1 de diciembre 2010 - 00:00

Economía K: un modelo bien peronista

La política económica llevada a cabo por el actual Ejecutivo Nacional tiene una notable semejanza con la política implementada por el general Juan Domingo Perón hace más de medio siglo.

Las coincidencias son cuantiosas:

Sustitución de importaciones: en 1946, la necesidad de sustituir importaciones como consecuencia del fin de la Segunda Guerra Mundial provocó el aumento de numerosas industrias, generando así nuevas fuentes de trabajo. La legislación social de esos años consolidó el modelo de producción nacional: creación del Instituto Nacional de Previsión Social, otorgamiento de aguinaldo, establecimiento del llamado «sueldo vital móvil», creación del fondo especial de pensiones para personas mayores de 60 años sin ingresos.

El modelo K se basa en la sustitución de importaciones con desarrollo de la industria nacional (promovió con un bono del 14% las ventas de bienes de capital, aumentando al doble el índice fabril con respecto a 2002) y el incentivo del consumo interno con el consiguiente aumento de la producción y el empleo. En lo estrictamente social, y como eje central de la política oficial, se instauró la asignación universal por hijo, se otorgaron facilidades para el acceso a la jubilación a millones de personas mayores, se eliminaron las condiciones de flexibilidad laboral impuestas en los Gobiernos de la década del 90, se presentó el proyecto de ley de medios que luego fue aprobado, se comenzaron a entregar computadoras portátiles para ser utilizadas por millones de alumnos.

Las similitudes de ambos Gobiernos son asombrosas. Así tanto en uno como en otro, nunca el Estado había tomado partido por los trabajadores. El trabajo adquirió, en el primer Gobierno peronista, dignidad social; las organizaciones sindicales crecieron en fuerza y peso político. Las palabras de Perón antes de su primer Gobierno podrían proyectarse a la actual política nacional. Dijo en uno de sus discursos como presidente del Departamento Nacional del Trabajo: «Toda revolución política se esteriliza como no abra el camino a la revolución social» (sic).

Los conflictos de Perón con el campo, la Iglesia y los medios de la época (Clarín, La Nación y La Prensa) confirman nuestra postura acerca de tales similitudes. Decía en algunos de sus discursos: «La tierra no debe ser un bien de renta, sino un instrumento de producción. Debe ser de quien la trabaja y no del que vive consumiendo sin producir, a expensas del que la labora. «Creo que las revoluciones no se proclaman, se cumplen», manifestaba el 1 de mayo de 1944.

En una de sus críticas a la oposición, exclamó: «Si hace diez años, cuando gobernaban nuestros críticos de hoy, un hombre hubiera dicho que en cinco años voy a realizar la recuperación, la independencia económica, renovar la maquinaria industrial y los transportes, pagar la deuda externa, organizar la riqueza, realizar y consolidar la reforma social, formar una flota mercante y una aérea, y encima realizar más de setenta y seis mil obras públicas, es indudable que la mayoría habría dicho: ¡Ese hombre es un loco!».

Proyectando estos discursos a la actualidad, debemos honestamente decir que, si bien existen notorias semejanzas, el resultado de la actual política económico-social es superadora respecto de la de los Gobiernos de Perón. La acumulación de reservas, la reestructuración de la deuda, la disminución espectacular de los índices de desempleo, el crecimiento del PBI, el aumento de la recaudación, las mejoras en la distribución del ingreso medida a través del coeficiente de Gini y las políticas sociales precedentemente nombradas no hacen más que afirmar tal consideración. De todas maneras, si bien es notable lo realizado por el actual Gobierno, esperamos también que luego de estas conquistas sociales, y una vez lograda la igualdad de oportunidades, se considere también la situación de los que invierten, los que toman riesgos y generan empleo, los ciudadanos que previenen y se esfuerzan para tener una jubilación mejor y de todos aquellos que luchan por un sistema más justo y equitativo.

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