Los viejos amigos de Occidente le dan la espalda, pero el coronel Muamar Gadafi responde con sus métodos, a veces brutales, otras bizarros, otras maquiavélicos, en todos los frentes.
A los militares que todavía le son leales los envía a combatir con los rebeldes con inusitada violencia, y logra un avance por momentos arrollador.
Al parecer, es parte de su estrategia de incendiar algunas de las instalaciones petroleras, tras lo cual, los medios del régimen responsabilizan a los insurgentes.
Desde el inicio de la crisis agita el fantasma de la escasez de petróleo y de Al Qaeda, dos ejes sensibles para EE.UU. y Europa.
Envía emisarios a Lisboa, Atenas, Bruselas y El Cairo en una gira infructuosa, pero que le sirve para embarullar el escenario diplomático.
Los rebeldes sostienen que el régimen está tomando presos a trabajadores africanos a los que pone ante una disyuntiva: o luchan contra los insurgentes o los envía en pequeñas embarcaciones de contrabando a Europa, con lo que agudiza el caos migratorio.
A los espectadores de la televisión estatal libia, en la que desde hace semanas suenan sin cesar canciones pro Gadafi, ayer les exhibía imágenes de discapacitados que habían accedido a automóviles nuevos. Los «beneficiarios» coreaban: «Alá, Muamar, Libia o nada».
Organiza una estrategia contra los «traidores». Ofreció una recompensa de u$s 395.000 por la captura del exministro de Justicia Mustafá Abdul Jalil, que ahora lidera el Gobierno de transición en Bengasi.
Para el caso de que nada de lo anterior funcione, Gadafi parece tener un plan B: huir al exilio. El diario Al Bayan, que se edita en Dubái, informó que el coronel negocia trasladarse a Chad o Níger. Otras versiones efímeras que tuvieron eco señalaron que había enviado emisarios a pedir un salvoconducto a los rebeldes, al tiempo que intensificaba los ataques.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
Dejá tu comentario