26 de junio 2015 - 00:00

Ser rico, ahora, es “piantavotos”

Nueva York - No llame rico a Chris Christie. Los Clinton dicen que aún tienen cuentas por pagar. ¿Y Mike Huckabee? A pesar de su riqueza, nació "como un trabajador, no con sangre azul".

La promoción de un origen humilde ha sido parte del guión de los candidatos presidenciales de Estados Unidos desde que Abraham Lincoln habló de su juventud en una cabaña de madera. Pero los aspirantes de 2016 están trabajando más duro que nunca para convencer a los votantes de que son como ellos.

Al hacer gala de sus credenciales de clase media trabajadora, están siguiendo un cambio del debate político desde el empleo y la recuperación económica en la campaña de 2012 a otro nuevo, centrado en la desigualdad de los ingresos.

Esto refleja una sensación cada vez más profunda de que, siete años después de la Gran Recesión, las ganancias son para los ricos, mientras millones de ciudadanos siguen sufriendo.

"La división entre la élite gobernante y los votantes nunca fue tan grande", dijo David Carney, un estratega republicano con sede en New Hampshire. La mayoría de los candidatos actuales, destacó, procede de hogares privilegiados, lo que los expone a ser criticados por no vivir de cerca los problemas económicos de muchas familias.

John Weaver, exasesor del candidato republicano de 2008, John McCain, dijo que los candidatos son conscientes de esto. "Grandes zonas del país, geográfica y demográficamente, se quedaron atrás. Los políticos son lo suficientemente inteligentes para darse cuenta de eso", afirmó.

En un sondeo de marzo, el número de los que afirmaron que es "poco" o "muy poco probable" que apoyen a un candidato "muy rico" subió al 42% desde el 39% de noviembre de 2012.

Con un terreno atestado de aspirantes republicanos, unos pocos puntos porcentuales pueden hacer la diferencia, por lo que es clave apelar al mayor número posible de gente. Por eso muchos juegan la carta de la raíces humildes, incluso aunque estén entre los más ricos del país.

No obstante, el juego de "soy más humilde que vos" favorece sobre todo a candidatos como el senador por Florida Marco Rubio, que suele hablar de sus padres, emigrantes cubanos, camarero él y asistenta del hogar ella, y su propia deuda estudiantil.

Al otro lado del espectro están Carly Fiorina, expresidenta ejecutiva de Hewlett-Packard, y el exgobernador republicano de Florida Jeb Bush y la demócrata Hillary Clinton, más expuestos a críticas no sólo por sus considerables riquezas sino también por su asociación con poderosas familias políticas.

El esposo de Hillary, el expresidente Bill Clinton, fue ridiculizado cuando dijo hace poco que seguiría cobrando por sus discursos para "pagar nuestras cuentas". La pareja ganó más de 25 millones de dólares por ellos sólo en 2014.

Hillary parece muy consciente de que sus rivales podrían convertir su riqueza en un tema de campaña y en su primer mítin habló de la infancia de su madre, con poca comida de pequeña y trabajando como criada de joven.

Bush, integrante de una familia rica, ganó millones desde que dejó su cargo como gobernador, pero hasta el momento evitó hablar del asunto.

El gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, tampoco se considera rico, aunque según documentos aportados por su oficina, ganó casi 700.000 dólares en 2013 junto a su esposa.

Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas, dice haber nacido "como un trabajador, no con sangre azul", pero asegura que su patrimonio está en los siete dígitos, gracias en parte a un contrato con Fox News de 500.000 dólares al año

Sin embargo, no todos los aspirantes a la Casa Blanca sienten la necesidad de minimizar su riqueza.

El magnate inmobiliario Donald Trump (ver nota aparte) presumió de su patrimonio de 8.700 millones de dólares, que usará para financiar su campaña. "Soy realmente rico, es cierto...", afirmó.

Agencia Reuters

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