16 de mayo 2014 - 00:00

2014-2003: odiosas comparaciones

2014-2003: odiosas comparaciones
El Gobierno reiteradamente trata de resaltar que, pese a la crisis, la situación económica actual es mejor que la de 2003. Ciertamente, un gran conjunto de estadísticas macroeconómicas puede convalidar tal afirmación. Sin embargo, ello no implica que desde 2003 se haya hecho una buena gestión, o que los argentinos hoy estemos bien, y menos aún que estemos yendo en la dirección correcta.

Porque en primer término, tenemos que considerar que el año 2002 fue uno de los peores de toda la historia económica argentina, con una caída del PBI del 10,4% (acumulando desde 1999 una caída del 18,4%, dejando una gran capacidad instalada ociosa y una modernizada infraestructura), un aumento el desempleo hasta niveles del 18%, y una caída del salario real superior al 50%. Recordemos, además, que como consecuencia de una brutal devaluación del peso, cuando la cotización del dólar aumentó más del 200%, las tarifas de los servicios públicos cayeron tanto o más que los salarios, y que se declaró el default de la deuda pública, reduciendo enormemente la carga financiera de los años siguientes. Y que además, afortunadamente, comenzaron a mejorar notablemente los términos del intercambio, con una devaluación del dólar en el mundo y una revaluación de los comodities, como la soja, que pasó de 170 a más de 500 dólares por tonelada, etc. Para darnos una mejor idea de ese contexto, imaginemos una empresa virtualmente quebrada, en crisis, con una gran capacidad instalada ociosa, que repentinamente reduce a la mitad sus gastos salariales y de tarifas de servicios, que deja de pagar elevados intereses y vencimientos de deuda, y que además aumenta significativamente el precio de los productos que vende. Esto es lo que ocurrió a partir de 2003, que como bien sabemos, poco o nada tuvo que ver con la gestión, y mucho tuvo que ver con la herencia recibida y los cambios externos azarosos.

Entonces, en segundo término, sería ilustrativo tomar otro año de referencia, pero fundamentalmente compararnos con lo que ocurrió durante el mismo período en el resto de los países latinoamericanos. Así, si tomamos como año inicial de comparación el 2000, podremos observar que la evolución del Producto Bruto Interno per cápita en dólares corrientes de la Argentina fue la peor de Latinoamérica, junto con México. En efecto, el PBI per cápita de la Argentina habría crecido entre 2000 y 2014 un 70%, mientras que México habría crecido un 72%, Uruguay un 135%, Brasil un 188%, Chile un 232%, y el resto de los países de la región entre un 167% y un 271%, salvo Ecuador, que creció un 370% (ver cuadro). Y cuando uso el tiempo "habría", sólo me refiero a que los datos de 2013 todavía no son definitivos, y que los de 2014 son estimados y proyectados. Y que en el caso peculiar de la Argentina, han sido tomadas las últimas cifras con base 2004, donde el PBI a precios corrientes fue un 27% superior a la medición anterior con base en el año 1993. Pero ninguno de estos cambios o eventuales errores de estimación y proyección, tomados en conjunto, podrá modificar sustancialmente las conclusiones del relativo retroceso argentino.

En tercer término, para prescindir de la arbitrariedad de la elección del año inicial de comparación, tomemos sólo los datos absolutos mucho más simples y reveladores, que son los citados del año 2013 y proyecciones para 2014. De estas cifras podemos observar que la Argentina ha sido superada claramente por Chile y Uruguay, y que se acercan notablemente países que históricamente estuvieron siempre muy por debajo de nosotros, cualquiera sea el año de comparación. Por su gran tamaño, es notable el caso de Brasil, y por su crecimiento merecen destacarse los casos de Colombia y Perú. Los casos de Venezuela y Ecuador también son notables, aunque explicados por la explotación del petróleo, y en el segundo caso también como consecuencia de la dolarización de su economía y el aumento de los precios internos. Y a Bolivia y Paraguay también les ha ido mejor.

Pero no nos confundamos, el hecho de que a partir de la crisis de 2002 nos hayan superado en términos absolutos países que históricamente siempre estuvieron por debajo de nosotros, y que todos los demás hayan achicado considerablemente la distancia que nos distinguía, no se lo podemos adjudicar exclusivamente a la gestión del actual Gobierno. Lo que nos ocurre no es inexplicable. La soberbia y el aislamiento, la decadencia moral, la "avivada", el clientelismo político, la improvisación, la falta de planeamiento de mediano y largo plazo y de políticas de Estado, y los gruesos errores de política económica, de distintos "colores", vienen desde hace muchos años antes. En la última década, con distintos matices ideológicos y virulencia, sólo se han profundizado.

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