9 de mayo 2014 - 00:00

UMPI: “Me nutren los libros de autoayuda”

Multifacético artista uruguayo, visita una vez por mes Buenos Aires. A Daniel Umpiérrez (Dani Umpi) le sale más económico venir a la capital argentina que llegar desde Montevideo a su ciudad natal, cerca de Brasil. En una de sus pasadas por las calles porteñas, VIERNES mantuvo el siguiente diálogo con el autor de “Un poco tarada”, su última novela.

UMPI: “Me nutren los libros de autoayuda”
Viernes: Da la impresión de que no se detiene: hace música, inauguró en el verano su muestra de arte plástico y ahora está presentando su cuarta novela. ¿Funciona mejor en el caos?

Dani Umpi
: Lo que pasa es que cuando escribo lo voy haciendo paralelamente a otras actividades. En algún momento tuve esa rutina de escribir todas las mañanas, pero ahora la voy intercambiando con otras cosas. Esto va conviviendo en mi cabeza con un personaje que habla y con una historia que voy inventando o que ya tengo inventada y voy armando. Estoy mucho tiempo con eso en la cabeza. Cuando termina, enseguida viene otra. Así que estoy siempre con algo que voy a escribir, es como una pulsión. Después me manejo como alguien multiempleo. Como un polirrubro, digamos; es muy parecida la experiencia. Pero me resulta más divertido esto que tener un polirrubro...

V.: Para muchos se hace difícil ponerle un rótulo. Si tuviera que explicarle a alguien por fuera del ámbito artístico, ¿cómo describiría su obra literaria?

D.U.:
No sé qué rótulo le pondría, pero sí sé que lo que hago siempre son retratos, en general, de un corte bastante costumbrista, y siempre están en primera persona. En la presentación del libro se dijo una cosa que me encantó. Maitena contó que cuando leía la novela sentía que estaba en un colectivo y una chica se sentaba al lado y le empezaba a contar su vida. Me gustó porque es un poco lo que siempre quiero hacer. Alguien está contando lo que vive, lo que piensa, cómo ve las cosas, lo que opina. Y eso es otra persona, no soy yo. Generalmente, es alguien que invento o voy sacando rasgos de varios para armar ese Frankenstein.

V.: En sus libros siempre está metida internet, ¿se declara como una especie de adicto a la web?

D.U.:
En mi actividad artística profesional es todo, porque sin internet yo no podría estar acá. Todo lo que hice lo difundí siempre primero en internet, por ejemplo, mis canciones. Esta novela ("Un poquito tarada"), justamente, trata sobre una persona que inventa su vida en internet. Y ahí me siento un poco identificado. Yo estoy todo el tiempo en internet, en el Facebook, en Twitter. No miro tele, miro YouTube. Esto no me parece muy diferente de la vida del resto. Este libro me parece muy lógico para este momento: todos viven un poco como la protagonista. No son tal vez tan psicóticos como ella, pero podrían serlo. Porque internet es un arma también y el personaje de la novela la usa muy bien.

V.: También aparecen referencias muy puntuales de la noche porteña como la fiesta Plop o lugares específicos de Buenos Aires. ¿Le fascina la ciudad?

D.U.:
Vengo siempre, al menos una vez al mes. Desde hace años tengo un montón de amigos aquí. Mis primeros libros los publiqué en Buenos Aires y las primeras veces que canté lo hice acá. Cuando me imaginé el personaje de esta novela dije: "Ta, tiene que ser una chica que haya vivido esa época, los 2000; y algo en el Facebook y en la Plop". Es un perfil que mucha gente puede conocer. Hay varios submundos y ése es uno muy grande o al menos abarcó cosas muy populares. Por eso también creo que la novela va teniendo mucha repercusión, porque para mucha gente le es muy familiar.

V.: Siempre se refiere a "lo popular". ¿Se siente un referente del pop?

D.U.:
A mí me gusta mucho el pop o, mejor dicho, la cultura popular. Desde chico me gustaban los rankings de música de las canciones más populares. Cuando empecé a leer, leía los libros más populares. No tengo una formación literaria, yo tengo una formación de best sellers. Soy consciente de eso, leía todas las novelas de amor. Soy muy fanático de Marian Keyes, de "Sushi para principiantes"; de Candace Bushnell, la de "Sex & The City". Siempre me gustó la chick-lit. Leía novelas para señoras y soy muy militante de ese origen. En el caso de las canciones que hago, son siempre canciones pop. Pero no desde una mirada intelectualizada.

V.: ¿Y eso no va un poco a contramano de cierta mirada elitista del mundo literario?

D.U.:
No sé, yo me valgo mucho de los géneros llamados menores. La novela rosa, todo lo que tiene que ver con autoayuda, la literatura esotérica. Eso a mí me nutre para hacer lo que hago. Entonces para mí no son géneros menores, sino que resultan una fuente inagotable de inspiración. Aparte se trata de un mundo que a mí me encanta. Pero no fetichizado, evidentemente escucho eso, me interesa saber eso.

