8 de enero 2009 - 00:00

Hay fiestas que provocan un fuerte “mercado blue”

Concepción Blaquier, Alicia Fernández, Patricia y Rossella Della Giovampaola.
Concepción Blaquier, Alicia Fernández, Patricia y Rossella Della Giovampaola.
Punta del Este no responde a ningún plan. Los argentinos ahora son menos del 50 por ciento del turismo, pero marcan tendencia. Se ven holandeses, españoles, italianos, norteamericanos y, por supuesto, brasileños; pero son espectadores de la vida intensa del balneario. Sus horarios y costumbres no coinciden, aunque de a poco se van integrando y se acostumbran a las transgresiones.
Los europeos que llegan a estas costas con el euro aún fuerte y con el peso uruguayo que se devaluó un 20 por ciento en el último año, descubren otra forma de vivir. Sven, un noruego que viene a Punta del Este desde hace 12 años, confiesa que el único pacto que hizo con su esposa, hace cuatro años, antes de casarse, fue que iba a venir los primeros 8 días de enero sin ella. Y eligió la mejor parte de la temporada, porque pocos días después, como si esto fuera una gigantesca escenografía de Hollywood, desaparecen las mujeres más bellas, las fiestas más suntuosas y se acomodan hacia abajo los precios tan altos.
Para los europeos que están en La Barra, la playa es un placer. Ellos van temprano con las protecciones solares arriba de 30. Practican una vida de descanso. Leen, juegan backgammon, almuerzan en el parador y retornan a dormir una reparadora siesta. Tres horas más tarde, cerca de las 16, miles de jóvenes invaden el Esturión de Montoya y el parador de Movistar. No quedan espacios en la arena. Traen todos los colores y la moda. Vienen en sus 4x4 y en motos, principalmente. La tardía hora a la que llegan no es por respeto al agujero de la capa de ozono, sino porque su día comienza cuando abren los ojos. Ellos desayunan a la hora que los europeos almuerzan. Se quedan hasta el atardecer escuchando música ensordecedora y toman tragos de colores con nombres exóticos. Las modelos son las verdaderas estrellas. Ellas son parte de un desfile interminable que hace más atractivo el lugar. El ruido y la belleza mandan.
A la noche, comienza la batalla de los eventos. No existen más las fiestas de las familias; ahora son las fiestas de las marcas. Los que no están invitados apelan a todos sus contactos para estar. Hay gente que cree que si no es invitada es porque está fuera del circuito. Tal vez para demostrar que aún pertenecen han llegado a pagar 300 dólares por la pulsera gris que se exigía para entrar en el restorán «La Huella», al evento de Lacoste. A una cuadra de la entrada funcionaba ese irreal mercado «blue» (término elegante para denominar al mercado negro). El control para esa fiesta era similar al de la frontera de un país a otro por contrabando. El invitado se colocaba la pulsera y unos metros más adelante se la cortaban con tijeras para que no la entregara si salía.
La fiesta que dio Gotlib terminó con fuegos artificiales que parecían recibir al milenio. En La Barra se concentra la moda. Tequila pide tres mil dólares por una mesa para una docena de personas en el VIP. Por ese dinero sólo se pueden consumir bebidas locales, lo importado se factura aparte. Giusseppe Cipriani tiene una mesa permanente que todas las noches completa con distintos amigos. Es otro europeo que se «argentinizó». A pesar de esos valores, Tequila tiene una puerta discriminadora, muy dura, por la que no pasan todos, como lo era hace años en Biei.
Los restoranes que más convocan, donde se paga más de 120 dólares por persona, son Setai en La Barra, que inauguró el chef australiano Shagun Hergatt; Marismo, ambientado «indian style» y La huella, en José Ignacio. Imposible encontrar lugar sin reserva. En esta Punta del Este, distinta de cualquier balneario del mundo, parece no haber crisis. Fiestas exóticas como las del Conrad para despedir el año la desmienten. Se homenajeó a Italia. Los directivos se vistieron de personajes tradicionales de la península, desde corredores de la antigua Fórmula 1 hasta actores de cine. No faltó alguien disfrazado de capo mafia.
Adentro, los 1.200 invitados eran atendidos por cientos de camarieri vestidos de gondolieri. Todos comían el risotto con langosta y las pastas preparadas al estilo de cada región de Italia. Había cotillón en cada mesa: anteojos con luces, máscaras venecianas y antifaces y vinchas fosforescentes. Los almohadones de las sillas tenían caras famosas como las de Marcello Mastroianni, Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Vittorio Gassman, etcétera. Todo el champagne era francés, La Veuve Clicquot.
Graciela Alfano se mostró en su soltería (aunque ella dice estar en pareja) y Mirtha Legrand en su descanso previo a partir a Mar del Plata (vive en el Conrad, pero todos los días va a José Ignacio).
Continuando con la idea de olvidar la crisis, el Conrad insistió con Italia y con las fiestas, esta vez para inaugurar la temporada. Hubo máscaras venecianas y ópera. Otros invitados y otras bellezas disfrutaron de menú mexicano, pastas, carnes y mariscos fritos. La mesa de dulces fue creada por el diablo para desafiar al nutricionista de moda Máximo Ravenna, presente en el evento, que se hizo famoso con su régimen de 600 calorías diarias. Su imperio para adelgazar nació en Buenos Aires, se extendió al Uruguay y ahora va a Madrid. Los asistentes desafiaron sus consejos y se aventuraron con la fondue de chocolates, los helados, las masas y las tortas.
Para los grandes eventos, la modelo más requerida por los organizadores es Natalie Kritz, uruguaya, un descubrimiento de Roberto Giordano. Después del primer desfile con el estilista, la llevaron a Europa. Ahora conduce un programa de fútbol en la RAI, «Lunedi gol», que enloquece a los hombres. Ha desplazado a Valeria Mazza en el gusto de los italianos.
Otra innovación de Punta del Este pensada para los hombres está en el casino del Conrad. Hay seis mesas atendidas por ocho croupiers mujeres vestidas con cortísimas polleras negras tableadas, un top con brillos, pelucas en diferentes colores flúo, que se llama el área Conrad Dolls. A partir de la 1.30 AM resuena el famoso tema del film «Nueve semanas y media» de Joe Cocker, y las «dolls» se suben de a una a una plataforma circular con tapizado leopardo y un caño, y tomadas a él bailan mientras la bola gira en la ruleta. Más de uno se olvida de hacer juego.
Punta del Este recién comienza a encenderse. Llegarán nuevas fiestas y nueva gente. Seguirá la disputa por ser invitados. La fiesta de Laith Faraon, realizada el 4 de enero, fue uno de los eventos que más cotizaron, después del de Chandon el día 6 en José Ignacio.

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