"Está tan mal en las encuestas que tiene que probar. De lo contrario, no hay quien adhiera a él. Por eso en los próximos días hará una campaña de instalación en los medios, ayudado por (Eduardo) Duhalde y su gente de comunicación. El lunes casi seguramente será el día del lanzamiento. Tiene que hacerlo antes del 27 de julio, cuando presida en Córdoba el acto en homenaje a Eva Perón, en el que piensa reunir a 50.000 personas." Así explicó ayer ante este diario los próximos pasos de José Manuel de la Sota un dirigente bonaerense ligado al Presidente. Agregó bastante más que el propio interesado, quien «a lo Reutemann» dijo al periodismo que «en un tiempito les voy a contar toda la información que ustedes solicitan». Adelantó que no tiene miedo de enfrentar a Carlos Menem: «He participado de muchas elecciones internas» comentó.
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Todo un problema el de De la Sota porque, como los héroes trágicos, él mismo envió hacia el futuro su propia maldición: «No lo voy a enfrentar más porque cada vez que me le opuse perdí y cuando fui con él, gané», aventuró De la Sota cuando se alzó, en 1999, con la gobernación cordobesa.
Mientras tanto, el candidato intenta anudar compromisos dentro del PJ, razón por la cual debe mejorar su posición en los sondeos. Durante toda la mañana de ayer Duhalde se recluyó con sus íntimos a examinar encuestas y quedó preocupado por la baja performance del cordobés. Este deterioro es el que alienta la peor versión sobre las motivaciones de De la Sota: «Está en la 'gran Rucucu', huir hacia la Nación porque se le incendia la provincia». «Rucucu», claro, es Carlos Ruckauf, quien renunció a gobernar la provincia de Buenos Aires sin siquiera dar un reportaje en una radio.
•Correcciones
En los dos clubes en los que se decide la suerte del PJ se examinan estas deficiencias de De la Sota. Uno es el del grupo federal de provincias y el otro, el de los intendentes del conurbano bonaerense. En el primero comenzaron a conocerse algunas correcciones a las adhesiones que se divulgan desde Córdoba y desde los despachos porteños de los representantes de De la Sota (su esposa Olga Riutort y el diputransportista Carlos Alessandri). Por ejemplo, Eduardo Fellner (Jujuy) adelantó que no tiene resuelto a quién apoyará en la interna. Rubén Marín les adelantó a varios amigos que lo consultaron que «prefiero mantenerme distante; me había ilusionado con Reutemann, y no fue».
Más contundente, Juan Carlos Romero transmitió ayer un mensaje desde Nueva York: «No vamos a decidir nada hasta no saber qué sensibilidad tienen los candidatos frente a los problemas que venimos planteando las provincias 'chicas'». Esta prescindencia de las provincias agrupadas en torno de Romero y Ramón Puerta incide en la mirada del otro club, el bonaerense. Es cierto que Duhalde envió a Manuel Quindimil al acto de Córdoba del 27. Pero ayer en la reunión que se realizó en la sede de Avenida de Mayo, el PJ bonaerense se declaró en «estado de observación». El Presidente y su núcleo temen que, por abalanzarse sobre el único dirigente que les permitiría enfrentar a Menem en la interna, se divida el bloque provincial que vienen administrando desde hace una década.
Los primeros en insinuar esa posibilidad fueron Raúl Othacehé (líder indiscutido Merlo) y Alberto Ballestrini (líder indiscutido de La Matanza): los dos advirtieron que no consultarán con Olivos a la hora de elegir un candidato nacional. El propio Duhalde teme deteriorar más su liderazgo y todavía no le garantizó a De la Sota lo más importante: si unirá la interna de su distrito a la candidatura del cordobés, de tal manera que la pasión del aparato duhaldista por conservar sus posiciones de poder influya favorablemente en la suerte del «challenger» de Menem.
Como si fuera un círculo vicioso, la falta de apoyos orgánicos de la interna hace que la candidatura de De la Sota se mantenga atrofiada y a su vez le resulta muy difícil al candidato ascender en las encuestas cuando se descubre esa debilidad. Si hasta Duhalde, que está dispuesto a contribuir con todo lo que fuera para que frene el camino de Menem, cavila sobre la conveniencia de apoyarlo. Todo un problema para su gobierno, donde cada vez son más los funcionarios que recomiendan el «pacto Menem-Duhalde», con la aclaración sospechosa: «aunque no esté Duhalde».
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