Quedan apenas horas para terminar la semana, y, al menos desde un punto de vista numérico, sería tan fácil terminar del lado ganador como del perdedor. En caso de que esto último sea lo que ocurra, nos enfrentamos a una seguidilla de cuatro semanas consecutivas de baja, algo que no ocurre desde hace años. Lamentablemente, el cierre del mercado, prácticamente en los mínimos de una jornada que no fue fácil (pero que transcurrió, salvo algunos instantes cerca del mediodía, enteramente dentro de la zona perdedora) y no deja demasiado lugar para el optimismo. Tal vez, la mayor diferencia con lo vivido en ruedas anteriores es que esta vez ni la guerra ni las tensiones internacionales acapararon la atención de los inversores. Es así como los éstos concentraron su atención en lo local, y lo que vieron no fue de lo mejor. Por segunda vez en los últimos tres meses, las ventas en los comercios minoristas experimentaron una caída, que superó, incluso, lo que estimaba la mayor parte de los analistas. No debe sorprender, entonces, que fueran las tiendas minoristas, aerolíneas, empresas financieras, publicitarias, constructoras y todas aquellas que se benefician tradicionalmente más con la expansión las más castigadas. Tal vez en números, la rueda no resulte preocupante, el Dow perdió 1,19% para cerrar en 9.502,8 puntos, y el NASDAQ retrocedió 1,47%, pero éstos no alcanzan a reflejar de ninguna manera la potencia que está mostrando el mercado bajista, que parece haberse cernido sobre las acciones norteamericanas. Uno de los pocos focos alcistas del día fue el de las empresas de servicios públicos de primera línea, beneficiadas por la cuarta rueda consecutiva de baja en la tasa de los bonos del Tesoro.
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