La más descorazonante es que los volúmenes parecen crecer cada vez que el mercado retrocede, y se achican cuando sube. Esto da idea de que son más los inversores que apuestan por las bajas, que los que lo hacen por las subas. Tal vez los números no den una idea cabal de la sensación de paliza que recibieron muchos inversores, ya que el Dow apenas cayó 1,33% al cerrar en 9.517,26 puntos, mientras que el NASDAQ cedió 2,19%, pero esto bastó por tirar por tierra toda la suba que se había logrado en las últimas dos ruedas. A esta altura ya casi no queda mucho más para decir. La rueda había abierto con una nueva ola de optimismo de la mano de la fortaleza del dólar, que podía señalar un influjo de fondos del exterior, y las menores tensiones en el frente indo-paquistaní, disminuyendo la posibilidad de un conflicto atómico. Sin demasiado convencimiento, esto basto para que los índices se movieran por el lado ganador hasta mediodía cuando entraron en territorio negativo. Sin motivos aparentes se buscó alguna excusa, de las que ya son clásicas, dudas en el crecimiento de la economía, problemas en la guerra contra el terrorismo, cuestiones contables, pero sólo sobresalió la nueva masacre en territorio israelí.
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Lo cierto es que esta vez como tantas no hubo un porqué y eso es lo más descorazonante: un mercado que cae por su propio peso, sin necesidad de noticias negativas. Lo peor pasó por los laboratorios y las empresas biotecnológicas, tradicionalmente uno de los mejores refugios en tiempos de incertidumbre, pero esta vez los inversores optaron directamente por lo "más seguro", volcarse hacia los bonos del Tesoro cuya tasa a 10 años cayó a 4,979%. Son tiempos duros y muchos apuestan a que seguirán siéndolo al menos hasta fin de mes. Informate más
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