24 de septiembre 2010 - 00:00

Viajar sin dinero no es una misión imposible

Viajar sin dinero no es una misión imposible
¿A quién no le gustaría pasar dos semanas de vacaciones en un departamento de lujo en el centro de Hong Kong, estar un mes entero a pasos de las playas de Australia o disfrutar de una cómoda estancia en una casa con piscina en la bahía de San Francisco? Pocas personas responderían negativamente a esta pregunta, especialmente si luego se les aclarara que la experiencia podría cumplirse sin pagar un solo centavo por el hospedaje y, en algunos casos, la comida.

Estamos hablando de distintas modalidades de intercambio o trueque que, aplicadas al mundo del turismo, resultan en un excelente modo de cumplir fantasías de viaje a través de acuerdos que no incluyen el uso de dinero.

Se trata de una suerte de institucionalización de la costumbre de «parar en la casa de amigos o parientes» que casi todo el mundo ha aprovechado alguna vez en su vida.

En rigor, ésa es la idea que germinó en la cabeza de los pioneros que decidieron organizar y agrandar esta red para permitir que muchos «amigos y parientes» de todo el mundo compartan sus casas entre sí.

Relaciones humanas

No se trata sólo de casas, sino también de automóviles y embarcaciones, pero principalmente de las relaciones humanas que se establecen para permitir un contacto cultural más estrecho.

Esta última es en gran medida la meta principal de los viajeros que siguen el camino del trueque, esquivando la vía del turismo convencional.

En la mayoría de los casos, no se trata de opciones para personas de escasos recursos. Muy por el contrario, el llamado «home exchanging» es utilizado mayormente por la clase media de Europa y de Estados Unidos, y en Sudamérica, y en la Argentina en particular, por personas acomodadas que en la mayoría de los casos poseen una segunda propiedad.

Un socio perfecto del intercambio son las millas acumuladas a través de vuelos frecuentes o compras con tarjeta de crédito. Si exceptuamos la romántica práctica de «hacer dedo», la realidad es que es muy difícil encontrar formas de trasladarse sin invertir dinero, especialmente desde la Argentina, donde, además, las ofertas de vuelos baratos no proliferan como ocurre en Europa y en Estados Unidos.

Pero si de hospedaje, guías o acompañantes de viaje se trata, hay suficientes herramientas para eludir el vil metal. Junto con el intercambio de casas mencionado pueden citarse la hospitalidad, morando en hogares de otros viajeros; el trueque de trabajo por alojamiento, con opciones de cuidado de casas u otro tipo de tareas; y también las chances de no contar con alojamiento, pero sí con la guía y compañía de habitantes locales dispuestos a brindar su experiencia.

Responsabilidad

Queda claro que se elude el dinero, pero no el compromiso de cumplir con un acuerdo, lo que hace que la responsabilidad sea tal vez mayor que en el turismo habitual.

Esto es así tanto para los adultos mayores o matrimonios jóvenes que intercambian casas como para los jóvenes que duermen en un sillón prestado en alguna ciudad de Europa o que ofrecen su trabajo en los Estados Unidos.

Hay varias corrientes que se cruzan para dar lugar a estas formas de viajar: las prácticas de hospitalidad que nacieron a mediados del siglo XX, y tras la Segunda Guerra Mundial; las nuevas opciones que se abren en un mercado laboral globalizado; y la noción de voluntariado, que busca despojar de un interés personal a aquello que se brinda.

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