6 de julio 2023 - 00:00

“Extrañeza”: la pasión de un autor, entre personajes y sus fantasmas

Sólida y bella película sobre la génesis de una obra de teatro capital, con otra estupenda labor de Toni Servillo.

Extrañeza. El notable Toni Servillo en la piel de Luigi Pirandello.

Extrañeza. El notable Toni Servillo en la piel de Luigi Pirandello.

En las dos primeras décadas del siglo pasado, a intervalos casi regulares y con una guerra mundial en el medio, tres artistas contribuyeron a sentar las bases de lo que sería la modernidad. Y en cada caso, el estreno de sus respectivas obras, antes de que se convirtieran en modelos, en la compleja respuesta al fin del ordenado “mundo de ayer”, como lo definió Stefan Zweig, fue acompañado por polémicas y hasta abucheos.

Primero fue Arnold Schönberg, cuya “Noche transfigurada” fue violentamente rechazada en 1902 por la Sociedad Musical Vienesa; poco más de diez años después, en 1913, Igor Stravinsky tuvo una recepción similar en el debut de su “Consagración de la primavera” en el Teatro de los Champs Elysées, ballet que había compuesto para la compañía de Diaghilev, y finalmente Luigi Pirandello, en 1921, tuvo que abandonar el Teatro Valle de Roma entre silbidos y humillaciones después de que cayera el telón sobre sus “Seis personajes en busca de autor”, una pieza estructuralmente revolucionaria que liberó a la escena de la formalidad que la encorsetaba hasta entonces. No obstante eso, el fecundo dramaturgo siciliano no debió esperar mucho para ver coronada su creación con la gloria que se merecía.

“Extrañeza” (“La stranezza”) se ocupa de la génesis de la mencionada obra de Pirandello, a quien interpreta magistralmente Toni Servillo, el más importante actor italiano de estos tiempos. Sin embargo, el film de Roberto Andò, discípulo del escritor Leonardo Sciascia (a quien dedica la película), no se limita a la reconstrucción histórica de los hechos sino que prefiere, a la manera pirandelliana, que sean sus propios fantasmas quienes lo hagan.

“Extrañeza” es una palabra que no llega a transmitir, en español, lo mismo que la “stranezza” italiana; seguramente, se acercó más a su sentido nuestro Macedonio Fernández cuando dijo que no toda era vigilia la de los ojos abiertos. Ese tipo de extrañeza, de sueño diurno, de distanciamiento, era lo que sentía el niño Pirandello cuando reposaba su cabeza sobre la falda de su nodriza, a cuyo inesperado sepelio asiste al iniciarse el film. Él, ya respetado autor, está regresando de Roma a Sicilia, donde lo espera en Catania un encuentro con el autor más venerado de la Italia de entonces, Giovanni Verga.

En el ferrocarril, los “personajes” le salen al encuentro: él los ama pero a la vez lo perturban, lo acechan. La muerte de la nodriza y su rocambolesco entierro, que estaba fuera de agenda, lo pone en contacto con los coprotagonistas del film, los pintorescos sepultureros Onofrio y Bastiano (interpretados por el dúo cómico de Valentino Picone y Salvatore Ficarra, famosos en Italia), que ejercen su oficio de día y de noche dirigen un grupo de teatro vocacional.

Es allí, en ese tablado siciliano, entre gentes simples para quienes ni siquiera el sexo y la muerte son misterios, donde el extraviado maestro reencauzará su desdicha y dejará atrás el bloqueo que lo persigue con tanta intensidad como sus personajes sin argumento. Allí es donde, al fin, esos personajes cobran carnadura, aunque sólo en la imaginación de Pirandello le busquen algún sentido a su existencia. Ninguno espera a un “autor”, y mucho menos, como planteará dos décadas después Samuel Beckett, a Godot. Es él, Pirandello, quien desespera por esa carencia, por ese dios ausente que se llevó el nuevo siglo.

El encuentro con Verga, reverenciado como el padre del “verismo” (y autor de una vasta obra que hoy estaría olvidada por completo si Mascagni no hubiera usado uno de sus cuentos, “Cavalleria rusticana”, para convertirlo en una de las óperas más populares del repertorio) es decisivo. “Tomaste una calle llena de peligros y que no sabemos adónde conduce”, le dice a Pirandello. “Pusiste una bomba debajo del edificio que todos construimos, la realidad, y ahora estás ahí, impávido, pero ya no sabes quién eres”.

En una de sus tantas vigilias de ojos abiertos, sabiendo que el viejo zorro de Catania tenía razón, Pirandello se dice: “Los autores tenemos la ambición de volver plausible aun lo que no lo es. Los personajes son muy exigentes: todos quieren ser escuchados, resueltos, escenificados. Quieren un final que despierte respeto por ellos. Lo siento, no siempre se puede. Debes esperar, tal vez nos volvamos a ver en Roma, en un café, en un teatro. Y si tienes mucha prisa ve a golpear la cabeza de otro autor”.

“Extrañeza” es una película ejemplar, imprescindible para quienes aman el teatro y las raíces en que se origina. Y uno de los mejores tributos del cine italiano, tal vez sólo comparable a “Kaos” de los Taviani, al gran dramaturgo de Agrigento.

“Extrañeza” (“La stranezza”, Italia, 2022). Dir.: R. Andò. Int,: T. Servillo, V. Picone, S. Ficarra.

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