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“Espejismo” de Marino Santa María en Recoleta

En las fotos de «Espejismo», Marino Santa Marina quiere expresar un puente entre lo permanente y lo efímero, siempre desde la fragmentación que caracteriza la obra de este artista.
Ya desde sus inicios este artista habló sobre la fragmentación a través de su arte. En Secuencia (fragmentación narrativa), un rectángulo central alberga una plancha de acero inoxidable con la imagen de un bastón o barrera de trépano y la erupción (de tierra, de piedra, de trazos) que causa. La misma estampa se reitera en una franja recta que cruza la tela, en la zona inferior. Instantes (fragmentación temporal) vuelve a las imágenes del barreno en uno de los cuatro rectángulos emplazados sobre el soporte, en los tres restantes, tales imágenes sólo persisten como contornos revelados por el fondo o- en su caso- por líneas dibujadas.
Según señala la doctora en Estética Elena Oliveras, «si Santa María gusta de la materia, también siente el atractivo de la heterogeneidad. La materia realzada en sus pinturas es tanto lo ya dado natural como lo fabricado. Es tanto la lámina de madera que sirve de soporte como el pigmento (esmalte y poliuretano) que en él se asienta. Por esa doble presencia, las superficies de sus obras son campos heterogéneos en los que el «hacer» de la naturaleza y el hacer artístico aparecen confrontados. Un mismo protagonista actúa en ambos casos: el tiempo que deja su huella en la sugerente distribución de vetas y en las chorreaduras guiadas por el movimiento de la mano. Las líneas y las formas - muchas veces colores primarios- que se esparcen sobre el plano, son sólo parcialmente controladas por el artista; en parte deciden libremente sus movimientos. Podrían ser asociadas a los movimientos cambiantes del mar, uno de los motivos de su obra anterior. Pero tal referencia es efímera puesto que también podríamos ver en las líneas sinuosas simulaciones de vetas de la madera con lo cual la naturaleza señalaría, desde lo pictórico, su existencia omnipresente. Sin embargo, en la dualidad naturaleza-arte ninguno de los términos resulta vencedor»
Marino Santa María (1949) no sólo cree que el fragmento es la condición de la obra de arte: lo demuestra, lo asimila, trazando así parábolas y metaparábolas. Sus obras son fragmentos por ser obras, y son obras por ser fragmentos. Son, en definitiva, fragmentos de fragmentos, aún cuando no surgen de una ruptura (tal es el sentido de la palabra fragmento) sino de sus búsquedas, y, desde luego, de aquella interrupción común a todo el arte de que nos habla el pensador alemán Mac Bense, el primero en sostener que la condición de la obra de arte es el fragmento. Porque la obra de arte no consiste en algo que se desarrolla por sí mismo en un acontecer (como ocurre en la Naturaleza), sino en algo producido, producción que de pronto se interrumpe y declara acabado y concluido el objeto estético.
Santa María en su obra «Incumbencias», presentad en Londres, realiza un símbolo definitorio, un acercamiento metafórico, y si se quiere, una decisión (o intención) expresiva.
Esto nos sirve para comprender el desarrollo de este heterogeneo artista para entender lo efímero que presenta en su muestra de fotografías en el Recoleta. Símbolo definitorio, porque las obras de Santa María trabajan en desarrollos unitarios, muy atentos a la experiencia del color. Acercamiento metafórico, porque no se propone un abordaje lingüístico narrativo (en el sentido tradicional) sino un entendimiento visual. Y, por último, decisión (o intención) expresiva, porque organiza así la simbología y la metáfora de lo que quiere representar.
La inmanencia en las obras de Santa María tiene que ver con postulaciones aristotélicas sucesivamente reinterpretadas hasta nuestros días. La idea central y reguladora es la del cambio: el pasaje del estado de potencia, o potencialidad, al estado de acto, o actualidad, a través de causas externas e internas.
A este cambio, que, si se quiere, es trascendente, alude el artista al señalar en sus pinturas esas «huellas mínimas» que, al desplazarse sobre el soporte, crean «una red de asociaciones sin fin». Tales «huellas» o «pequeñas masas» que generan «múltiples formas», son las actualizaciones de una potencialidad humana (Santa María nos habla del «instinto», exaltado por Bergson como medio de acción y de conocimiento), que rige, o encamina, o incita una potencia artística, aunque puede ocurrir lo contrario, esto es, que una y otra potencia se realimenten, entrecrucen y conjuguen. He aquí, entonces, la labor de las causas externas e internas en la producción del cambio.
Santa María ha referido la configuración de sus pinturas como un «mundo de signos disgregados». Y, es cierto, la modulación con que deambulan las líneas, las formas y las imposiciones del color sobre la tabla-soporte, aduce una «disgregación», pero, al mismo tiempo, esos signos tienden a establecer una nueva forma, que en definitiva es la obra. En todas las direcciones: la «disgregación» es la obra del cambio (paso de la potencia al acto), y el cambio es obra de la «agregación» (paso del acto a la potencia). Hay, así, una alternancia de movimiento (pictórico) y acción (poética).
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