El miércoles, tras ocho años de pontificado, se había despidido de los fieles en una audiencia pública a la que asistieron unas 200.000 personas, a quienes dijo que "no abandona la cruz", y ayer les tocó el turno a los cardenales en la Sala Clementina, donde se vieron escenas de emoción (ver aparte).
Este 28 de febrero de 2013 quedará en la historia. Hasta ahora, los papas morían en su cama del Vaticano, pero ayer el alemán Joseph Ratzinger, de casi 86 años, abandonó su residencia a pie y abordó a las 17.07 un helicóptero que lo trasladó a la residencia de Castel Gandolfo, a unos 30 kilómetros al sur de Roma.
Durante los 15 minutos que tardó el vuelo en recorrer la distancia que separa a ambas ciudades, las campanas de más de 300 iglesias romanas no pararon de repicar, dándole un marco imponente a la despedida. Con momentos de respetuoso silencio y emoción contenida, que alternaban con súbitos aplausos cerrados y lágrimas en los ojos, los fieles que se encontraban en la plaza de San Pedro fijaron la mirada en el helicóptero, hasta su desaparición. El fervor de la gente se entremezclaba con el frenesí de cientos de periodistas, camarógrafos y técnicos que buscaban testimonios en vivo y en directo desde la plaza y sus alrededores.
Bajo un cielo prácticamente despejado y sobre los adoquines de la plaza de San Pedro, un grupo de jóvenes alemanas sentadas en ronda, algunas de ellas vestidas con el traje típico de Baviera, de donde procede Benedicto XVI, le dedicaron a Ratzinger canciones de su país de despedida.
La melodía acompañada por guitarras tan sólo se vio interrumpida por el rezo de un rosario colectivo. "Estamos tristes, pero es un signo de humildad", dijo una de las jóvenes alemanas.
No hubo ceremonia especial, ya que, según establece el Código de Derecho Canónico, lo único que hace falta es que el Papa renuncie en plenas facultades mentales y lo haga presente ante los cardenales, lo que ya hizo el pasado 11 de febrero.
En Castel Gandolfo, la única señal visible que anunció al mundo que Benedicto XVI ya no era papa fue el momento en el que se escucharon, en el reloj del palacio, las campanadas de las ocho de la noche e inmediatamente la Guardia Suiza cerró la puerta del edificio, dando por concluido su servicio.
A partir de ese momento, dio comienzo la sede vacante -el interregno que va desde que fallece o renuncia un papa hasta que se elige el sucesor- y el Gobierno provisional de la Iglesia pasó a manos del cardenal camarlengo, que es también el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Lo primero que hizo Bertone fue sellar el departamento papal y el ascensor que lleva a éste, en el Vaticano.
La renuncia del Pontífice, un hecho sin precedentes desde la de Celestino V en 1294, abre la vía a la celebración de un cónclave que podría empezar en la segunda semana de marzo y que marcará un hito en esta institución religiosa que representa a 1.200 millones de personas.
El papado de Joseph Ratzinger debió afrontar múltiples crisis, algunas producto de dichos que provinieron del Pontífice y generaron reacciones en las comunidades judía y musulmana.
Por otra parte, el Pontífice "teólogo" fue consecuente con su lucha contra el "relativismo moral", al que condenaba antes de ocupar el ministerio petrino. Versiones e informaciones dieron cuenta de que el ahora expapa decidió dar un paso al costado cuando comprobó que la cúpula del Vaticano se encontraba envuelta en una trama de corrupción y extorsiones. Desde ya, su sucesor deberá lidiar con los escándalos de abusos cometidos por sacerdotes, un tema que Benedicto XVI intentó combatir en sus ocho años de pontificado.
La agenda del próximo papa alberga también demandas de un mundo católico que cambió: la igualdad entre mujeres y varones, incluidos los cargos eclesiásticos, y la atención de nuevas costumbres, estilos de vida y convicciones de una feligresía que se alejó de la Iglesia, como el propio Ratzinger admitió en numerosas oportunidades.
Agencias EFE, AFP, Reuters, ANSA y DPA, y Ámbito Financiero |
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