En el fútbol no hay verdades absolutas, ni sistemas que garanticen un triunfo. Es, más que nunca, como dijo el recordado periodista Dante Panzeri, «la dinámica de lo impensado». Una muestra de ello es el torneo Clausura, donde equipos con distintas tácticas y con filosofías futbolísticas opuestas pelean con las mismas posibilidades e idéntico objetivo.
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La irrupción triunfal en el fútbol argentino de Ángel Cappa con su «estético» Huracán, abrió la polémica sobre profesionalismo y espectáculo. A Huracán le va muy bien y marcha tercero, a cuatro puntos del invicto Vélez de Ricardo Gareca, que es menos vistoso, pero más sólido defensivamente y con las mismas ambiciones ofensivas que el equipo de Parque de los Patricios. Sin embargo, en la otra vereda está el exitoso Racing de Ricardo Caruso Lombardi. Un equipo que juega «feo», pero que es muy efectivo y ha conseguido emocionar hasta las lágrimas a sus simpatizantes, que se veían muy cerca del descenso y ahora están hasta fuera de la promoción, después de siete fechas invictos.
En el medio de esos sistemas «extremistas», el regreso de Miguel Angel Russo a Rosario Central, que pasó de Gustavo Alfaro a Reinaldo Merlo, le dio un equilibrio a un equipo que juega 4-3-1-2, el sistema que más les gusta a los técnicos en la Argentina y con la recuperación anímica de sus jugadores ganó los dos partidos que jugó. El último en Jujuy, y trata de salir de la zona de promoción.
Con caídas en la última fecha, también es importante lo que están generando Lanús, por un lado, y Colón por otro. Lanús, con el joven Luis Zubeldía, alterna partidos brillantes con actuaciones muy pobres como la del sábado ante Estudiantes, pero tiene un gran potencial futbolístico con jugadores de mucho talento como Sebastián Blanco, Diego Váleri y Eduardo Salvio.
El Colón de Antonio Mohamed perdió mucho terreno con las dos derrotas consecutivas que sufrió, pero fue gran animador del torneo con un sistema de juego basado en atacar por los costados y aprovechar las pelotas paradas.
River, sin mostrar un gran juego y con algunos chispazos aislados de la gran calidad de Marcelo Gallardo, está a siete puntos y tiene chances de salir campeón. Viene de dos golpes muy duros como son el último puesto en el torneo Apertura y la eliminación en primera ronda de la Copa Libertadores. Néstor Gorosito todavía está buscando el sistema de juego adecuado al plantel que tiene y no puede corregir los errores defensivos que le cuestan muy caro.
Boca, en tanto, está en crisis. Lo mantiene la posibilidad de seguir en la Copa Libertadores, pero en el campeonato está a dos puntos de los últimos y con Riquelme lesionado no encuentra un sistema de juego que sea eficaz. Ischia apeló a muchos juveniles, que empezaron muy bien, pero ahora ante la crisis del equipo muestran su falta de experiencia.
Lo cierto es que la discusión sobre si se puede jugar bien y ganar se volvió a reavivar, en un fútbol donde los perversos códigos de los jugadores tratan de inhibir todo signo de habilidad porque lo toman como una burla personal.
Por eso un jugador puede pegar un codazo, pero no puede tirar un caño o un sombrero y hasta de parte del periodismo se toma con normalidad que le peguen una patada artera al atrevido que osó romper con esa regla.
El fútbol es un deporte profesional donde hay mucho dinero y pasión en juego, pero también es un espectáculo, el más lindo del mundo, y cuando a la exigencia física se le agrega talento no tiene parangón.
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