V.: ¿No hay riesgo de caer en lo que algunos llaman "consumo irónico" o "placer culposo"?

D.U.:
No, para nada. Porque si no, no gastás todo en eso, no le dedicás tanto tiempo. Yo me levanto y veo en Pop Justice qué disco salió. No sé, me gusta. Hay una ironía desde otro lado, pero no en eso. Porque yo creo un personaje muy caricaturesco; entonces, tal vez hay ironía, pero es conmigo.

V.: Decía que sus primeros libros y sus primeras presentaciones fueron en la Argentina. ¿Hay lugar para ese personaje caricaturesco en un país como Uruguay?

D.U.:
Fue algo circunstancial; yo empecé a venir acá y comencé a publicar en Eloísa Cartonera, en Belleza y Felicidad. Después llegaron Interzona y Mansalva, todas editoriales independientes. Buenos Aires es una ciudad más grande, donde hay más variedad de opciones. En Montevideo vive menos gente, entonces cuesta más. Y lo mío es bastante atípico. Así terminé publicando acá primero. También hay que entender que no es que yo escriba sobre murga y mate. Hago otra cosa. Pero las otras sí son más uruguayas. Uno de mis libros anteriores se llama "Miss Tacuarembó"; transcurre en mi ciudad. De todas maneras no me interesa mucho pensarme geográficamente porque yo vivo en Montevideo pero soy del norte. Ir a Tacuarembó me sale más caro que viajar a Buenos Aires. Entonces no hay un límite. Lo que pasa es que hay cosas de la cultura uruguaya o de sus estereotipos que yo no tengo. No salgo en las llamadas y vivo a pocas cuadras de la rambla, pero no es que estoy todo el día en la rambla comiendo bizcochos. Soy uruguayo, me encanta, convivo con ese estereotipo, pero no lo reproduzco porque no hay un único Uruguay.

V.: ¿Y cómo fue crecer ahí?¿Era de alguna manera un raro en un lugar chico?

D.U.:
Tacuarembó es una ciudad pequeña, en el norte del país. Está a una hora y algo de la frontera con Brasil. No se habla portuñol, pero sí hay una especie de acento. Hay un paisaje muy lindo de cerros chatos. De niño "flasheaba" mucho con esos cerros, porque era como si estuvieran cortados por una guillotina todos. Y yo "piraba" mucho con eso; como arriba de un cerro todo es plano, "flasheaba" con el tema de los extraterrestres ahí. Lo del raro fue una construcción que hice después. En Tacuarembó era un personaje extrasecundario. Igual era bastante raro, pero no sé comparado con quién. Desde cerca y solos todos somos raros, creo que dijo alguien. ¿Quién era?

V.: ¿Le interesan la actualidad y las noticias? ¿Creé que los artistas deben estar al tanto de lo que ocurre o es preferible que se abstraigan por completo?

D.U.:
Yo soy muy desinformado. Me entero todo tarde. Ojo, a veces al instante por el Twitter. Pero no me informo mucho. Sigo a los diarios para ver qué pasa y ya está. Pero no miro la tele, ni informativos, ni nada. No soy de los que reflexionan el arte desde una perspectiva social. Fundamentalmente porque no soy filósofo ni crítico de arte. Hago canciones, libros, obra plástica y eso ya es un montón.

V.: ¿Y la política?

D.U.:
La política partidaria no me interesa en lo más mínimo. Después, algunas causas, sí; dentro de lo que puedo, como puede ser el aborto o, por ejemplo, ahora que en Uruguay hay todo un tema con la minería a cielo abierto. También me interesa mucho la movida que está surgiendo por la equidad para que en el Parlamento haya 50 por ciento de hombres y 50 por ciento de mujeres. Eso está bien, es muy polémico, pero me parece que es una polémica muy avanzada. Pero hay otras cosas que resolver. "La comida es lo primero, la moral viene después", como dicen.

V.: Hubo dos causas que llamaron la atención por lo avanzadas para la región. En la Argentina, el matrimonio igualitario y en Uruguay la despenalización del uso de marihuana. ¿Cómo vivió ambas discusiones?

D.U.:
Son pasos muy grandes de luchas que vienen de más allá de los gobiernos que estén. Me parecen muy bien y estoy muy agradecido. Las leyes son importantes, pero después los cambios no son tan rápidos. Se puede criticar, en algunos casos, cómo se implementan, pero al menos están las leyes. Con el tema de la marihuana yo era más de la postura de la liberación, no de la legalización. De todos modos, todavía no se implementó ni tengo idea de cómo lo van a hacer, pero al menos podés estar sentado ahí afuera fumando un porro y no te dicen nada. Eso ya es un cambio. En el caso del matrimonio igualitario, es un cambio grande, aunque hace poco a unos amigos míos les pegaron por una cuestión homofóbica. No es que esté todo bien. El cambio se va dando de a poco. Igual, no sé para dónde irá porque no creo en la paz, no creo que todo vaya hacia algo mejor.

