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Cristina, entre la sangría del PJ y el duelo con Macri
• EN UN REGRESO QUE BUSCARÁ FRENAR MÁS FUGAS

Cristina de Kirchner
El jefe del PRO invoca la figura de Cristina para justificar sus derrapes presentes pero, a la vez, la considera imprescindible para obturar cualquier chance de acuerdo grande del peronismo que derive en una oferta política y electoral que pueda derrotar a Cambiemos en 2017.
La expresidente se nutre de los tropiezos de gestión del PRO para apostar al claroscuro entre pasado y presente, y cree que el sesgo económico y social del PRO es el principal estorbo para que dirigentes que la tuvieron como jefa migren al macrismo.
Simple: Macri y Cristina ven al otro como el factor primordial de su táctica. Enemigos útiles, duelistas oportunos que, además, entienden que al otro rival de este tiempo. El macrismo, porque ve al kirchnerismo con un techo; los ultra K, porque ven que un Presidente que llegó con lo justo no hizo más que dilapidar, en estos meses, respaldos y expectativas.
El regreso, este sábado, de la expresidente se produjo en medio de muy germinales, y todavía sin volumen cierto, movimientos para conformar una mesa grande del panperonismo bonaerense. El acto por los 42 años del fallecimiento de Juan Domingo Perón juntó a peronistas clásicos, massistas, intendentes post K y neocamporistas de líneas diversas.
Todo, al terminar una semana en la que el PJ territorial avanzó un casillero más en su plan de mandar a archivo, al menos como marca genérica, el sello FpV. Como había contado este diario, el Parlasur registró hasta acá el mayor cimbronazo: el fin de semana el bloque PJ llegó a 13 integrantes y superó al FpV.
"En 2019 nos tenemos que llamar Frente Justicialista para el Cambio", dijo entre la humorada y el ensayo José Luis Gioja, jefe del PJ. "¿Cómo le vamos a dejar la idea de cambio a Macri? La tiene que recuperar el peronismo", sondea a gobernadores y consejeros.
En el PJ invocan, ahora que Cristina de Kirchner está cerca, que ella misma considera agotada la marca FpV porque en su visita anterior lanzó la idea del "frente ciudadano". Esa matriz, que busca englobar a todos aquellos que no ven bien a Macri, dejó activa la expresidente cuando se fue, pero poco y nada avanzó en su ausencia. Menos tras el escándalo de José López.
No quedan, casi, gobernadores que tomen como referencia a Cristina de Kirchner. Es acotado el puñado de intendentes que opera en esa línea y los legisladores K son un scrum sólido pero reducido. La semana pasada, Gustavo Bordet, cacique de Entre Ríos, también le bajó la persiana al FpV y dio por hecho que la conducción del peronismo no pasa, ni debería pasar, por Cristina de Kirchner.
Bordet opera, por sus rasgos, como un caso testigo de los gobernadores PJ. Debuta al frente de la provincia, convive como un jefe territorial y, por necesidad y modos, prefiere una oposición elegante que incluya diálogo y beneficios con Macri antes que la confrontación, a sangre y fuego, que postula Cristina.
Sólo Lucía Corpacci, la catamarqueña, quizás más atenta a la disputa de entrecasa con Dalmacio Mera, primo y espada de Juan Manuel Urtubey, está en sintonía con la expresidente. Hasta Alicia Kirchner se enfocó en el último tiempo en su provincia.
Gustavo Ríos, intendente de Corrientes y exsenador PJ, trazó el viernes una analogía: "Vamos a ganar esta pulseada, pero esta vez no hay que vuelva", dijo. Es decir: el peronismo buscará volver al poder pero no lo hará detrás de la expresidente. Con más o menos poesía, el peronismo institucional transita mayoritariamente esa línea del despegue.
Así y todo, el alejamiento de Cristina es un movimiento que no tiene, por ahora, destino fijo. ¿Migran a Urtubey o a Sergio Massa estos actores? No. ¿Ensayan un armado colectivo? Tampoco: apenas si pueden, por ahora, administrar sus provincias o sus municipios. En la estadística de la Casa Rosada, deseos al margen, la pertenencia K es mucho más grande y sólida. Hablan de más del 20%, el mismo número que leyó un alcalde PJ en un sondeo bonaerense. Aquella metáfora de la minoría intenta, insuficiente para ganar pero suficiente para impedir que gane otra versión del PJ post K o, incluso, el massismo. Por eso Macri cree que le sirve que Cristina esté presente. Es, creen en la Rosada, la mejor aliada electoral para 2017. Fue, claro, lo que pensó el matrimonio Kirchner durante años en referencia a Macri.
Semanas atrás, antes de los bolsones con dólares de José López, se hablaba de un regreso de la expresidente con un acto por el 9 de Julio. Todo entró en otra variable. Cristina se enfoca en la provincia de Buenos Aires, donde sus indicadores dan mejor y, a la vez, dan peor los de Macri, y porque la elección que definirá jefaturas o pre-jefaturas en el panperonismo será, sobre todo, la bonaerense.
Para eso la expresidente apuró su retorno para intentar frenar la sangría política. Dirigentes muy K, como Patricio Mussi, abrieron una vía de diálogo con otros alcaldes como Martín Insaurralde o Fernando Espinoza. El único que quedó atrincherado es Jorge Ferraresi, de Avellaneda, que de la mano de Andrés "Cuervo" Larroque llegó a la vicepresidencia del Instituto Patria y quien asoma como el plan B electoral si Cristina decide no ser candidata.
La destreza de Cristina por frenar la fuga se verá en estas horas. Sin que sea posible separar la cuestión judicial de la política, el modo y las posiciones que tomen la ex presidente evidenciarán si su urgencia es evitar una complicación mayor en tribunales o estructurar un armado político que pueda enfrentar, con relativo éxito, al macrismo.
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