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Cristina debería apelar más a la psicología del color
Ya lejos del estilo autóctono al que apeló durante los festejos por el Bicentenario, y al que volvió discretamente en su reciente viaje a El Calafate, la semana de Cristina de Kirchner arrancó en las alturas de Jujuy, donde el lunes encabezó la conmemoración de un nuevo aniversario del Éxodo Jujeño de 1812.
La provincia norteña hubiera soportado un nuevo homenaje al tradicional poncho o a las fajas que la Presidente suele sacar a relucir en celebraciones patrióticas, pero sólo unos grados más que Buenos Aires fueron suficientes para que optara por el tailleur, en principio, siempre acertado para ocasiones protocolares, aunque de un color turquesa claro, poco aconsejable para actos políticos. Además, le quitaron formalidad el saco con mangas tres cuartos y la falda de corte acampanado. La textura del traje era como el tipo «tweed», un tejido clásico y característico del estilo inglés, aunque menos serio que la seda o la organza, y con una trama más abierta. Lo acompañó con una gargantilla de perlas, como es costumbre de la primera mandataria, y aros, dos accesorios que le dan a cualquier outfit un toque de sofisticación si lo que se lleva puesto no está a la altura de las circunstancias.
Es evidente cómo luce más cuando se inclina hacia lo moderado en lugar de lo glamoroso, como sucedió el martes en la exposición sobre Papel Prensa. Apareció en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos de Casa Rosada con una imagen sobria, y la elección de los colores no pudo haber sido mejor. Un top de encaje crudo que apenas se dejaba ver, un traje negro de pantalón y chaqueta cerrada con un botón superior abrochado y el consabido collarcito de perlas. Lo curioso fue su maquillaje, más natural que de costumbre, y el peinado al costado, que permaneció intacto todo lo que duró su discurso, dos detalles que completaron un look acertado.
El miércoles por la tarde, escoltada por nada más que hombres en las fotos oficiales de la ceremonia de firma del convenio trianual de la UOM, y, por la noche, durante el acto en Puerto Madero para presentar el transbordador marítimo, la Presidente entendiblemente optó por un equipo simple y hasta masculino. Dejando las faldas y los colores de lado, Cristina reveló algo de sencillez para cruzarse con el titular de la UOM, Antonio Caló, en medio del conflicto de Siderar, que tantos dolores de cabeza causaron en el Gobierno y en los empresarios.
En las horas que duraron sus compromisos, la mandataria vistió un conjunto de blusa y pantalón gris (color ideal para el rol de moderador en medio de un conflicto), y una chaqueta en la misma línea que las anteriores, pero en un color salmón pálido con botones al frente, y joyas en dorado que tanto le gustan. El conjunto desde el punto de vista estratégico no fue desacertado, aunque tampoco fue de los mejores. Un tip para la Presidente: es sabido que sus piernas no son santas de su devoción, por lo que no debería abusar de los pantalones tan anchos. Es preferible el típico recto, del largo justo y sin pliegues, para disimular piernas macizas. Como decía Aristóteles, ni el exceso, ni el defecto, la virtud está en el término medio.
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