17 de marzo 2011 - 00:00

Cupones bursátiles

Es muy difícil acertar con claridad en horas dramáticamente súbitas -tanto en la vida del hombre, como en la de los mercados- y, todavía más, al momento de rematar una serie de hechos muy relevantes y adversos con el que coloca una especie de lápida, para tal secuencia. No los mencionaremos, por todos es sabido, porque ya lo hemos mencionado en notas anteriores. Y porque el objetivo de hoy es resaltar que las cualidades que poseen los instrumentos actuales -en especial internet- se vuelven hasta formadores de mucha mayor confusión, más histeria, obviamente, oscureciendo más, en lugar de ayudar a poder razonar con cierta claridad. Desde el exclusivo ángulo del mercado, despojado de todo lo que tiene que ver con el drama humano, es una metralla de opiniones -y opinadores- trepando a los medios para deslizar lo suyo. Y armando una verdadera parva global mezclando -como suelen hacer- las vacas con las ovejas y, ambas, con los ciervos.

En la rueda del lunes, los números son testimonio, los mercados habían actuado tan flojamente, como tantas otras ruedas del trimestre. Pero arreciaban los calificativos sobre «derrumbes» de los índices (y cosas por el estilo). Que sí sufrieron -en forma- en la fecha del martes, a partir del Nikkei y su derrape vertical. Recorriendo canales de televisión, informativos, se pudo tropezar con un señor (no importa dónde y quién, para no hacer «periodismo de periodistas», uno de los males actuales) que tan brevemente, apurado por los tiempos que le otorgan, seguramente, en no más de cinco minutos: «explicó» todo.

La Bolsa, el petróleo, el oro, la soja, todo pasaba como en un tren bala ante los ojos del espectador. ¿Cómo es posible hacerlo?, pensamos». Seremos tan obtusos que para solamente tratar de discernir sobre Bolsa precisamos varias notas, superando diversos elementos, sin poder llegar a verlo con claridad: solamente dibujar un perfil. Mientras que un señor -entre muchos otros- puede definir qué sucede en varios mercados, al mismo tiempo. Y si usted dispone de otros cinco minutos, surgirá otro experto que le explicará la «fusión nuclear», en curso acelerado. El que no entiende es tonto. (Consejo: absténgase de esta columna, pero también de los que inyectan explicación «en píldoras»).

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