28 de agosto 2012 - 00:00

Impuesto solucionaría problema de tránsito

Hace casi 20 años publicamos en este mismo diario la primera de una serie de notas en la cual predecíamos que el sistema de peajes en los accesos a la Ciudad no solucionaría el problema del tránsito porteño. Es más, los mejores accesos indujeron a habitantes de la Ciudad a radicarse fuera de ella, trasladándose en sus automóviles a sus lugares de trabajo, con lo que continuaron afectando la calidad de vida en la Ciudad pero dejaron de solventar sus finanzas.

En una segunda nota señalamos que los carriles exclusivos, las bicisendas, los mayores controles y las tarifas diferenciales de las autopistas en las horas pico, eran tan sólo soluciones paliativas frente a la magnitud del problema.

Sin eslabón

Hace alrededor de un año, en la tercera nota de esta serie, postulamos que la modificación al Código de Tránsito no era más que otro eslabón de la ya larga cadena de infructuosas soluciones a un problema de cada vez mayor envergadura. Más regulaciones, pero ninguna de ellas ataca el problema real: en días hábiles circulan por la Ciudad alrededor de 1.700.000 automóviles.

La tormenta perfecta se acerca y nos atrevemos a conjeturar que no faltan demasiados años para que toque tierra. El incremento en el parque automotor constituye su primer frente. El patentamiento de 0 km registrado durante 2011 y los primeros 7 meses de 2012 así lo atestigua.

Un segundo frente lo encontramos en el creciente déficit de playas de estacionamiento. Desde 2004 cerraron alrededor de 1.100 playas, en virtud del incremento en el valor de los terrenos. A ello se le suman las dificultades que enfrenta el Gobierno para llevar a cabo su plan de construcción de playas subterráneas, lo cual lo ha llevado a permitir el estacionamiento a la izquierda en 800 cuadras, en donde se agregan a las 1.700 autorizadas desde 2010. Costos y beneficios: más estacionamientos a la izquierda, menor espacio para transitar, efecto similar al provocado por las bicisendas. La desaparición de estaciones de servicio representa el tercer frente.

En la última década su número se redujo a la mitad al superar con creces su valor inmobiliario a la renta operativa de las mismas. Cargar nafta en Belgrano, Palermo o Villa Urquiza se ha transformado en un desafío, al igual que conseguir gas en el área céntrica.

El último frente lo constituye la futura ampliación de la avenida General Paz y las mejoras en los accesos Norte, Oeste y Riccheri, asociadas al actual incremento en los peajes. Las mayores tarifas se harán sentir pero, frente al estado del servicio ferroviario y de la red de subtes, muchos conductores continuarán accediendo a la Ciudad, lo cual será incentivado en un futuro por las mejoras de los accesos.

Tormenta

Mejores accesos, más autos, menos playas para estacionarlos y estaciones de servicio para aprovisionarlos, bicisendas que no reducen significativamente el uso de automóviles pero si el espacio para que circulen, al igual que el incremento en el estacionamiento del lado izquierdo de la acera. La tormenta perfecta se avecina.

¿Cómo detenerla? Tarifas de cogestión es la respuesta. Cobrar, al igual que lo hacen otras ciudades en el mundo, un canon por entrar a la Ciudad en automóvil los días hábiles y contribuir al problema de tránsito en la misma.

Es claro que para que esta medida produzca un efecto significativo es necesario contar con un servicio de transporte público adecuado. En un escenario donde la red de trenes suburbanos ha colapsado y donde no hay motivos para suponer que el subte se encuentre en un mejor estado de mantenimiento, establecer tarifas de cogestión no tendría mayor efecto y tampoco sería ético.

La tormenta perfecta se acerca y no aparenta existir forma alguna de detenerla. Tocará tierra mucho antes de lo previsto y ninguna solución paliativa logrará disminuir el costo ocasionado por la misma. Cualquiera que haya transitado por la ciudad de México en horas pico bien lo sabe.

Dejá tu comentario