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“Uno es del lugar donde pasó su adolescencia”

“Todo ha llevado a que me sienta argentino”, sostiene el cantautor alaskense Kevin Johansen.
Song writer
P.: ¿Qué estudiaste?
K.J.: Para desazón de mi madre, cuando terminé la secundaria en la progre Escuela del Sol, le dije que quería ser song writer y no hacer estudios terciarios. Estaba la posibilidad de estudiar arqueología, que me interesaba. Ella quería que por lo menos fuera al ISER y me hiciera locutor. Pero era la época de Malvinas y hacerme argentino era un quilombo. En definitiva, no estudié nada y fui un simple song writer cancionista. A los veintipico me voy con una bailarina argentina, muy enamorados, a que estudiara en Nueva York. Y así me perdí el menemismo, viví 10 años allá, que fueron los de mi formación real con la música. Y desde el 2000 estoy de nuevo acá, un ping pong total.
P.: A la vez no paraste de hacer giras como cantante.
K.J.: Las vueltas de la vida. Cuando acá se estaba cayendo todo a pedazos, en 2001, me edita un sello pequeño independiente, Los Años Luz, el primer disco «The Nada», que fue grabado en Nueva York en el legendario CBGB, un antro del punk rock que era una suerte de cueva para cantautores. Con ese disco, en plena crisis, comienza una recepción fabulosa tanto de la gente como de la crítica. Al año sale en España, también con muy buena respuesta. Salí en medio de la tan defenestrada globalización, cuando las comunicaciones se aceleraban y el disco salió en Estados Unidos y México, y empecé a ser, según dicen, un artista masivo de culto, y poder llevar mil personas a recintos pequeños en Madrid, Berlín, el DF o Río de Janeiro.
P.: ¿Cuál es la clave de tu popularidad en la Argentina?
K.J.: Esa cosa de culto que empezó en 2001 se fue agrandando y cuando en la telenovela «Resistiré», ponen mi tema «Down with my baby», una especie de himno al cachondeo. Fue un antes y un después. Ese tema era de mi disco «Sur o no sur», el primero grabado acá, en el estudio de León Gieco. Mi temor era que si pensaban que hago temas cachondos en inglés no iban a entender nada, era un prejuicio. A partir de ahí fue divertido ver lo que sucedía en la Argentina. La gente en «Sur o no sur» se encontraba con un abanico muy amplio de canciones. Es que soy un «desgenerado», y puedo pasar de una milonguita criolla a «Daisy» que habla de un travesti o «Sur o no sur» sobre lo social, hasta la cumbia intelectual de una chica bien que se encuentra con un pibe cabeza en una bailanta o «Down with my baby», una canción dedicada a Barry White. Creo que la gente empezó a entender de qué iba Kevin Johansen en esa época.
P.: Algunos rasgos que se destacan en tus temas son el humor y las complicidades con el oyente.
K.J.: Hay una cosa que me viene de mi vieja. En casa jugábamos al escrábel bilingüe y ella siempre metía un tercer idioma: el italiano, el portugués, el francés. Siempre está en mis temas esa fascinación de mi madre por los idiomas. En la canción de autor si bien están Sabina, Serrat, Aute, que juegan con la palabra y usan la ironía en muchos casos, vale lo que decía Cortázar de los novelistas latinoamericanos: son más solemnes que los anglosajones, que toman la ironía como algo profundo que impone una segunda lectura. Eso cuando está bien utilizado en una canción es muy interesante, a mí me gusta mucho. Pero no lo uso en todos los casos, también tengo baladas supersentidas y observaciones sociales serias, pero la ironía tiene eso de interesante, obliga a pensar, a profundizar.
Sur o no Sur
P.: ¿Por qué elegís Buenos Aires para quedarte?
K.J.: Uno es de donde pasó la adolescencia, y yo pasé acá de los 12 a los 25. Mis primeros amores, mis primeras decisiones importantes como la de escribir canciones y no ir a la facu, ocurrieron acá. Yo que viví los maravillosos años clintonianos en Nueva York, sentí al volver que en Buenos Aires había una cosa interesante en lo social. Además cuando vuelvo, se caen la Torres Gemelas allá y sentí alivio de estar acá. Otra cosa que me hizo sentir que era del Sur fue que estuve de novio con aquella bailarina del 88 al 93, en Nueva York conozco a otra bailarina argentina y reincido, es la madre de mis dos hijas. En un punto nunca me fui de Buenos Aires por más que viviera en Nueva York porque hablaba en español a cada rato y tomaba mate por la mañana. Por más que tuviera una infancia gringa yo estaba apegado a la cultura de acá.
P.: De los lugares que recorriste, ¿cuál otro elegís?
K.J.: Una amiga me dijo: cuando fui a España no fui, volví. España te regala esa sensación. Me sentí muy cómodo tanto en Barcelona como en Madrid como en Zaragoza. Por el lado de mi madre me viene la vena ibérica que acaso tenga que ver con eso.
P.: Por tu dominio de la escena, ¿no te propusieron actuar?
K.J.: Vengo de hablar con un muchacho que quería que fuera protagonista de la película que está por filmar. Si no lo he buscado porque respeto mucho la actuación, es algo muy difícil.
P.: ¿En qué andás ahora?
K.J.: Yéndome a Caracas con el dibujante Liniers. Tenemos una amistad que arrancó en 2001 y pegamos onda, hubo una afinidad estética, nos reímos de las mismas cosas. Ilustró alguno de mis afiches. Mi stage manager me propuso que Liniers dibujara sobre un par de computadoras y que aparezca, detrás de la banda, el dibujo. En 2005, empezamos con eso. Ahora salió el libro «Oops»! en Ediciones de la Flor, y hemos hecho Konex al aire libre, un par de Maipos y ahora nos vamos a Caracas y en setiembre a España. Encontramos una excusa para laburar juntos.
Entrevista de Máximo Soto
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