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Un té-canasta elegante, con crimen incluido
En la comedia negra de Gonzalo Demaría, Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty y Susana Pampín interpretan a cuatro señoras que acusan a una mucama de un crimen insospechado.

Zorzoli. “Las damas de esta obra no hablan desde sus convicciones propias sino desde ciertos lugares comunes, y desde ciertos prejuicios que van más allá de la clase a la que parecen pertenecer”. Foto: Mariano Fuchilla
"Tarascones" cuenta con música de Marcelo Katz, escenografía de Cecilia Zuvialde, vestuario de Magda Banach, iluminación de Eli Sirlin y dirección de Ciro Zorzoli, con quien dialogamos.
Periodista: ¿De qué crimen acusan a la mucama?
Ciro Zorzoli: Es un dato que no conviene develar. Lo importante es que a raíz de este incidente cada una irá mostrando diferentes posiciones. A lo largo de la obra se generan roces y cruces entre ellas y salen a la luz varios secretos que las dejan mal paradas a las cuatro.
P.: Hacía tiempo que no se veía en teatro un enfrentamiento entre ricos y pobres.
C.Z.: Creo que el enfrentamiento entre clases es algo bastante común en la dramaturgia argentina. Pienso en "Babilonia. Una hora entre criados", de Armando Discépolo; o en "El puente", de Carlos Gorostiza, donde también hay una clara divisoria de clases.
P.: ¿Y en las décadas más recientes?
C.Z.: Las obras de Kartún, sobre todo "El niño argentino"; también "Ala de criados". En "Tarascones" está ese rasgo, pero se lo puede leer o no. La crítica social no está en primer plano sino en la resonancia que pueda generar en el espectador y en su subjetividad. Creo que es propio de la cultura argentina juzgar la realidad social desde el humor, ya sea en teatro o inclusive en la televisión. Sobran ejemplos.
P.: ¿En qué se inspiró el autor para crear esta obra?
C.Z.: Según lo que me comentó Demaría, en su imaginario han estado presentes ciertas comedias de mujeres, muy habituales en el teatro comercial, donde las protagonistas se reunían para desenmascararse unas a las otras. Aquí el lenguaje tiene mucha acidez y también hay varias referencias eruditas.
P.: Y malas palabras...
C.Z.: El texto en verso las vuelve muy graciosas. Me interesó dirigir esta obra porque sentí que la palabra iba a estar muy en primer plano y que había algo en las voces, y en el modo de decir de estas actrices, que podía generar una buena conjugación. Y así fue, desde la primera lectura cada una le aportó a su personaje un color muy particular y le dio su impronta. Es muy interesante ver cómo los personajes se pelean con el texto. Constantemente hacen referencia a la dificultad de hablar en verso y eso produce un extrañamiento que genera humor y hace que la pieza se aleje del realismo.
P.: Con pelucas y maquillaje casi no se las reconoce...
C.Z.: Fue una propuesta del equipo artístico a efectos de no remitir la pieza a una época en particular. Es una historia contemporánea, pero de ambiente retro y con elementos de los años '60 y '80. Las actrices trabajaron mucho en probar el maquillaje y ninguna de ellas tuvo prurito en desaparecer detrás de sus caracterizaciones o en afearse con las pelucas y el vestuario. Eso ayudó mucho porque les habilitó, primero la posibilidad de divertirse y en segundo lugar las ayudó a transformarse. A través de esas máscaras que ellas fueron armando, es que aparecieron estas cuatro mujeres.
P.: Las cuatro enarbolan un pensamiento reaccionario y altamente discriminatorio... ¿Usted qué opina?
C.Z.: Probablemente la mayoría de ellas no habla desde sus convicciones propias sino desde ciertos lugares comunes y desde ciertos prejuicios que, según creo, van más allá de la clase a la que parecen pertenecer. Básicamente porque se trata de un prejuicio respecto a un "otro" diferente, como en este caso la sirvienta paraguaya. Por eso no me resultan tan lejanos estos personajes en ciertas cosas terribles que dicen y de manera tan graciosa. Su discurso es más un lugar común y un modo de pensar que atraviesa, no a una clase determinada, sino a gran parte de nuestra sociedad.
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