21 de mayo 2014 - 00:00

Los goles (mudos) de la violencia

Federico Enrique Stolte (*)
Federico Enrique Stolte (*)
El fenómeno provocado por la ausencia de público visitante en las canchas del fútbol argentino está cargado de paradojas. En primer lugar, la relación dialéctica de los protagonistas, jugadores y público establece un vínculo donde, a mayor cantidad de gente, más profundo es el silencio. Sólo es posible observarlo en un estadio de fútbol. Son los goles mudos, sin palabras, sin explosión, sin gritos. No son goles, son otra cosa. El público que llena los estadios es el real protagonista de esta nueva categoría.

Porque los jugadores festejan los goles, se descargan, pero desde las plateas y tribunas no se escuchan, la escena se vuelve muda. Y los reales protagonistas de ese silencio son los hinchas.

Sólo en escenas de extremo dramatismo de la historia del hombre se han concebido momentos donde la muchedumbre habla con su silencio. Sin ser una prueba empírica, en los relatos reconstruidos de ocasionales protagonistas refieren del momento como una sensación de ahogo que se siente en el pecho, como cuando uno se queda sin aire por un golpe, con un dejo de angustia. Sin duda, estamos en presencia de un suceso nuevo, algo distinto, que habrá que definir, que provoca en los protagonistas cierta ansiedad. Porque la historia de los goles, de los gritos, de los festejos, de la pasión tiene más de cien años. Entonces, lo que le ocurre a la gente tiene que ver con la ansiedad que provocan los hechos nuevos, no preconcebidos. Son vividos como un ataque que invoca a las ansiedades básicas, como las llamaba Melanie Klein, la más importante representante de la escuela inglesa de psicoanálisis. Estas ansiedades están vinculadas, según la autora, a miedos estructurales, el miedo al ataque y el miedo a la pérdida.

Visión

Según Klein, cada vez que ocurre una situación novedosa para la persona, tanto sea en el desarrollo del aprendizaje, como en su vida cotidiana, se atraviesan estos miedos que el aparato psíquico procesa, lo supera, se acomoda y continúa. En los casos serios, donde el caudal libidinal, por alguna razón se acentúa con estas ansiedades, el miedo no permite al sujeto avanzar y queda allí detenido, dando lugar a la segunda instancia de los mecanismos de defensa: negar la situación o convertirla, mediante un disfraz, en una idea o imaginación soportable.

En "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" de Sigmund Freud y en "Psicología de las Multitudes", de Gustavo Le Bon, donde desarrolla el concepto de alma colectiva, vemos cómo, a partir de cierto estímulo, una multitud puede convertirse en una masa psicológica, de elementos heterogéneos soldados por un instante como las células de un cuerpo vivo, así lo describe Le Bon. Lo curioso del fenómeno observado es que la soldadura sería el silencio, que convertiría a los protagonistas en una única masa; pero sin embargo, refieren sentimientos individuales, no compartidos. El fenómeno es dinámico, pero si del deseo se trata, desde lo individual hasta la construcción de lo colectivo, todos quieren volver a lo que siempre fue.

Me gustaría referirme a otro hecho histórico de los estadios argentinos. En las tribunas populares, durante décadas, se expulsó a patadas y trompadas a los arrebatadores, pungas, ocasionales ladrones. Era ley. Los protagonistas encarnaban la ley, en una escala humana, frente al despojo se respondía a las piñas. Hoy, hemos visto, en casos muy aislados, por suerte, otro fenómeno donde gente en la calle ha respondido de manera brutal frente al despojo, inclusive provocando la muerte. En el dramatismo de esta escena también se burla el tiempo, pero miles de años, porque es ir más allá del "ojo por ojo..." legislado en el Código de Hammurabi, de 1700 a.C. Situación que deberá analizarse en profundidad; para el psicoanálisis será un requisito indispensable poder contar con el relato de los protagonistas.



(*) Abogado, psicólogo social y licenciado en Psicología UBA. En la actualidad, trabaja como Defensor


Oficial en la Ciudad de Buenos Aires.

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