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La suma de los males: un revés que precipita un duelo en el PJ
• EL EMPATE CON MACRI Y LAS DERROTAS EN PROVINCIAS Y MUNICIPIOS DESATAN UN PASE DE FACTURAS Y TENSIONES INTERNAS
El resultado, fatal e inesperado, desarticuló al peronismo que encaró la campaña en julio con la fantasía de conseguir el 45% -algo que descartó después del 38,7% de las PASO- luego se conformó con superar los 40 puntos (con 10 de distancia) para evitar el balotaje pero anoche se encerró a asimilar el traspié que lo ubicó en el orden de los 36 puntos.
Scioli, socio fundacional del kirchnerismo, deberá enfrentar el 22 de noviembre el primer balotaje de la historia argentina. A esa aventura irá en soledad: con altas y bajas, ayer se resolvió el resto del mazo político en las provincias, el Congreso y los municipios. Y al peronismo, atomizado y en crisis, le costará armar un scrum para ir a esa cruzada incierta.
Fusiones
La elección de ayer explicitó que la fusión, bajo el paraguas de Cristina, de especies distintas como Scioli, Aníbal F., Eduardo Fellner, Máximo Kirchner y -entre otros- Milagro Sala no alcanzó. El peronismo K domina más del 80% del poder político del país pero no consiguió, por flojeras y agotamiento, redondear una elección poderosa.
Tiene, por delante, una pendiente por remontar: Macri ganaba con sólo forzar el balotaje pero, anoche, terminó en paridad con Scioli y, en la novedad más potente y de impacto político, festejó que María Eugenia Vidal se convierta en la gobernadora de Buenos Aires.
A lo largo de los últimos meses, Scioli zigzagueó entre dos versiones del mundo: el peronismo que le pidió deskirchnerizarse, y el kirchnerismo que le reprochó no ser más explícitamente K. El candidato, que tuvo a Carlos Zannini como escolta y sombra, circuló por el medio de esas dos fuerzas gravitacionales.
Anoche, en el planeta K, los primeros apuntaban a una sucesión de errores de Cristina de Kirchner en el diseño político del aparato electoral: el peso negativo de Aníbal Fernández, la autonomía de Scioli, la disputa sigilosa pero feroz entre La Cámpora y el PJ clásico.
El cristinismo, dolido por un fin de temporada inesperadamente malo, puso todas las culpas sobre el candidato. El planteo es simple: acusan a Scioli de haber "prometido" que acercaría votantes que no eran K pero que, al final, el resultado electoral demostró que no lo hizo. En paralelo, advertían que por conductas "erráticas" tampoco logró convencer a los votantes propios del kirchnerismo.
El mayor gesto de autonomía de Scioli fue designar a un electo hipotético de ministros y excluir, en ese gabinete en las sombras, a los híper K. De los casi 20 funcionarios que confirmó en sus cargos, ninguno es portador puro de ADN cristinista.
La floja elección del FpV repite, potenciado, el mapa de las PASO: las zonas urbanas y las provincias del centro -Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Mendoza, al que se suma Capital- le dieron el envión a Macri para ponerse a la par de Scioli. El votante medio, de ciudades, fue históricamente reacio al peronismo y, salvo en 2011, al kirchnerismo. Se le agregó, esta vez, el rechazo masivo del voto rural: en el interior de las zonas productivas, Macri hizo una elección fenomenal. Los resultados del interior bonaerense son la postal más bestial de cómo el voto chacarero se alineó contra el FpV.
El peronismo, que se sostuvo sobre el norte y el sur, más la fuente de votos que es el conurbano, no pudo consolidar ese eje. Entre los gobernadores, en este tiempo fue habitual un reproche sobre la crisis de las economías regionales y Scioli, en una campaña desesperada, se permitió algunas promesas pero, por alguna razón, tampoco alcanzó.
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