En la revista inglesa «The Economist», hace 10 días se trató exhaustivamente la tensa relación comercial hoy entre los Estados Unidos y China. Sirve incluso de lección para cuanto sucede en la economía doméstica. Resalta el artículo que los intentos de protección contra la supuesta invasión china que se están promoviendo en Washington terminarán perjudicando al consumidor norteamericano. Y que lo peor sería, además, que China deje de comprar bonos del Tesoro de EE.UU., lo que provocaría alza de tasas inmediata.
A China se la está convirtiendo nuevamente en el villano. Al sostener su tipo de cambio artificialmente bajo, está robando empleo y provocando un alto déficit comercial a EE.UU. Por ende, Pekín debe ser obligada a revaluar el yuan. Estos son los argumentos detrás del aumento en el sentimiento proteccionista en Washington. Sin embargo, esas razones son muy débiles.
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Una moneda china más fuerte no reduciría el déficit comercial. Efectivamente, la ironía es que China, y no los EE.UU., tiene más para ganar si libera el yuan. Sin un tipo de cambio más flexible, las chances de que la economía china se sobreacelere aumentan.
China abandonó su política de pegar su moneda al dólar en julio de 2005. Desde entonces sólo se ha revaluado 8%. En términos reales, la divisa china es 10% más barata que en el pico del dólar en 2002. Como resultado, muchos economistas de los EE.UU. sostienen que el país oriental debe revaluar su moneda 20%. Sin embargo, parte de los argumentos están basados en un mito.
El primer mito es que existe evidencia de que el yuan está devaluado. El resultado comercial con los EE.UU. no demuestra nada. Lo único que hace es reflejar el cambio de la cadena de abastecimiento que está experimentando Asia. Mucho de lo que compran hoy los EE.UU. antes provenía de Japón o Corea del Sur. China ahora importa componentes de estos países, los ensambla y luego exporta el producto terminado a Norteamérica. Si se elimina esto, el déficit comercial se reduce a la mitad.
Sin embargo, no todos los economistas creen que el yuan debe ser revaluado. En un extremo se encuentra Morris-Goldstein, del Instituto Peterson para la Economía Internacional. Argumenta que el yuan está subvaluado por 40% con respecto al dólar y que debe ser revaluado por 10%-15%. En el otro extremo se encuentran muchos economistas respetados, como Ronald McKinnon, de la Universidad de Stanford, quien argumenta en contra de una gran apreciación del yuan.
El mito número dos es que el incremento en el superávit comercial de China se debe a una explosión en la exportación de productos baratos. Hasta 2004, el superávit chino era modesto pero se disparó en los siguientes dos años. Jonathan Anderson, jefe de economía para Asia de UBS, remarca que el crecimiento de las exportaciones disminuyó entre 2004 y 2006. La razón principal por el aumento en la balanza comercial fue una desaceleración en el incremento anual de las importaciones de 30% en 2004 a 15% el año pasado.
Todo el incremento en el superávit comercial de China proviene de la industria pesada y equipos. El país oriental antes importaba una gran cantidad de acero, aluminio, químicos y maquinaria, pero las importaciones colapsaron en 2004, cuando el gobierno empezó a ajustar su política, provocando una desaceleración en la construcción, uno de los sectores que más importaba. Al mismo tiempo el gobierno continuaba invirtiendo en metales y maquinaria, creando una capacidad excesiva, lo cual provocó que el año pasado las compras de productos extranjeros se mantuvieran bajas. Anderson cree que las importaciones se recuperarán una vez que la capacidad excesiva se agote.
La tercera falacia es que las importaciones desde China destruyen empleos y complican a la economía. Es difícil de entender cómo se puede culpar a China por la pérdida de trabajos cuando el desempleo en los EE.UU., de 4,5%, es uno de los más bajos en décadas. El comercio entre los países puede afectar la composición del trabajo en Norteamérica, pero tiene poco impacto en el total de empleo.
Generalmente se asocia el yuan barato como un subsidio a los exportadores chinos. Pero es una pregunta discutible quién beneficia a quién. No sólo los productos baratos subsidian a los consumidores norteamericanos, sino que las constantes compras de los bonos del Tesoro por parte de China mantienen la tasa de interés baja. Supongamos que el yuan aumentase 30% de un día para otro; ¿qué pasaría? La tasa aumentaría, ya que el país de Oriente no necesitaría comprar tantos bonos del Tesoro y los precios en Wal-Mart aumentarían. Si el gasto en consumo e importaciones colapsan esto sin duda reduciría el déficit comercial de EE.UU., pero de una manera mucho más dolorosade lo que los norteamericanos se imaginan.
El mito más grande de todos es que la revaluación del yuan reduciría el déficit comercial de EE.UU. La verdadera razón de este déficit es que el norteamericano gasta mucho y ahorra poco. Si un yuan más fuerte no causa que los norteamericanos ahorren más, la reducción en el déficit sería muy poca.
Otra razón por la que un gran aumento en el yuan haría poco en reducir el déficit norteamericano es que hay muy poco en común en lo que producen estos países. Por ende, los productos de EE.UU. no pueden reemplazar a los chinos. En cambio, otros países, como Indonesia o Vietnam, reemplazarían a China.
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