Al pensar en películas, obras o series con temática judía inmediatamente se piensa en “La lista de Schindler”, “El Diario de Ana Frank”, “El pianista”; en teatro “El violinista en el tejado” o en series “Maisel”, “Miss Jerusalem” o “Poco ortodoxa”. La mayoría son historias vinculadas a la segregación, persecución y sufrimiento. Es cierto que el pueblo judío es una minoría, en Estados Unidos representa el 2% de la población, en Argentina menos del 5%. De aquí destacan las de Daniel Burman “El abrazo partido”, “El rey del Once”, “Esperando al Mesías” y no mucho más.
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Menos listas de Schindler y más Sandlers
Los films en torno al judaísmo siempre mostraron segregación, persecución y sufrimiento; es preciso focalizar en la alegría y celebración.

En un contexto en que los contenidos se han impregnado de diversidad y defensa de las minorías y el cupo femenino o supervisión de género mandan antes de aprobar un programa, con tantas minorías retratadas y puestas en el centro de la escena, con comunidades que resurgen y ocupan su espacio, cuentan sus historias, celebran sus identidades, hoy más que nunca es preciso focalizar no sólo en el sufrimiento o persecución sino en la celebración e idiosincrasia del pueblo judío, alegre por naturaleza.
Las fiestas judías, desde Rosh Hashana a Smijat Torá, desde un Bar Mitzvah, un Brit Milá a un casamiento, siempre fueron motivo de admiración por su alegría, sus exquisitas y abundantes comidas, sus rondas de baile, sus sillas en alto con los homenajeados volando por los aires, el Mashiaj y la hermosa “Quien cree no teme”, de Eyal Golan, que se convirtió en himno para sostener a los soldados que luchan en el frente y todo un pueblo que se une en este lamentable tiempo de guerra en Israel.
El autor, productor y director norteamericano Jonah Platt se preguntó en una nota en Variety por qué Hollywood siempre hizo hincapié en retratar más el sufrimiento del pueblo judío antes que los bellos rituales de estar juntos y celebrar el ciclo de la vida. Acaso responda a que el drama y el morbo venden más que la alegría, o la respuesta sea “es lo que el público pide ver”. Sin embargo, las audiencias responden perfectamente a celebraciones de grupos minoritarios.
Paradoja
Mientras en Hollywood abundan autores, directores, productores y actores judíos, el gran contrasentido radica en que así como formaron parte de los círculos más altos en la toma de decisiones en los estudios y ahora las plataformas, han escondido deliberadamente su judaísmo por miedo al odio y el antisemitismo. Eso redunda en autocensurar historias y personajes judíos no sufrientes y felices.
Pero hay signos alentadores. En Broadway este verano, Alex Edelman arrasó con “Just for Us,” donde interpreta a un judío común que transmite amor por su identidad. En Netflix sigue “No estás invitada a mi Bat Mitzvah”, con la familia de Adam Sandler, donde se pone eje en esa celebración de la edad adulta para poder leer la Torá con un ritual milenario, emotivo y alegre. Un hito celebratorio del judaísmo que por primera vez se ve en pantalla desde adentro, con los valores del compromiso y la alegría. En tanto la serie “Spidey and his Amazing Friends” tiene un superhéroe judío que salva Rosh Hashaná, disfruta de manzanas con miel y reparte kipot por el barrio.
Yendo a la escena local, “Un judío común y corriente” que tuvo diez años en cartel con Gerardo Romano, sobre un hombre invitado por un profesor alemán a hablar con alumnos que estudiaron el nazismo y quieren conocer a un hombre judío. Otra que sigue a sala llena es “El cazador y el buen nazi” de Mario Diament, con Ernesto Claudio y Jean Pierre Noher y que narra el encuentro en 1975 entre el cazador de nazis Simón Wiesenthal y Albert Speer, ex arquitecto y ministro de armas de Hitler. Pero de nuevo, el judío perseguido, sufriente, víctima del nazismo.
Con el creciente rebrote de antisemitismo en tiempos de guerra, no se comprende cómo cuesta tanto a artistas e influencers repudiar el ataque terrorista de Hamas. No se comprende por qué si nadie apoyó a Al Qaeda el 11 de septiembre o al ISIS cuando atacó París, no se condena sin peros a Hamas cuando asesina civiles israelíes. No se comprende por qué al pensar en un film judío se cuenta con los dedos de una mano, “La lista de Schindler” o “El pianista”, y en ninguna se refleja la alegría del pueblo judío, hoy golpeado como no lo estuvo desde el Holocausto.
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