7 de abril 2016 - 00:00

El uruguayo Erwin Schrott, un Don Giovanni de lujo en el Colón

Erwin Schrott descuella como Don Giovanni en medio de un elenco vocal irregular, y una puesta en escena más bien anodina.
Erwin Schrott descuella como Don Giovanni en medio de un elenco vocal irregular, y una puesta en escena más bien anodina.
"Don Giovanni", ópera en dos actos. Música: W. A. Mozart. Libreto: L. Da Ponte. Puesta en escena: E. Sagi. Coro Estable del Teatro Colón (dirección: M. Martínez). Orquesta Estable del Teatro Colón. Dirección musical: M. Piollet (Teatro Colón, 5 de abril).

La cantidad de sentidos, abordajes y lecturas posibles de "Don Giovanni", la obra maestra de Mozart y Da Ponte (y también la relevancia que esta ópera ha tenido para la posteridad en la construcción del mito mozartiano), hacen de su puesta en escena una tarea más compleja que la que implica el montaje de otros títulos de ese período. En esta oportunidad el Colón confió el desafío a Emilio Sagi para una nueva producción con la que abrió el abono lírico oficial (la temporada de ópera había tenido un preinicio en marzo con "Beatrix Cenci").

Sagi tiene oficio, pero lo que se pudo ver en el Colón no revela una lectura profunda y coherente de la obra. Más bien parece tratarse de una serie de cuadros que se suceden sin mayor ilación. Algunos guiños metateatrales no pueden dejar de recordar la puesta de Robert Carsen, pero aquí se trata simplemente de pinceladas sueltas que no llegan a conformar un auténtico juego. Los cantantes-actores aparentan estar librados a su suerte, y la suntuosidad de la escenografía (muy buenos diseños de Daniel Bianco) no tiene un correlato en la acción ni en el concepto.

La versión tiene sin embargo un componente inolvidable, y es la dupla encarnada por Erwin Schrott (Don Giovanni) y Simón Orfila (Leporello). La fluidez de su trabajo escénico y de su canto revela un conocimiento profundo de sus respectivos personajes, y cada una de sus intervenciones (individuales o a dúo) garantiza un aumento significativo en la atención del público. En el extremo opuesto, ni Paula Almerares (Donna Anna) ni María Bayo (Donna Elvira) encuentran en estas partes vocales ni dramáticas la plataforma para dar lo mejor de sí; especialmente llamativo es el caso de la soprano española, que conserva el "squillo" maravilloso de su voz pero compensa la falta de centro y graves que la línea requiere con constantes "portamenti" fatigosos para el oído; es evidente que la elección de este papel para su vuelta al Colón no ha sido la mejor.

Así como no hay una conducción actoral clara, tampoco se aprecia una uniformidad en los estilos de canto; en este contexto es el tenor Jonathan Boyd (Don Ottavio) que del elenco es quien se muestra más sobrio y ajustado a los cánones, y dramáticamente siempre se mantiene conectado con la acción en la medida en la que el contexto se lo permite. Junto a él se destaca la Zerlina de Jaquelina Livieri, con una línea deliciosa y caudal adecuado, y escénicamente contenida (la picardía del personaje da para mucho más). Mario De Salvo cumple a la perfección como Masetto y Lucas Debevec-Mayer (Commendatore) se muestra más cómodo en el centro y los graves que en el agudo. Las breves intervenciones del Coro Estable son impecables, y la Orquesta Estable lleva adelante la partitura con limpidez. En el podio, el francés Marc Piollet descuella más en el detalle instrumental que en la concertación: los desfases y fluctuaciones de los "tempi" son frecuentes y parecen estar más condicionados por las necesidades de los cantantes que por una idea rectora por parte del director.

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