Ya nadie parece acordarse de lo que pasó en diciembre. Es que las apuestas de gran parte de los inversores van ahora a lo que puede llegar a suceder de aquí al miércoles (como predictor del llamado "efecto enero") y de aquí a fin de mes (como predictor del comportamiento para el año). Cierta lógica economicista indica que los inversores deberían de fijarse más en la evolución de la macroeconomía o en los resultados de las empresas para tomar sus decisiones. Pero en los últimos tres años esto no sólo ha traído la ruina de miles de inversores, sino que, además, mientras las señales sigan siendo tan poco claras como hasta ahora, es muy poco probable que vuelva la confianza por este lado. La última rueda es un típico ejemplo de esto: mientras que General Motors anunciaba que las ventas del último mes fueron las mejores en casi un cuarto de siglo, Home Depot reportaba ventas muy por debajo de lo esperado por los analistas. En otras palabras: la gente aprovecha las tasas que están en niveles históricos de mínima para comprar casas y autos, pero no las pinta ni les cambia las gomas. El saldo de esto fue el viernes un mercado en el que apenas se transaron operaciones por 1.117 millones de papeles (sistema tradicional) o 1.152 millones (por el electrónico), según sea el ámbito que se escoja y donde, luego de diversas oscilaciones, las blue chips quedaron en 8.601,69 puntos, mostrando una merma de 0,07%, en tanto que el NASDAQ trepó 0,16%. Si bien la primera rueda del año dejó cierta sensación de rally entre los menos avezados, la segunda mostró que sigue faltando un verdadero sustento para cualquier movimiento de importancia. Es cierto que en apenas 24 horas más el presidente Bush anunciará su prometido paquete de estímulo para la economía, pero de poco ha de servir mientras sigan pendientes los problemas en Irak, Corea, Venezuela, Israel, etcétera.
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