23 de agosto 2012 - 09:04

La desbandada del régimen agita a la comunidad local

Aunque lejano en lo geográfico, el conflicto en Siria toca de cerca a la Argentina. La sirio-libanesa es la tercera colectividad del país (después de la española y la italiana), estimada por sus dirigentes en 3,5 millones de descendientes de sirios y libaneses. 

Sin embargo, esa cercanía se convierte en distancia si se repara en los pocos pronunciamientos de la Cancillería argentina sobre el curso de esa guerra civil. Algo que repite lo hecho por Itamaraty, por más que en Brasil la colectividad sirio-libanesa se estime en 9 millones de miembros (algo menos del 5% de la población total). O en Chile y Uruguay, si ampliamos la mirada sobre el vecindario. 

Pero es la propia comunidad siria la que no viene alzando su voz. Una, porque «muchos tenemos miedo a decir lo que pensamos y sentimos: podría haber represalias allá, con nuestros familiares», dijo a Ámbito Financiero un sirio-argentino que en estricto «off», a la vez relató cómo sus parientes fueron arrasados en un pueblo cerca de Hama por agresores que hablaban en persa y no en árabe. 

Temores 

Aunque la representación diplomática siria está reducida al mínimo, con el cónsul Adnan Assad al frente de ésta, los sirio-argentinos, atemorizados, creen que «la Muhabarad (los servicios secretos sirios) espía a la colectividad». 

«No hay un discurso unificado entre nosotros, los sirio-argentinos», dice ante la consulta de este diario Gassan Saba, jefe de prensa en Buenos Aires del Consejo Nacional Sirio (SNC, según su sigla en inglés), la liga anti-Al Asad y prorrebelde que reúne a diversas facciones opositoras al régimen, desde sunitas y cristianos, hasta la Hermandad Musulmana. 

Saba explica que la Fearab (Confederación de Entidades Argentino-Árabes) agrupa a los clubes y organismos de la comunidad sirio-libanesa, que si bien en su mayoría es cristiana, hoy es conducida por la minoría islámica. «Tanto», agrega, «que su sede está ahora en el Centro Islámico de la avenida San Juan». «¿Estamos realmente representados?», se pregunta. 

El secretario general de Fearab, Gustavo Moussa, se define ante Ámbito Financiero: «Soy musulmán chiita; no creo que Al Asad tenga armas químicas; Naciones Unidas responde siempre a las directivas de Washington». Según él, la entidad que dirige «no se inmiscuye en la política interna de los países árabes que representamos: el problema en Siria deben resolverlo los sirios». 

Sin embargo, no puede callar su posición política. Defiende al Gobierno de Al Asad, al que «no lo dejaron completar su reforma; el país iba avanzando, aun con un partido único», afirma. Apunta asimismo a «la resistencia imperialista de la región (el Medio Oriente), comandada por las monarquías árabes del Golfo y Estados Unidos, que desafían el eje Teherán-Damasco-chiita libanés (Hizbulá)». 

Moussa califica de «prudente» la posición argentina frente al conflicto, pero a la vez condicionada, según él, por dos datos: «Es importante el voto sirio en el Comité de Descolonización de la ONU por Malvinas, y es el principal importador de yerba argentina», conjetura. Luego concluye con que antes, el factor decisivo en esa relación fue la misma clase política. Además de un presidente de familia originaria de Yabrud como Carlos Menem, «llegamos a tener 14 gobernadores de origen sirio-libanés», recuerda. 

«No estoy con el régimen, pero tampoco con esta oposición que recibe armas y apoyo extranjero», es la visión, más moderada, del abogado Miguel Elías, del Movimiento Nacionalista Sirio y nieto de un inmigrante que llegó de Homs en 1896. 

Integración

«La colectividad sirio-libanesa está integrada, amalgamada con la sociedad argentina y por eso no ejerce presión», dice, «pero también porque ve que la de Siria no es una guerra interna y fratricida, sino que hay intereses regionales y suprarregionales en juego», señaló. «Por eso la Cancillería argentina anda con pies de plomo», concluyó.

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