13 de enero 2010 - 00:00

Asia crece, al compás del libre comercio

Emilio J. Cárdenas
Emilio J. Cárdenas
Para los ahora desacreditados economistas progresistas hay quizás pocas cosas peores que el libre comercio. Para Hugo Chávez eso es anatema o, más bien, una peligrosa «herramienta ideológica» de los Estados Unidos y, por ende, totalmente inaceptable. De allí que haya creado su extraño ALBA como reemplazo de la alternativa del libre comercio, que en rigor no quiere seriamente decir nada, salvo que sus miembros tienen afinidad ideológica con la Venezuela de Chávez y pretenden acceder a los hidrocarburos venezolanos con financiamiento barato o con precios promocionales.

No obstante, la realidad sugiere que el libre comercio hace crecer. En Asia, absolutamente más allá de toda duda. En nuestra región, también. Los casos de Chile y ahora el de Perú, países ambos que están eliminando paulatinamente la pobreza, son aleccionadores. Pero no los queremos siquiera mirar. No vaya a ser que tengamos que imitarlos. Nos gusta más el discurso «cerrado» que predica Chávez. El que achica y confina al país.

Nueva región

Al iniciarse 2010, China y otros diez países de Asia pusieron en marcha una nueva región de libre comercio. La tercera en tamaño del mundo. Después de la europea y la norteamericana. Está conformada por los países del ASEAN, que incluye nada menos que a 1.900 millones de personas, con un intercambio comercial interno del orden de los 60 mil millones de dólares, en 2008. La nueva zona de libre comercio eliminará los derechos y tarifas aduaneras para el 90% de los bienes que sus miembros intercambian efectivamente entre sí. La apuesta conjunta es que esto incrementará, aún más, los flujos comerciales recíprocos. Y es probable que así sea efectivamente.

Las voces que expresan alguna preocupación acerca de la competencia china una vez que se elimine la protección arancelaria se escuchan, allí como aquí. Desde 2002 los aranceles y las tarifas para el comercio intrazonal asiático se han ido reduciendo progresivamente, permitiendo la lenta adaptación de todos al escenario nuevo, el del comercio libre y abierto.

Este año, los aranceles intrazonales, que eran ya del orden del 5%, caerán a cero para la casi totalidad de los bienes que componen los intercambios comerciales.

Los miembros más nuevos del ASEAN, como Vietnam, Camboya, Laos y Myanmar, tendrán hasta 2015 para adaptarse y reducir gradualmente sus propios aranceles y tarifas, como todos los demás.

Hay algunas excepciones a la liberación acordada en el sector agrícola y en el de las autopiezas, así como en materia de maquinaria pesada, los que tendrán algunos años más para llegar, también ellos, al comercio con arancel cero.

China, recordemos, tiene saldos comerciales favorables con casi todos los demás miembros del ASEAN. Más bien pequeños, con Singapur, Malasia y Tailandia. Pero sustantivos con Vietnam, de allí que este país haya devaluado tres veces en los últimos años, haciendo tres pequeños ajustes, en busca de mayor competitividad.

Indonesia está preocupada por sus sectores textil y del acero y sugiere que pronto pedirá a sus socios algún tiempo adicional para adaptarlos a las nuevas reglas, las del arancel cero. Pero lo cierto es que aún no la ha hecho.

La esperanza de todos tiene que ver con el posible acceso, con arancel cero, al fenomenal mercado chino de 1.300 millones de almas. Con todo lo que ello significa en términos de poder producir y vender con economías de escala y mejorar la productividad. Malasia -cabe destacar- ha estado aprovechando esto, con buen éxito, en los últimos años.

En China, la preocupación más obvia está vinculada al sector rural local que puede, de repente, sufrir por la competencia de los demás países asiáticos.

Existe, además, la posibilidad de que China utilice sus enormes reservas para facilitar que las empresas chinas puedan fabricar alimentos en otros países de la región, en los que algunos costos son ciertamente más baratos.

La idea común en ASEAN es la de apostar a favor de la competencia y al aumento de productividad que ella genere. Asumir en plenitud, entonces, los riesgos de la globalización y beneficiarse del éxito eventual. Más allá de la propia región, por cierto. Quizás por esta actitud, Asia es hoy la locomotora del mundo.

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