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La crisis en Brasil abrió una grieta en el establishment
Durante un año en el poder el mandatario cumplió con una agenda liberal impuesta por los grupos de presión, pero los sucesivos escándalos lo desviaron de los objetivos.
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Durante un año en el poder el mandatario cumplió con una agenda liberal impuesta por los grupos de presión, pero los sucesivos escándalos lo desviaron de los objetivos.
Se tiende a pensar que la política es pura maquinación, una ficción en la que suelen confiar excesivamente los personajes que se excitan comprobando el impacto en los medios, en la opinión pública y en el sistema de toma de decisiones de sus operaciones. Pero la política (la historia, en definitiva) también es contingencia. Y Joesley Batista generó una de carácter tectónico.
La misión histórica de Temer, asumida por él mismo al ponerse al frente de la conspiración contra Dilma Rousseff, ha sido en el último año relanzar el crecimiento de la economía a través de reformas de mercado sin precedentes desde los años de Fernando Henrique Cardoso. El duro contenido de éstas requería de un Gobierno que avanzara, con amplio apoyo parlamentario, sin tener aspiraciones de continuidad más allá del vencimiento del mandato, el 1 de enero de 2019. Para Temer, lo importante era la amplitud de su "base aliada" en el Congreso, no el 8% de popularidad que le daban las encuestas.
Y el hombre venía haciendo los deberes. Logró (nada menos) hacer aprobar en el Congreso el congelamiento del gasto público real por veinte años. También, la posibilidad de que las empresas tercericen todas sus funciones laborales. Obtuvo la sanción en Diputados (y con muy buenas perspectivas en el Senado) de un proyecto de fuerte flexibilización laboral. Y avanzaba, pese a algunos tropiezos, hacia la joya de la corona: la reforma previsional.
Pero al titiritero le surgió la contingencia. Las investigaciones judiciales de los magistrados de la operación "Lava Jato" habían acorralado a JBS y Joesley decidió actuar con temeridad (valga la expresión), creando un escenario que dividía dramáticamente a los factores de poder que habían establecido la agenda del mandatario.
El relato de que grabó a Temer por las suyas se da de bruces con el sentido común y con la realidad. La propia Folha de Sao Paulo publicó ayer un interesante artículo que relata cómo llegó el empresario a Jaburu.
Sintéticamente, los abogados de la empresa se contactaron el domingo 19 de febrero con representantes de la Procuración General de la República en Brasilia. La PGR es uno de los puntales de la operación "Lava Jato". Allí combinaron una nueva reunión, que se realizó al día siguiente, en la que negociaron con los representantes de JBS, con apoyo de una delegada de la Policía Federal, las condiciones de una delación premiada.
El martes 7, poco más de dos semanas después, Joesley Batista logró ser recibido por Temer en Jaburu en condiciones poco republicanas: sin dejar su nombre en el registro y, claro, con un grabador en el bolsillo.
La versión oficial indica que Joesley Batista actuó de motu proprio, pero las evidencias y el sentido común indican que la osadía de hacerle "pisar el palito" al propio Presidente de la República fue una de las condiciones de su delación premiada. Una vez que esto se concretó y los fiscales recibieron el material, estos pusieron en marcha formalmente el proceso de "arrepentimiento", que se tradujo en dos horas de filmaciones y 2.200 intervenciones telefónicas. Así siguieron al detalle y en tiempo real el derrotero de las valijas y los billetes.
Es tan clara la participación del Ministerio Público Fiscal desde el inicio que el propio procurador, Rodrigo Janot, es quien defiende a capa y espada la legalidad y confiabilidad del audio inicial, en abierto conflicto con los abogados presidenciales, algo que deberá dirimir un Supremo Tribunal Federal (STF) sin mucho margen político para enterrar la investigación.
Batista no tenía, como Odebrecht, un departamento de coimas y era personalmente el guardián de los secretos del dinero negro que fluyó hacia la política: nada menos que 1.400 millones de reales (430 millones de dólares al tipo de cambio actual) para campañas de 28 partidos. Todo a cambio de créditos blandos de bancos oficiales, exenciones impositivas y otras ventajas que le permitieron a JBS facturar el año pasado 170.000 millones de reales, 52.300 millones de dólares de hoy.
Detonó así todo un "petrolão paralelo". Todo lo que se dijo de Odebrecht significó 1.680 millones de reales (516 millones de dólares) para 26 partidos. Una caja de Pandora nueva y de un tamaño equivalente.
La contabilidad "más casera" de JBS hizo que la nueva investigación haya requerido de menos delatores (siete, contra 78 de la constructora). Asimismo, la audacia de Batista se traduce en condiciones mucho más ventajosas: multas de los arrepentidos por unos 70 millones de dólares, que representan la mitad que las enfrentadas por sus pares de Odebrecht. La que deberá enfrentar el holding aún se negocia.
La "contingencia", como dijimos, dividió al establishment brasileño.
Para una parte de él, Temer perdió las condiciones de concretar las reformas y es necesario seguir el consejo de Tancredi Falconeri a su tío Fabrizio: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". Esto es, poner a alguien en su lugar capaz de mantener el proyecto.
Para el resto, no hay espacio para hacer gatopardismo y el Gobierno de Temer es el último bastión antes de que Brasil se convierta en un agujero que devore todos los proyectos de refundación económica.
Está en juego mucho más que la opinión de dos diarios emblemáticos.
Marcelo Falak |
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