Wall Street apostó temprano por Biden y dio en el blanco. Que el presidente Trump todavía no reconozca su derrota la tiene sin cuidado y con ese ímpetu reubica las fichas. El liderazgo de las acciones de compañías pequeñas que conforman el Russell 2000 es el mejor testimonio. Y mucho antes, la Bolsa había jugado fuerte a favor de la vacuna contra el covid-19. Así, en agosto el flamante mercado bull se atrevió a estrenar máximos y se aventuró por encima de las alturas que regían cuando el mundo se creía libre de pandemia. En esa apuesta de altísimo riesgo, con el anuncio de Pfizer, acertó un pleno.
Fórmula Biden-Pfizer bate récords en Wall St.
La Bolsa sube y rota como si fuera un torno que perfora el techo operativo que todavía la enfermedad le impone a la economía real.
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¿Quién puede poner en duda cuál es su obsesión? La Bolsa anticipa, aunque no sea infalible. Su instinto la llevó el viernes a instalar nuevos récords en el S&P500 y el Russell 2000 prescindiendo por completo del papel estelar de las acciones tecnológicas. La Bolsa sube y rota como si fuera un torno que perfora el techo operativo que todavía la enfermedad le impone a la economía real. El contraste es tajante. La segunda ola de covid-19 multiplica los contagios en EE.UU. a una velocidad de vértigo, y será difícil mantener la actividad en lo que resta del cuarto trimestre. En Europa, una caída es muy probable. No le importa: Wall Street mira hacia delante. Aunque ignorar un bache que se ensancha a sus pies pudiera resultar imprudente. Las finanzas no se detienen, Washington se paralizó. La embestida judicial del presidente no cede pero tampoco avanza. Una multitud de causas se desestiman por falta de mérito en cortes locales o federales tan rápido como se presentan. Esto no es Bush versus Gore. La elección está perdida con suma amplitud (de votos y geográfica) en las urnas, y no se recuperará en los tribunales por más que Rudy Giuliani prometa lo contrario. Como dice la primera dama en la página web de la Casa Blanca: si quieren ver la decoración navideña del palacio al estilo Trump, el tour 2020 supone la última oportunidad.
Mientras tanto, la transición del mando está peligrosamente bloqueada a la espera de un gesto oficial. El coronavirus, que no lee los diarios ni sabe de política, se propaga en los 50 estados, y en varios como Minnesota o Wisconsin desborda a los sistemas de atención médica. No es un tema que le agrade al presidente, quien prefiere hablar de la vacuna que impulsó con entusiasmo. Biden tiene un plan detallado de acción, pero no acceso al tablero de comando. La Bolsa mira el futuro brillante y también se desentiende. La realidad es acuciante, la salud pública no puede hacer lo mismo. La economía tampoco podrá abstraerse. ¿Y entonces quién se ocupa? El paquete fiscal de ayuda extra es tan necesario como antes de la elección. Pero los roles cambiaron. Nancy Pelosi, la demócrata que preside la cámara de representantes (y la gran perdedora de la elección pese a mantener la mayoría), dejó de darle largas al asunto, lo precisa ya. Y no habla de una iniciativa de 2,2 billones de dólares sino del plan HEROES original de 3,4 billones. En el Senado, la voz cantante la lleva el republicano Mitch Mc Connell quien está de acuerdo en el estímulo, pero no en su magnitud. Si le dijo que no a Trump cuando le pidió 1,8 billones por qué aflojarle la rienda a la oposición. En 2022 competirán de vuelta en los comicios de medio término. Y la vacuna, que para entonces debería ser una realidad eficaz, ya es un plus importante para el gobierno de Biden. Si los demócratas aceptan medio billón de dólares, el trato está hecho. Si no les gusta, deberán ganar los dos escaños que resta definir en el Senado el 5 de enero, e imponer el voto de Kamala Harris después que asuma la vicepresidente el 20 de enero. Igual, sino más difícil todavía.
La vacuna, y una elección pacífica, redujeron de súbito el océano de incertidumbre. Si lo de Pfizer se corrobora (y hay más vacunas en camino) se puede hablar de pos-pandemia con autoridad por primera vez. Es motivo de celebración. Y justifica los récords de Wall Street. Pero los meses venideros no están libres de dificultades y existe el riesgo de un vacío de gestión. Piénsese que los programas especiales de la FED, por caso, necesitarán una extensión de su autorización por el Tesoro y hoy Steven Mnuchin es otro desaparecido. Sería grotesco naufragar en la orilla, pero si nadie rema, un momento de zozobra no puede descartarse todavía.
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