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“También el fútbol puede ser materia de buena literatura”
Dialogamos con Magnus sobre literatura y fútbol porque, luego de su premiada novela «Un chino en bicicleta» y «Cartas a mi vecina de arriba», acaba de publicar «Ganar es de perdedores y otros cuentos de fútbol».
Periodista: ¿Existe ya el género de la literatura deportiva, en el que la dedicada al fútbol sería un subgénero?
Ariel Magnus: No sé si ya es un género, aunque se lo podría considerar así dada la cantidad de películas sobre deportes, rugby, bésibol, fútbol americano, básket, fútbol y otros. Cortázar escribió sobre box, pero entre nosotros lo único que tiene carácter génerico es el fútbol, que no tiene escritas sus reglas, pero sí una tradición con los cuentos de Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Soriano y, más acá, Eduardo Sacheri. Tres narradores que han escrito mucho sobre fútbol. Y si el fútbol aún no es ya un género literario va a terminar siéndolo. Yo, por lo menos, en «Ganar es de perdedores», me lo propuse como un género, hice como esos escritores que no escriben policiales, y de repente deciden escribir un policial o utilizar la estructura del policial para decir cosas que con otra fórmula narrativa acaso se le escaparían.
P.: ¿Escribió 11 cuentos por los 11 jugadores?
A.M.: Cuando tuve los 11 cuentos dije: hay equipo, se puede publicar. Tengo algunos en el banco, también. Son para otro encuentro. Me habría gustado que el índice estuviera diseñado como la formación de un equipo, con el estilo de esas formaciones de pizarrón, pero en la editorial me dijeron que no se veía bien.
P.: ¿Cuánto le llevó? ¿Mucho entrenamiento?
A.M.: Todo comenzó cuando hace dos años me pidieron un cuento para una antología que se llamaba «De puntín», y escribí «La cama no se mancha», que es el que ahora abre el libro. Yo ya tenía un archivo de ideas de cuentos sobre fútbol, pero nunca me animaba a escribirlos. Primero porque el cuento no me satisface tanto como la novela. Y segundo, porque invertir tiempo en escribir sobre fútbol me parecía una pérdida de tiempo. Pero en todas mis novelas aparece un momento de fútbol, sobre todo en «Un chino en bicicleta». Cuando me pidieron un cuento de ese género para «De puntín», abrí el archivo y escribí 6 cuentos seguidos, en pocas semanas, estaban ahí para ser escritos. Los cinco siguientes fueron apareciendo de a poco, el último casi cerca de la publicación. Fueron dos años, y así como hubo los que surgieron rápidamente, hubo el que tuvo que esperar, el que tuvo que sumar ideas para que me pareciera bien.
P.: ¿Además de fútbol tienen otro elemento para interesar al lector?
A.M.: Son más cuentos humorísticos que futbolísticos. En un momento pensé que tenía que hacer, y me lo anoté, un cuento serio sobre fútbol. Pero no me sale, no se me ocurre una idea seria sobre fútbol porque caigo en el patetismo, y eso no me interesa. Habrá quien lo haga, por ejemplo, con una cosa nostálgica. Sacheri explota eso lo suficientemente bien. A mí no sale. No es por eso que partí de una estrategia para enganchar al lector. Se que son humorísticos porque me salen así, y porque busqué contar historias que giren alrededor del fútbol. Ningún cuento tiene un árbitro en el centro, tuve un par de ideas, pero no cerraban. En el libro hay un cuento que ocurre en el entretiempo, y me gustaría escribir una novela de fútbol que ocurre entre el momento que termina un campeonato y comienza otro, cuando nunca se juega un partido, me gusta ese desafío, ver el mundo del fútbol desde la periferia.
P.: Hay cuentos clásicos como el de Soriano donde cuenta del hijo-árbitro de Butch Cassidy o «El penal más largo del mundo».