V.: ¿Por qué tan pesimista?

D.U.:
Porque no creo que todo vaya hacia lo mejor o hacia el bien. Pienso que el hombre es guerrero, vive en guerra. Podés ir hacia algo mejor, pero qué sé yo. "Vamos viendo", ahí soy muy uruguayo. En el caso del matrimonio está la ley, pero la gente tiene que cambiar. Porque se trata del matrimonio, es ampliar una figura que a veces yo quisiera destruir. Está bien que la gente que quiera casarse lo pueda hacer y que los niños tengan una contención y puedan crecer en una familia o algo. Pero no creo que ésa deba ser la base de la sociedad. Hay muchas madres solteras que lo manejan muy bien y muchos padres con hijos que también. El matrimonio es un modelo que implica una pareja estable y un montón de cosas. A los que no queremos tener parejas y a los que nos gusta salir de levante y todo eso no creo que nos sigan viendo igual. Es como con las travestis. Florencia de la V sí, pero la prostituta travesti de la esquina, no.

V.: ¿No le parece que hasta hace poco tiempo era impensado que una travesti fuera conductora de un programa de televisión diario en un canal líder?

D.U.:
Sí, pero mirá el caso. Es una travesti que está casada, tiene hijos bautizados, con una pareja estable, muy femenina. Y el programa es una peluquería; ése es el lugar que se le ha dado. No es menor, ella dio un paso muy importante, es un ícono. Es un paso. Hay que dar los otros. De Zulma Lobato se siguen riendo. Pero vamos de a poco. Muy bien, Florencia. Ahora hay que ir a otra cosa, aceptar más.

V.: Entonces, ¿no soñó nunca con casarse, como sí lo hacen sus personajes o como ocurre en las novelas rosas que leía?

D.U.:
No, yo no quería casarme. El melodrama y la novela rosa me gustan como géneros. Como los que leen policiales o los que leen cómics. Es un gusto personal. Es una de las primeras cosas que aprendí, que yo no era así. Justamente porque es como un mecanismo que después se repite, lo veo todo el tiempo. Una vez fue tremendo: me peleé con un novio y noté que él me hablaba como si estuviera actuando. Yo decía: "¿Cómo puede ser?". Y no era culpa de él, es una educación que está siempre ahí. A veces la gente no sabe cómo reaccionar y reproduce esos modelos. Pero me interesa ese formato. Las novelas que hago son tragicómicas. Tienen ese tipo de conflictos. Por eso también es que muchos las ven como muy frívolas. Eso no quiere decir que no sean intensas, son reintensas.

V.: ¿Teme que lo cataloguen de frívolo?

D.U.:
No, a mí me encanta. Me molesta que la crítica sea solamente eso porque la literatura es megasnob todo el tiempo. Hay ciclos que están de moda y otros no. Hay pensamientos que están de moda y, de repente, se vuelven políticamente incorrectos y en diez años se vuelve a eso mismo. Entonces, ¿qué me vienen a criticar con la frivolidad? Por eso defiendo eso, como un lenguaje, como un sistema de códigos, porque a mí me interesa crear desde ese lugar.

V.: ¿Siente que es un artista representativo de lo gay, de algún modo?

D.U.:
Yo hago mi aporte desde el lugar que tengo y puedo. A veces me parece que no soy la persona indicada para hablar de cosas que me preguntan porque no represento eso. Si se debate algo del matrimonio igualitario, me preguntan qué opino. Y voy a opinar cualquier divague, porque no estoy muy en el tema. Tienen que preguntarle a alguien que sepa. Hay cosas que molestan a veces. Muere Donna Summer y me preguntan qué opino. O voy a un programa y ponen Erasure...

V.: ¿Le tiene miedo a ese cliché?

D.U.:
No le tengo miedo. Es algo con lo que convivo. Lo que pasa es que no hay muchos artistas que digan públicamente que son homosexuales. Pero, a la vez, el medio artístico es de los pocos ámbitos en los que socialmente el gay tiene su espacio. No es raro que haya un cantante gay o un bailarín gay. Pero bueno, ya está, yo hago lo mío. Estaría bueno que hable algún economista, algún político o un jugador de fútbol; sería más interesante.



BIO



Tacuarembó, Uruguay, 1974.



Educación: Licenciado en Publicidad y Comunicación (Universidad de la República, Montevideo).



Rutina informativa: Twitter, Pop Justice, Facebook, YouTube y Google News.



Está leyendo: Libros de Selva Almada, el fanzine Montevideo y poemas de Fernanda Laguna.



Novelas: "Un poquito tarada" (2014), "Sólo te quiero como amigo" (2006), "Miss Tacuarembó" (2004) y "Aún soltera" (2003).



Como cantante, editó los discos: "Dramática" (2009) y "Perfecto" (2005).







@tinalarrea

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