiebre por la tecnología, con un contenido y temática nuevos, pero con los mismos bríos y destellos de las manías de otros tiempos. Y si la Fed concluye su tra-bajo y no agrede con grandes subas de tasas, mejor. Más despejada la rampa de lanzamiento.
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