A.M.: Estoy preparando la antología «El humor en la literatura argentina» y el cuento de Soriano que voy a poner es «El hijo de Butch Cassidy». Mis maestros en este género, sin duda, son Soriano y Fontanarrosa. Son una piedra fundamental para poder escribir sobre este tema. Y no por casualidad se trata de dos escritores no muy aceptados por la academia. El fútbol es un deporte popular, bajo, que incluye violencia, sexismo, y un montón de cosas que no condicen con la calidad literaria. Siempre estuvo al margen, pero también el policial lo estuvo mucho tiempo, hasta que se convirtió en un género de culto que es una materia en la universidad. Helge Malchow, mi editor en Alemania, sostiene que fue con Nick Hornby, uno de sus autores, que el fútbol entró en la literatura con hooligans y todo, que mostró que el fútbol podía ser tema de alta literatura. Creo que el fútbol tiene potencial para ser un género atractivo, del estilo del policial, pero con la diferencia que el policial nos involucra a toda la sociedad y en todas partes. Como nicho me parece interesante. El fútbol está metido en nuestra vida cotidiana. No un partido, todos los días. Nos interesamos hasta por lo que sucede en el campeonato egipcio.
P.: Comienza con un cuento que podría ser una leyenda urbana: marido que quiere ver partido y mujer que quiere tener sexo.
A.M.: No es una leyenda, es una realidad. Las mujeres también se sienten identificadas. Trata sobre la intencionalidad, que es tan importante en el fútbol y es intangible: ¿fue mano o no fue mano?, y es también lo que se juega en las acciones de la pareja. Pienso que el fútbol, como el sexo, tensiona y relaja. Sé que es un juego bastante básico, lo que lo rodea es complejo en muchísimos aspectos, pero es una experiencia que si no es una obsesión, si no satura, amplia la vida. Y el que no lo jugó de chico ni lo entiende ni lo va a entender nunca, no le interesa. Borges dijo: «si son 22 hombres peleándose por una pelota, ¿por qué no le dan una a cada uno?»
P.: Uno de sus cuentos es un «Tratactus logicus-futbolísticus» que remeda el título de la obra de Wittgenstein.
A.M.: Es una traducción literal de unas páginas, y la hubiera podido seguir, pero habría sido un libro entero. El tema surgió de la idea de que el fútbol lo abarca todo, que todo se puede expresar con el lenguaje del fútbol. La primera frase de esa obra dice en alemán: el mundo es todo lo que es el caso, y caso en alemán suena a pelota. Hay un libro alemán de teoría del fútbol que después me enteré que jugaba con eso, se llama «El mundo es todo lo que es la pelota». Si empecé a traducir el «Tratactus» pasándolo al lenguaje del fútbol porque Wittgenstein pero no me parece demasiado serio, no me parece Kant. Fue un chiste con otras resonancias. Me divertí con todos los cuentos. Pero no es que escriba desde la espontaneidad, una página me pude llevar muchas horas. En todo caso es una espontaneidad controlada, un poco como la de un músico de jazz.
P.: ¿Tradujo últimamente algo que le gustó?
A.M.: Sólo traduzco lo que me interesa, a Herzog, Kafka, Theodor Fontane, a Tilman Rammstedt, un escritor de mi edad que tiene tres novelas que vale la pena leer, y ahora al suizo Max Frisch.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
A.M.: Mejor no lo cuento porque no lo termino. Pero en unos meses sale una novela, «Doble crimen», en una colección que saca la Universidad de Villa María, Córdoba, por el Bicentenario. Más que novela policial es una novela patagónica.
P.: Acaba de volver de Alemania, ¿qué anduvo haciendo por allá?
A.M.: Estuve en el Festival de Literatura de Colonia, el más grande del país, y según ellos del mundo, cosa que dudo. Aunque en la lectura que dimos los argentinos, Martín Kohan, Samanta Schweblin, iba a ir Alan Pauls pero no pudo, y yo, hubo 500 asistentes, y el día anterior un best seller alemán dio una lectura que reunió más de 4 mil personas, llenó un Obras, y todos pagaron entrada. Esa es una nueva forma de promover la literatura. En junio me voy a Berlín a comentar con un escritor nigeriano el partido Argentina-Nigeria. Uno se hace escritor para estar tranquilo en su casa, escribiendo y después, si se quiere vivir de esto, se tiene que hacer presentaciones, giras, participaciones, charlas. A mí me gusta viajar, y eso me ayuda, además, Alemania es como mi segundo país. Y este año los escritores argentinos tenemos que aprovechar con Frankfurt 2010 en octubre, dedicado a la Argentina, parece que les interesamos en todas partes, pero después muy pocos van a quedar.
Entrevista de Máximo Soto
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