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Paloma, último salto en el Colón
La danza tiene nombres propios, y "Paloma" es uno de ellos. Lo sabe el espectador que pregunta si hay entradas para la despedida de Paloma, lo sabe también el vendedor callejero que, antes de la función, ofrece "largavistas para ver a Paloma" por la calle Tucumán, lo sabe la sala colmada que la aplaude de pie. Toda la expectativa y todos los ojos están puestos en ella, en el año que marca su despedida de los escenarios y en este caso el escenario del Colón.
Tal como es conocido, el adiós de Paloma estaba previsto con el "Onegin" de John Cranko; tanto la dirección del Ballet Estable como la del Teatro explicaron oportunamente que el título fue anunciado por la gestión anterior en diciembre sin los derechos correspondientes, y cuando fueron retomadas las conversaciones no fue posible contar con ellos. En su reemplazo, entonces, se apeló a "Romeo y Julieta" de Prokofiev en la versión de Maximiliano Guerra, director de la compañía, estrenada en el Argentino de La Plata hace 6 años y que se inspira fuertemente en la coreografía de Kenneth MacMillan.
Como espectáculo integral, la producción que enmarca la actuación de Herrera tiene altibajos, comenzando por un decorado en el que por momentos la austeridad da paso a la precariedad y la reiteración, y tanto en lo coreográfico como en lo musical se intuye la falta del tiempo suficiente para montar un ballet de esta extensión y dimensiones. Dentro del elenco se destacan notablemente el Mercucio de Edgardo Trabalón, el Benvolio de Jiva Velázquez y el Teobaldo de Vagram Ambartsoumian, al igual que las desparpajadas prostitutas encarnadas por Carla Vincelli, Luciana Barrirero y Emilia Peredo Aguirre. La Filarmónica lleva a cabo a las órdenes de Emmanuel Siffert una tarea correcta en la muy exigente partitura de Prokofiev, más allá de imprecisiones puntuales y con algunos solos más afortunados que otros.
Gonzalo García, primer bailarín del New York City Ballet, es un Romeo juvenil y mediterráneo. Pero, por sobre todas las cosas, está la actuación de Paloma Herrera: enérgica, apasionada, madura, transitando con sutileza, sobre la base de su técnica siempre impecable, el camino que recorre Julieta desde el candor inicial hasta el desgarramiento de la última escena. En su mirada, su cuerpo, su carisma y la entrega que ha sabido mantener inalterable desde sus primeros pasos hay todo un universo, y quien vaya a buscarlo sí que no se verá defraudado.
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