28 de febrero 2011 - 00:00

El régimen chino saca a miles de policías para ahogar protestas

Hombres del régimen chino no identificados rodean a un periodista extranjero en la calle Wangfujing de Pekín mientras intentaba cubrir el llamado a la revuelta convocada por internet. Un cronista de la agencia Bloomberg sufrió una golpiza.
Hombres del régimen chino no identificados rodean a un periodista extranjero en la calle Wangfujing de Pekín mientras intentaba cubrir el llamado a la revuelta convocada por internet. Un cronista de la agencia Bloomberg sufrió una golpiza.
Pekín - Con extrema dureza y una hostilidad inusual contra periodistas occidentales, que incluyó golpizas y arrestos, las autoridades del régimen chino impidieron ayer las «protestas del jazmín» (en alusión a la revuelta de Túnez), una peculiar convocatoria a «pasear» por el centro de las ciudades sin manifestarse con pancartas ni proclamas.

Decenas de miles de policías fueron destacados ayer en Pekín y otra docena de ciudades del gigante asiático, en lo que supone el mayor efectivo de seguridad desplegado desde los Juegos Olímpicos de 2008.

En Shanghái, un centenar de uniformados lograron dispersar a un gran número de personas que se habían congregado afuera de un cine céntrico, que ayer permanecía cerrado. La insistencia de los periodistas por cubrir los episodios provocó la llegada de carros hidrantes, que utilizaron la presión del agua para correrlos.

En la capital, el régimen advirtió a la prensa que no acudiera al lugar de las protestas, convocadas en un local de McDonalds, cerca de la plaza de Tiananmen, pero los corresponsales extranjeros acudieron al lugar.

Entre los trabajadores de prensa a los que se impidió realizar su trabajo estaba un periodista de la agencia DPA y uno de la televisión española. La Policía los detuvo en una estación de subte y les ase-guró que necesitaban un permiso para informar des-

de allí. Después, los escoltaron hasta el metro para que abandonaran el lugar.

El Club de Corresponsales Extranjeros en China informó asimismo que un fotógrafo de la agencia de noticias estadounidense Bloomberg sufrió heridas tras ser «golpeado y pateado repetidamente en la cara» por quienes describió como efectivos policiales vestidos de civil. Su cámara fue confiscada, «a pesar de sus esfuerzos por protegerla».

Por su parte, un equipo de la televisión pública alemana ARD fue retenido durante cuatro horas. Sus integrantes fueron empujados de forma «bastante grosera» hasta un edificio por entre 15 y 20 agentes de seguridad. Luego los subieron a una patrulla y los interrogaron. Se los acusó de violar reglamentaciones que prohíben tomar imágenes en la zona.

Control

De forma similar fue tratado el equipo de la también estatal alemana ZDF pese a que al principio la Policía los había autorizado a filmar. El canal británico BBC y la agencia AP informaron también de la detención de sus trabajadores.

El control en las calles es también duro en internet. El Gobierno de Hu Jintao intensificó el ya estricto control a webs, blogs y redes sociales, y censura toda referencia a las protestas. No obstante, la convocatoria a esta nueva marcha pudo realizarse a través de la página Boxun.com, alojada en Estados Unidos. La iniciativa recibió el nombre de «revolución de los jazmines», por su inspiración en lo ocurrido en Túnez, que disparó la oleada de protestas en muchos países musulmanes.

De acuerdo con analistas, la señal del régimen es clara: todo aquel que intente poner de manifiesto las injusticias en China emulando la «revolución de jazmín» en el mundo árabe tendrá que contar con la plena dureza del poder del Estado.

Abortar los inicios es la solución que aplican los dirigentes comunistas. El «virus árabe» no puede propagarse por China. La lección que se extrae de los disturbios en el mundo árabe y del Movimiento Democrático -que los militares chinos sofocaron en 1989- es que apenas surgen estos movimientos hay que acabar con ellos de raíz. «El poder (político) nace del cañón del fusil», era una de las lecciones heredadas del líder comunista Mao Tse Tung, quien también afirmó: «Una sola chispa puede encender una pradera».

Es por ello que el fin justifica los medios, según indicó

la semana pasada una destacada fuente del Gobierno, al explicar la forma de actuar: «Haremos todo lo que esté

en nuestro poder, para que China no emprenda el camino equivocado».

Agencias DPA y EFE

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