En este caso el fin del autoabastecimiento de petróleo «se veía venir», pero esto lo padeceremos todos y nadie podrá festejar, ni siquiera los que exprimieron al máximo nuestros yacimientos, haciendo una gran diferencia en miles de millones de dólares, con la renta petrolera.
Durante mi gestión como defensor del pueblo de la Nación, junto con nuestro equipo trabajamos mucho sobre la problemática de los servicios públicos (hoy inmensamente deteriorados) y en particular seguimos y analizamos el tema energé-tico como un eje central de las políticas de desarrollo en nuestro país, que hacen a los derechos de los ciudadanos.
Sin duda, para poder entender el proceso de hoy y esta noticia que dice que YPF importará nafta, hay que dar algunas precisiones. Los países tienen una matriz energética a partir de los recursos que permiten producir su energía (ver cuadro).
Los datos demuestran la gran dependencia que tenemos del gas y el petróleo. Ante este cuadro, nuestro país debía regir su política energética con el criterio básico y elemental, establecido en materia de hidrocarburos: se deben incorporar reservas en cantidad equivalente al petróleo y gas que se va extrayendo, lo cual permite darle sustentabilidad al recurso.
Veamos qué ocurrió en la realidad:
A partir de ese momento comienza el declive que alcanza en 10 años un 25%, vale destacar que en caída de producción el peor desempeño en esos años lo tiene YPF.
Falta de inversión
En 2008, la caída porcentual de YPF fue del 4%. Para simplificar y entender de qué estamos hablando, en nuestro país en la última década las reservas de petróleo y de gas no repuestas equivalen a 500 millones de metros cúbicos de petróleo.
Esta caída está exacerbada por la falta de inversión en exploración y una errónea explotación de los yacimientos, lo que se denomina maltratar operativamente el yacimiento. Por ejemplo, un pozo de petróleo que a fines de los 90 promediaba una producción de 9 m3 por día, hoy apenas llega a 5 m3.
Tal vez en estos breves y simples datos se pueda entender en el dilema energético que nos encontramos, y no es una cuestión de dramatismo. De hecho, hay muchos países que no tuvieron, no tienen y tal vez nunca tengan autoabastecimiento en materia energética.
Lo que deberíamos pensar es por qué nosotros que sí lo teníamos, dilapidamos y dejamos que se derrochen recursos estratégicos que hacen a nuestras posibilidades de desarrollo como Nación, porque si entendemos ese proceso y lo asumimos como un error, es posible que estemos dispuestos a cambiar el rumbo.
Es fundamental convocar a todos los actores del sector a discutir y aportar propuestas para poner en marcha de manera urgente una verdadera política energética para los próximos 20 años. No hay desarrollo posible sin energía.
En ese plan estratégico de dos décadas es central el rol de YPF, que deberá dejar de ser una empresa rentista cuasi financiera, que fue la política de los actuales dueños españoles, para ser la columna vertebral del desarrollo productivo na-cional.
Lo más lamentable es que quienes hoy conducen el Ejecutivo nacional conocían este tema; sólo una aptitud pueril o alguna intención non sancta dejó llegar la situación a este punto.
Como decía aquel relator futbolero, «se veía venir», y llegó nomás.
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