Reestatización costaría la mitad de retenciones móviles
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Sin entrar en consideraciones sobre la eficiencia o no del Estado como administrador de empresas, es un hecho que hoy el mercado aéreo pasa por el peor momento de su historia. Grandes empresas como Delta y Northwest (la tercera y la cuarta de Estados Unidos) se fusionan para sobrevivir; otras recortan rutas y despiden personal de a miles; otras se agrupan en torno a alianzas (OneWorld, StarAlliance, etc.) que prenuncian futuras megafusiones que culminarán en una inevitable consolidación del mercado aerocomercial.
Esas alianzas ya funcionan como compensadoras de mayores costos, porque las aéreas asociadas comparten códigos, pasajeros, mostradores, sistemas de reservas. Todo para tratar de aliviar el efecto de la disparada del petróleo, que es hoy el mayor costo de las compañías aéreas.
Muchas de ellas sobreviven vendiendo servicios conexos, como paquetes turísticos: pierden en el pasaje, pero ganan en la reserva del hotel, el « transfer», las excursiones, etc. Ese y no otro era el propósito de Marsans al adquirir Aerolíneas: le serviría para traer desde España a los turistas (o llevarlos desde aquí a ese país) aun a pérdidas moderadas. Otras, como el grupo chileno LAN, dan ganancias porque supieron hacerse de una flota moderna y «fuel-efficient» y además complementan el tráficode pasajeros con el de cargas, que es mucho más rentable (los containers no consumen nada a bordo).
Hoy casi ya no existen en el planeta aerolíneas estatales; ni siquiera Hugo Chávez, con el petróleo brotándole de los bolsillos, pudo reflotar la difunta VIASA, aniquilada por Iberia en la misma época en que mató a Aerolíneas Argentinas y a la chilena LADECO. La estrategia del grupo aéreo español en los 90 fue comprar competidores sudamericanos y luego hacerlos desaparecer. Cuando Iberia adquirió Aerolíneas en el 91 no sólo se violó el Código Aeronáuticoque no permitía la propiedad en manos de extranjeros de más de 49% del capital, sino que además se le permitió pagar la compra vendiendo todos los activos de Aerolíneas. Y cuando salió, en 2001, Aerolíneas no tenía ni un solo vuelo al exterior. A Madrid, por Iberia.
Entre esos activos, además de la flota de aviones -que luego realquiló- Iberia se desprendió de las oficinas que tenía Aerolíneas en lugares tan estratégicos como el Rockefeller Center en Nueva York, la calle Gorlero en Punta del Este y la que estaba en París, a metros de L'Opera.
¿Qué harán los sindicatos ante una eventual reestatización? La apoyarán sin reservas. Los pilotos de APLA fueron la punta de lanza para este objetivo nacido en la Secretaría de Transporte; los tripulantes de cabina (AAA), si bien no se sumaron a la pelea con los accionistas españoles, optarán por el mal menor (lo opuesto sería la desaparición del grupo); APTA, de los técnicos, también fue cabeza en esta pelea y su secretario general (por entonces subsecretario de Transporte Aéreo), Ricardo Cirielli, ya había dicho en 2005 que «hay que argentinizar Aerolíneas». Pero como no hay un solo empresario local dispuesto -al menos hoy- a convertirse en el «socio» del Estado en esta confiscación, sólo quedaría la reestatización.
El caso es, obviamente, distintode los de Transener (se le quitó al fondo Eaton Park para dárselo a la cordobesa Electroingeniería, uno de los grupos más «amigos» del gobierno) y de YPF: en ambos casos, se trata de empresas que ganan plata y que no arrastraban deudas. Exactamente lo opuesto de lo que sucede con Aerolíneas.
Tampoco se asemeja al «caso Tren Bala», en el que se entrecruzan los intereses de bancos que aportarían los créditos, un activo gobierno francés interesado en que las empresas de su país vendan bienes y servicios a la Argentina y empresas a las que se investiga en otras latitudes por manejos «non sanctos» de contratos públicos. Por ahora, a diferencia de sus pares galos, España guarda silencio.
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