Néstor Kirchner dejó circular, como una bomba sucia, la versión de que revivirá el brumoso esquema de listas colectoras para las presidenciales de 2011. Consiguió, entre peronistas y opositores, generar dos efectos que lo fascinan: sembrar pánico y confusión.
En el entrevero, montado sobre el imaginario de que es capaz de cualquier enjuague, instaló un supuesto turbio e impreciso que ignora un dato clave: las colectoras son posibles en las primarias, pero están expresamente prohibidas para las elecciones generales.
Su existencia anularía el objetivo de las primarias que Cristina de Kirchner presentó como una reforma histórica, similar a la ley Sáenz Peña o el voto femenino. ¿Para qué una interna si después habría más de un candidato por un frente para el mismo cargo?
El texto, que todavía está sometido a los vaivenes y antojos de la Casa Rosada en el trámite de reglamentación, impone una regla básica: en la general, por cargo que se va a elegir -presidente, gobernador o concejal- puede haber un solo candidato por partido o frente electoral.
Las internas abiertas y simultáneas tienen, justamente, el propósito de que cada agrupación elija previamente a «su» candidato para la elección general. Si el 24 de octubre hubiese colectoras, la ley de primarias se convertiría en una abstracción.
De todos modos, en el capítulo de la primaria, aparecen múltiples variantes. A modo de guía, y aunque pueda ser modificado en la reglamentación tanto nacional como bonaerense, el esquema que establecen las leyes votadas permite estas alternativas:
Un partido puede tener más de un candidato a presidente, pero cada uno debe tener, hacia abajo, candidatos propios, condición que sólo existe para la categoría de primer mandatario.
En un escalón más abajo, la ley nacional autoriza a que haya «colectoras» en el tramo de senadores y diputados nacionales -puede, incluso, haber dos o más listas de diputados que deriven en una sola de senadores- que tributen, hacia arriba, a un único candidato presidencial.
Al entrar en el capítulo gobernador, las reglas varían porque comienza a regir la ley provincial que permite la existencia de múltiples candidatos a la gobernación que pueden compartir boleta de diputados y senadores nacionales (lo que sería una colectora invertida) o ir pegados a boletas diferentes que, hacia arriba, deriven en un mismo candidato presidencial o en dos diferentes.
Ésa es una de las particularidades del sistema: además de permitir las colectoras autoriza un recurso más engorroso y discutible: las listas espejo o colectora invertida. Es decir: un único candidato a gobernador podría tener arriba suyo dos listas de diputados nacionales diferentes. Se aplicó, por caso, en 2005, cuando Chiche Duhalde tenía dos listas de diputados nacionales diferentes, una encabezada por Luis Patti y otra por Jorge Villaverde.
A su vez, colgados de un mismo candidato a gobernador podrían convivir dos o más listas de legisladores provinciales. O, en caso de competir dos postulantes a la gobernación, podría darse el fenómeno de que los integrantes de una boleta por bancas en el Parlamento bonaerense se duplique para ir colgada de dos candidatos distintos a la gobernación.
En el último tramo, el de los intendentes -el más sensible- las alternativas son, también, varias: varios candidatos podrán ir colgados de una misma lista de legisladores o divididos en dos o más boletas. Incluso, una alternativa que autoriza la ley provincial pero que, todo indica, será anulada, es que un mismo candidato a intendente lleve, en su distrito, la lista de dos o más candidatos a gobernador diferentes.
Las ramificaciones, casi infinitas, instalan un alerta que no fue, todavía, tomado en cuenta por el Gobierno cuando separó por apenas 20 días la fecha de la primaria con el plazo de oficialización de candidatos para la general. La abierta será el 14 de agosto y el 4 de setiembre -50 días antes de los comicios- deberán estar contados los votos y, además, resueltos los eventuales conflictos sobre los resultados. Frente a la posibilidad de tantas boletas por cada tramo, ese proceso puede ser caótico. Como antecedente sirve lo ocurrido en la elección de 2007 cuando, a la hora de jurar los electos en octubre, había varios planteos sin resolver. El plazo, entre la primaria y la oficialización, será más corto que en aquella votación.
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