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Lección de jazz clásico de un prócer del género
La trayectoria de Jorge López Ruiz es apabullante. Con título de doctor en música por la Columbia Pacific University, entre otras cosas compuso para unas 60 películas y 40 obras teatrales, fue director artístico del legendario sello Trova, produjo y dirigió discos muy exitosos de Sandro y Leonardo Favio, fue responsable de Artistas & Repertorio de EMI Odeon, ejerció la docencia en el Instituto de Cinematografía, y tocó con figuras como Ray Barreto, Jorge Dalto, Lionel Hampton, Jim Hall, Tony Bennett, Ella Fitzgeral, Nat «King» Cole, Joao Gilberto o Lalo Shifrin, y tantos más. Para resumir, puede decirse que el «Flaco» López Ruiz porta uno de los nombres más ilustres del jazz en Argentina, cuando la escuela de Berklee todavía no había influido tanto en los músicos de nuestro país y cuando los espacios para presentarse eran escasísimos y sólo para especialistas. Con 60 años como músico, y con varios discos propios editados (los más importantes y reconocidos son «Bronca Buenos Aires» y «El grito») llega con una nueva grabación, y lo hace con la batuta en la producción de su hijo Pablo, un ingeniero de sonido muy bien valorado en el medio.
Más allá de esa presencia familiar, el cuarteto se armó con dos generaciones: López Ruiz (contrabajo) y Jorge Cutello (saxo, flauta, voz), por un lado, y los jóvenes Tomás Fraga (guitarra) y Germán Boco (batería), por otro, para un repertorio que hace convivir a Chico Buarque con Cole Porter, a Thelonious Monk con Jim Hall y a Lee Konitz con el propio López Ruiz. Un disco de jazz clásico, impecablemente bien realizado, para escuchar sin sobresaltos, y para volver sobre las mejores raíces de un género que sigue teniendo vigencia entre nosotros.
Ricardo Salton
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