20 de noviembre 2012 - 00:00

Bava: “Nunca haría un film sobre un asesinato real”

Lamberto Bava: hijo de Mario Bava y cuarta generación de una de las más destacadas familias cinematográficas en Italia.
Lamberto Bava: hijo de Mario Bava y cuarta generación de una de las más destacadas familias cinematográficas en Italia.
Mar del Plata - Nadie diría que ese hombre cordial, de buena conversación, que dio una cálida charla pública, atendió consultas, firmó autógrafos y saludó al público cada medianoche es el autor de «Macabro», «Demonios», «Cuchillos en la oscuridad» y tantas otras películas espantosas que hacen el deleite de los conocedores, era el señor Lamberto Bava. Dialogamos con él:

Periodista: ¿Cuántos Bava hay en el cine?

Lamberto Bava: Somos cuatro generaciones cubriendo un siglo de cine. Mi abuelo Eugenio era escultor, se entusiasmó por la manivela y armó su pequeña empresa en 1912, San Remo Films. Lo financiaba un primo que había vuelto de la Argentina o Chile, no sé bien, luego entró a la San Ambrosio Films, de Turin, e hizo varios efectos especiales para la megaproducción «Cabiria». Me gustaría llevar al cine los comienzos de mi abuelo. Y luego el fascismo trasladó a la gente de Ambrosio Films, de Turin a Roma. ¡Fue una migración del norte al sur! Mi padre, Mario Bava, lo ayudaba desde chico, hasta que creció y se hizo fotógrafo.

P.: Un gran fotógrafo.

L.B.: Dominaba el oficio. Conservo una cámara Mitchell que él desarmaba y armaba entera. Cuando el comandante Francisco De Robertis rodó «Uomini sul fondo», sobre la vida sacrificada de los submarinistas, papá hizo la fotografia y Roberto Rossellini fue ayudante de cámara. En los 50 lo pedían casi todos, pero además ya estaba dirigiendo sus propias películas. Yo entré como asistente suyo en 1965, para «Terror en el espacio»: solo se veía arena, niebla, y dos pedazos de aspiradora que en la penumbra metían miedo. Todo artesanal. Del resto de Cinecittá venían todos a mirar, hasta que el productor mandó cerrar la puerta.

P.: Su padre hizo terror, peplum, policiales, fue un maestro, ¿pero qué tal era como persona?

L.B.: Un avanzado. «No vayas más a la escuela, podés aprender de otra forma». Y me daba historias fantásticas de Gogol, Maupassant y otros autores. Me retaba con humor, era alegre, y con él siempre se aprendía algo. Su gran consejo: perseverar. Trabajar, trabajar, y trabajar. Murió hace 32 años y todavía me cruzo con gente que me recuerda su humanidad increíble.

P.: Usted quiso seguir su oficio.

L.B.: Yo era tímido. A los 6 años me llevó al set y me presentó a un señor muy grande y gordo que me dio la mano. Se la doy, me mira serio y me dice en romagnolo «La mano se aprieta fuerte». Era Aldo Fabrizi, el cómico, pero a mí me asustó. Volví recién de joven, y un día sentí que estaba ahí disfrutando una bellísima época del cine fantástico italiano donde mi padre era uno de los grandes. Lo acompañé hasta que dirigimos juntos su última obra, «La Venus de Ille» sobre cuento de Merimée. Y a su debido tiempo le fui transmitiendo sus enseñanzas a mi hijo del medio, Fabrizio Bava, que empezó siendo mi asistente y ya es director, no porque yo lo haya impuesto, sino porque el productor lo señaló.

P.: Esa es la cuarta generación. ¿Habrá una quinta?

L.B.: Mi nieta de 17 años, muy linda, quiere ser actriz. Pero estamos tratando de disuadirla. Primero que termine el liceo.

P.: Dicen que «Demonios» es la última gran obra de esa época que usted mencionaba.

L.B.: Lo dicen, salvo Tarantino. El prefiere «Blastfighter», un trabajo de encargo que filmé con seudónimo y apenas recuerdo. Cuántas películas. Pensar que para ciertas escenas usábamos compresores que disparaban sangre, así que andábamos con mamelucos para no enchastrarnos, y hoy eso se hace por computadora. Y qué amigos: Darío Argento, Michele Soavi, los hermanos Avati... Amo el género fantástico, porque nos permite refugiarnos en cosas irreales. Un día me ofrecieron hacer un film sobre el monstruo de Firenze que mató a 25 personas. No quise. Las cosas reales me dan mucho miedo.

P.: Luego usted tuvo algunos cambios.

L.B.: Me pasé a la televisión, para que el género fantástico llegue a mayor cantidad de público. Pensé en una «fantasy» que se viera en familia: amor, acción, castillos, caballos, fx. Y elegí una fábula que había presentado Italo Calvino: «Fantaghiró, persona bella». El suceso fue tan grande que terminé haciendo cinco miniseries con capítulos de 90 minutos y reparto internacional.»Fantaghiró» fue muy exportada, y en Italia ya es un clásico navideño. Luego hice otras tres «fantasy», una de ellas con Max von Sidow como mago. Su ayudante en la ficción era un niño. Cuando le daba la mano quedaba perdida en la manaza de von Sidow. Y tal vez éste le diría en sueco «La mano se aprieta fuerte».

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