18 de octubre 2016 - 23:36

Adrián Doura y unos paisajes alterados por influjo del cine

EL ARTISTA PRESENTA EN SALTA BELLAS PINTURAS QUE TIENEN LA ELOCUENCIA EXPRESIVA DEL COMIC - Radicado en Francia hace más de 30 años, Adrián Doura volvió al país para mostrar en el Museo Provincial de Bellas Artes de Salta paisajes en los que se conjugan la fotografía, la pintura y el cine.

TEATRALIDAD.La realidad es el punto de partida de un universo que al ser transportado a la tela se vuelve artificial.
TEATRALIDAD.La realidad es el punto de partida de un universo que al ser transportado a la tela se vuelve artificial.
Enviada especial a Salta - Luego de retratar el paisaje de nuestra tierra en su taller de París, Adrián Doura, un artista argentino radicado en Francia desde hace más de tres décadas, volvió para mostrar sus inmensas pinturas en el bello Museo Provincial de Bellas Artes de Salta. El procedimiento es el sello del artista y, pone en evidencia los desplazamientos desde la fotografía a la pintura y el cine. Tres disciplinas coinciden en la obra.

Con el formidable influjo del cine, Doura presenta sus grandes pinturas como si fueran pantallas. Luego, las imágenes de los ríos y riachuelos, los campos con cardones, lagos, montañas y cielos, configuran una instalación. Las grandes pinturas están colgadas bajo la cumbre del volcán Lullaillaco pintado sobre una pared de doble altura. Ese mismo volcán que en sus más de 6.000 metros de altura albergó hace cinco centurias a los niños sacrificados, las momias que hoy atraen al turismo. Los trazos del pincel con tinta negra que diseñan la cumbre citan la pintura oriental, traen el recuerdo de las vistas del monte Fuji de Hiroshige.

Pero la película que pintó Doura arrastra al presente la historia del arte. La teatralidad del paisaje ostenta la elocuencia expresiva del comic. De hecho, la ausencia del hombre en esos espacios vacíos donde reverbera el pasado o se advierte que algo extraño puede acontecer, coloca al espectador como protagonista de la obra.

El recorrido por este escenario activa la imaginación. Una roca con la forma de un puño, es real, la llaman El Centinela porque rompe la superficie de la tierra y se eleva hasta dominar el paisaje. No obstante, la realidad es el punto de partida de un universo que al ser transportado a la tela se vuelve artificial. Doura altera y simplifica las formas, pone el acento en el dinamismo, los ritmos y tensiones. Así captura la energía del paisaje. El artista va en busca de la conmoción que, en ocasiones, provoca el encuentro con la naturaleza y, con este propósito, zarandea estilos y tendencias.

Las alteraciones del paisaje se reiteran en la historia del arte. Canaletto altera en sus vedute la perspectiva, amplía el campo de visión, eleva los puentes y, cuando pinta la torre de la plaza San Marco, logra un efecto monumental. Doura suplanta hoy los bocetos previos de Canaletto con numerosas fotografías que manipula hasta forjar su propio paisaje. Liberado de la atadura al modelo rescata las imágenes que afloran de su inconsciente estético, pinta una "súper realidad" y, aspira -como quería André Breton- a la expansión del mundo sensitivo y expresivo. El paisaje parece revelar entonces, cualidades que permanecían en estado latente.

El teórico estadounidense David Jacobson, señala en el texto dedicado a la muestra: "Doura simplemente ha aplicado los principios compositivos del Iluminismo europeo a la vertiginosa vastedad del Nuevo Mundo". La exhibición se titula "MontañAgua" y, dada la cuestión conceptual de los dos elementos en juego, Jacobson establece una analogía con el shanshui, ideograma chino que denomina el paisaje (shan: montaña; shui: agua/río). Pero finalmente, en el nuevo vocablo de Doura, "MontañAgua", resuena potente la letra eñe tan arraigada a nuestra lengua como a la poderosa herencia de nuestro territorio.

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